La música que salía de la vieja radio era bastante relajante, era algo de piano combinado con sonidos de la naturaleza. La melodía me recordaba a cuando era pequeña. No la asociaba a ningún recuerdo en específico, solo me hacía sentir como una niña otra vez.
Había llegado a casa hace poco y tenía la intención de almorzar con mamá, pero ella estaba demasiado ocupada como para comer. Yo también lo estaba, pero mis razones eran mucho más secretas que las de ella. Además, cualquier motivo que le dé a Eliel no era suficiente para que me deje saltar la comida. Él no quería verme adelgazar, como si mi figura pudiera ser más delgada de la que ya es; sin mencionar que ninguna cantidad de comida me daría las curvas que las mayoría de chicas de mi edad ya tenían. Yo era lo que podía definirse como plana y ya comenzaba a aceptarlo. Bueno, a veces.
Como sea, iba a apresurarme con la comida porque el día de hoy planeaba iniciar la búsqueda del lugar misterioso de papá. Lo he estado retrasando mucho y creía que ya era hora de que lo haga. Sin mencionar que caminar por el bosque me ayudaría a dejar de pensar en las predicciones de Silvia. Sus palabras me habían quitado algunas horas de sueño ayer. Por esa razón, el plan de hoy era uno bueno porque había muchos sitios en el bosque que no conocía, así que comprobar el terreno y examinarlo con atención desviaría mi mente del probable fatal destino de mis mejores amigas y el mío. Tendría por lo menos dos tardes de relativa paz mental.
La canción que llegaba a su punto álgido fue interrumpida para anunciar que comenzaría las noticias. Hoy también era ese día de la semana, el día que las personas escuchaban de las cosas que pasaban en cada una de las estaciones.
—Buenas tardes a todos los habitantes. Hoy procedemos con los hechos ocurridos en las estaciones. —La voz de la presentadora, aunque carente de emoción alguna, no llegaba a ser distante—. Mañana finalizará la visita que hicieron los miembros de La Orden a Otoño a propósito del encuentro anual de evaluación de recursos. Anteriormente se había visitado Invierno y Primavera para posteriormente ir a Otoño, dejando como la última estación por visitar a Verano. —Hizo una muy breve pausa antes de continuar con la siguiente noticia—. La mañana del lunes fueron revelados por el Instituto de Salud de Primavera los resultados de los exámenes médicos anuales hechos a cada habitante de la estación. La institución dio a conocer un caso de desacato a la ley de derecho positivo. —La presentadora paró por un momento—. El Consejo, en representación de La Orden, se ha hecho cargo del asunto de segundo orden, en la cual la ciudadana de nivel cuatro, Karen Emilia Suarez Lema, presenta un estado de embarazo de cuatro meses de gestación por lo que no lo culminaría entre las fechas normalizadas para Primavera. La pareja de la ciudadana ha asumido toda la culpa del caso y aceptará la pena de exilio. —Otra pausa y comenzó a hablar Tom Núñez, el reconocido locutor que ya estaría a punto de jubilarse—. En otras noticias, el pasado domingo un grupo de intemperies incitó a una subversión…
Apagué la radio, ya había escuchado suficiente sobre el tema. Literalmente todo mundo hablaba sobre ello. Que los intemperies se hayan enojado un poco les parecía inaceptable y sería el cotilleo de todo el mes. Ya se escuchaba rumores de los hombres que estaban acusados. De uno de ellos, no estaba segura cuál, se decía que atacó a una cuatro hace tiempo, pero que la chica no había hablado por miedo. Lo raro es que la aludida no acudía a La Orden para denunciar su abuso, aún sabiendo que el sin nivel ya no la podía lastimar. Mentira o verdad, a nadie le interesaba, era algo de qué hablar y eso se agradecía. Volví a sentarme en una de las sillas del largo comedor.
—¿Por qué la cara larga? —preguntó Eliel apenas entró. Alcé mi hombro para no tener que hablar del asunto. Mi día había sido tan terrible que hasta extrañé la costumbre que tenía Sean de lanzarme papelitos en medio de la clase. Claire estaba rara, Dana muy molesta y Samon era esquivo. Intenté sentarme con ellos en el receso entre clases, pero se alejaron despavoridos. Que me temieran de esa forma dolía más de lo que imaginé—. Espero que tengas hambre.
—El hambre no es el problema. —Se me escapó decir. Dejó sobre la mesa una bandeja llena de comida. Un tazón de avena y otro con fruta fueron colocados frente a mí.
—Si ese no es el problema, ¿entonces cuál? —Apartó la silla a mi lado para sentarse. Apoyó sus antebrazos en la mesa.
—Gracias por la comida —me limité a decir. Empecé a comer tan rápido como tuve la cuchara en mis manos. En los primeros minutos devoré medio plato. Eliel me pidió que fuera más despacio, pero seguí con ese ritmo. Tomó mi muñeca cuando estaba por dar un bocado más.
—No hay prisa —comentó—. Te dolerá el estómago.
Me metí la cuchara en la boca de todos modos. Mastiqué rápido.
—No duele ni un poco —respondí—. Es que tengo mucha tarea —expliqué.