El edificio de formación media era muy diferente y más amplio que el de formación inicial. Llegar temprano fue una excelente idea, podía recorrer los pasillos, ojear alguna de las aulas y localizar mi casillero y el baño más cercano.
Volver a clases después de haber sobrevivido a la invasión de los de afuera y la escena que protagonicé ayer era de lo peor, pero mamá me obligó. En parte como castigo por haber golpeado a Sean. Sí que se puso furiosa y mucho más cuando me negué a disculparme con todos los Lenha. No había poder humano que me haga hacer eso. Degradarme de esa forma no estaba en mis planes, aún con la amenaza de mamá de encerrarme en mi habitación de nuevo.
Cuando noté que algunos estudiantes empezaban a llegar, fui hacia el aula del primer piso que me habían asignado. En el papel ya arrugado en mis manos estaba escrito el aula a la que tenía que dirigirme. El amplio pasillo no tenía ventanas, la iluminación venía únicamente de las numerosas lámparas.
Entré al amplio salón. Por lo menos cuarenta pupitres entraron en mi campo de visión. Muchas más personas de las que pensé. Perfecto.
Que me preocupara el lugar donde debería tomar asiento sonaba ridículo si consideraba los problemas que tenía ahora mismo. Para rematar mi pésimo día, mamá me dijo que cuando llegara de la escuela, La Orden estaría esperando.
Finalmente decidí tomar asiento en el último lugar de la primera fila a la izquierda. Al menos así no sentiría las miradas clavadas en mi cráneo. Me senté en el cómodo mini sillón y gasté una cantidad de tiempo insano reviviendo el puñetazo que le había dado a Sean. Se había sentido muy bien a pesar de que fue algo demasiado suave. Él se merecía que le rompa un par de dientes por todo lo que me había hecho desde pequeña.
El leve murmullo proveniente de los pasillos me indicó que pronto tendría compañía. Odiaba que el aula no tuviera una ventana, podría fijar mi mirada hacia lo que sea que se muestre afuera y así fingir que no me importaba la presencia de los demás.
—En serio, dicen que fue un enfrentamiento muy incómodo. —La voz sonaba amortiguada al principio, pero se hizo muy clara cuando la chica con cabello oscuro, dolorosamente atado en una cola de caballo, abrió la puerta y continuó hablando—. Imagínate ese duelo, bruja mayor contra bruja menor y luego que le zampa un golpe a Sean Lenha. ¿Cómo no estuve…
La voz de la chica se apagó en cuanto me vio. No sabía que un rostro podía perder todo color tan rápido. Las dos amigas con las que iba acompañada se quedaron de piedra. La situación me dio un poco de lástima, por ellas y por mí. Era la bruja menor, según podía adivinar. Me imaginaba que tendría un apodo más creativo, algo que me lastime más. No era tan malo como esperé.
Mi nueva yo me llevó a fingir que no había escuchado nada, únicamente saqué mi cuaderno y comencé a garabatear un dibujo sin sentido. Después de unos segundos de parálisis, escuché el chirrido del metal de los pupitres contra la cerámica del piso, lo que me indicó que las estudiantes habían tomado asiento. Ninguna dijo palabra mientras estuvimos solo nosotras en la habitación.
Cinco minutos después el aula parecía un panal de abejas, el murmullo era constante pero indescifrable. No podía asegurarlo, pero de alguna manera supe que yo era la protagonista del chisme del día. ¿Qué estaba diciendo? Yo era el chisme del día, tal vez de la semana. Laia Myers manteniendo la tradición de ser el centro de los rumores.
Un día de estos tendría que empezar a pensar en cambiar eso.
Los estudiantes evitaron sentarse cerca de mí en lo posible; sin embargo, los últimos en llegar no tuvieron más remedio que hacerlo. Realmente no me importó quién estaba cerca de mí, no les cruzaría palabra de todos modos.
Un hombre robusto, de cabello blanco casi por completo y con un pulcro traje gris acompañado de una camisa rosa y una corbata vino, entró dando zancadas hacia el salón. Cuando giró su cuerpo hacia el frente, pude ver su rostro. Era el tipo de rostro con expresión amable que adoraba, el tipo de rostro que también tuvo papá. Un segundo le tomó localizarme, pero apartó la mirada inmediatamente. Dejando su maletín en el escritorio, dio una palmada para llamar la atención y cuando la obtuvo, sonrió. Unas cuantas arrugas marcaron aún más su ameno rostro.
—Buenos días, señores estudiantes. ¿Alguien quiere hablar sobre el tema de clase del día de ayer? —comenzó el guía del que no sabía el nombre ni la materia que impartía, pero que en seguida me agradó debido a que no se detuvo a lanzarme un discurso de mi indudable valentía. Solo siguió con la clase y fue así cómo averigüé la asignatura. Sin duda ética civil sería mi materia favorita—. Estoy seguro de que la señorita Myers querrá igualarse en la clase —dijo antes de salir del aula una vez terminada la clase—. Melanie, ¿serías tan amable de ayudarla? —Quise responder que no era necesario, que me las arreglaría sola, pero la mencionada respondió con una afirmativa. No titubeó ni se tardó en responder y eso me sorprendió. Miré de reojo a la cuatro. Era una chica que había visto en algunas ocasiones en los pasillos en mis años anteriores, nunca le hablé ni le di una segunda mirada.