Intemperie | Libro 1 | Saga Estaciones

Capítulo Catorce

 

Los meses pasaron, las vacaciones también y ya me encontraba en la mitad del segundo año de formación media

Los meses pasaron, las vacaciones también y ya me encontraba en la mitad del segundo año de formación media. Las clases eran tan divertidas como correr en clase de gimnasia durante media hora por toda la cancha. Me divertía tanto, que terminaba tan casada que me dormía en medio de las demás clases. Yupi.

Todo se había vuelto aburrido en la escuela, sin ni una pizca de gracia. Era extremo decir que la partida de Ian había cambiado las cosas, especialmente viniendo de mí, pero era así. Días antes de que terminaran las vacaciones había tomado un avión directo a Invierno junto con otro chico más, un cuatro, donde lo esperaba La Fuerza para empezar su entrenamiento. Como era de esperar, lo que hizo fue causa de noticia, por lo que todos se enteraron de que había abandonado su posición de tres para unirse a un grupo que hacía quien sabe qué fuera de los muros.

A pesar de que la reputación de Ian no era tan buena, se sorprendieron.

Fueron semanas duras para algunas personas, sobre todo para las chicas que habían tenido algo que ver con él. En el primer día de clases, parecían viudas en medio de un duelo eterno. Me preguntaba si ellas sabían que no eran nada exclusivo, o si les importaba siquiera. Y luego estuvo su hermano. Cualquiera que lo viera pensaría que le tenía sin cuidado que se haya quedado sin un miembro de su familia, pero estaba más agresivo de lo usual, lo que tenía que significar algo. Ahora no había nadie más que lo parara sin que se vea en problemas. Yo podía, pero prefería no meterme, a menos que viera algo realmente malo. Ganas no me faltaban, pero me había comportado bien últimamente, lo que me mantenía fuera de la mira de mamá y de La Orden, así que prefería dejarlo así. Se sentía bien no tener que preocuparme demasiado por las consecuencias de alguno de mis actos.

¿Era una terrible persona por eso? Por supuesto, estaba consciente. Pero lidiaba con la culpa de manera estupenda, ocupándome todo lo que podía, sin dejarle tiempo a mi moral de amonestarse.

—Han oído del lugar al que van todos los muchachos grandes ¿verdad? —preguntó Melanie mientras agarraba un trozo de su rollo de arroz—. Pues tenemos casi diecisiete y podemos ir. Estaba pensando que este fin de semana.

—Tener casi diecisiete no nos hace grandes, Melanie —corrigió David—. En tal caso nos hace chicos en plena adolescencia.

—¿Quieres conocer el sitio o no? —preguntó la cuatro dejando bruscamente su comida en el plato.

—Pensaba que para entrar necesitábamos un año más —me molesté en agregar para evitar una eminente pelea. Estos dos me recordaban tanto a los mellizos Ramsey. Si bien Melanie era juguetona y menos atrevida que Dana, y David más callado que Samon, cada vez que peleaban era inevitable asociarlos. Tal vez la similitud no existía y era solo yo viendo cosas donde no las había. Extrañando a examigos que veía de vez en cuando en el comedor o muy rara vez en las calles—. Tener casi diecisiete no es tener diecisiete.

—Sí, eso es correcto, pero sé que podemos ir antes, unas chicas del aula treinta y cinco me dijeron cómo —murmuró por lo bajo, como si fuera el secreto de mayor importancia en su vida—. No se lo pueden contar a nadie, porque todos querrían ir y …

—Yo paso —dije sin dejarle terminar. No tenía ganas de hacer lo que sea que se tenga que hacer para entrar a ese lugar. Además, tenía un suculento libro esperándome en el paraíso. Si me ponían a elegir entre una tarde de miradas incómodas y de atención innecesaria, o una tarde solitaria bajo tierra y olor a humedad, pues era obvio escogería la segunda. No me importaba lo que eso decía de mí.

—Ni siquiera me has dejado terminar —se quejó.

—Yo sí voy —aseguró David—. Pero iré con Alison.

Melanie lanzó un bufido desesperado.

—Es una tarde de amigos, no de parejas —reclamó.

Pude sentir el cambio de humor en el ambiente. Ella había terminado con Gabriel hace unos días y aun si ella aseguraba que lo hizo porque ya no era lo mismo de antes, estaba segura de que había sentimientos todavía. El hombre no era el más fiel de su especie y Mel ya se había cansado de ir por todos lados siguiéndole la pista, intentando que no la engañe una vez más. No conocía mucho de los chismes que rondaban por el formatorio, pero sabía que el ex de mi amiga, junto a un puñado de chicos, habían tomado con gusto el anterior trabajo de Ian: distraer a tantas chicas como fuera posible.

Y Sean no se quedaba atrás, andaba por ahí frecuentando a cada tres que estuviera a su alcance. Se rumoreaba que hasta lo estaba haciendo con cuatros y tan doloroso como sonara, Claire era una de ellas. Ahora que se había convertido en la versión más joven de una diosa griega, todos los chicos definitivamente la notaron. La pubertad la había golpeado con fuerza, haciéndola un metro setenta de curvas y belleza. Ya casi no la reconocía; sin embargo, no podía negar que todavía tenía esa mirada de inocencia. ¿Cuán mortal podía ser la combinación de belleza atrae hombres con inocencia?




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