Intemperie | Libro 1 | Saga Estaciones

Capítulo Dieciséis

 

El sinuoso camino secreto enyerbado por el que había caminado los últimos tres años para llegar al paraíso ya comenzaba a marcarse

El sinuoso camino secreto enyerbado por el que había caminado los últimos tres años para llegar al paraíso ya comenzaba a marcarse. Cualquiera que decidiera hacer una mini excursión en el bosque, aunque ciertamente no eran muchos los que se atrevían, notaría el cauce. Eso se convertiría en un problema muy grave. No había mantenido por tanto tiempo el secreto como para que un descuido como este hiciera que me descubran.

Y lo más importante, que descubran a Eliel.

Si ese día llegaba, sabía lo que tenía que hacer. No me importaba que a él no le agradara la idea, tan solo me entregaría yo sola. Había usado la tan nombrada palabra sacrificio en un primer momento, pero luego de pensarlo con detenimiento, decidí que no me gustaba. Sacrificio era una palabra un tanto egoísta a mi punto de vista. Para ponerlo en términos entendibles, sacrificarse significaba salvar a alguien a cambio de tu propia perdición. Hasta ahí la acción no sonaba nada egoísta, sino todo lo contrario. Sin embargo, la razón del porqué lo haces es puro interés propio. Te sacrificas porque no soportarías el dolor y la culpa que viene con la pérdida de alguien que amas. Y ciertamente no soportaría ver que Eliel sea expulsado.

Puro y descarado egoísmo.

—Me pone nervioso cuando te quedas callada. Significa que estás pensando en algo malo —dijo Eliel mirándome sobre su hombro.

Su ancha espalda era todo lo que podía mirar si quería ver hacia adelante. Desde que decidimos comenzar a venir regularmente al paraíso, su término había sido que nunca daríamos ni un solo paso sin que él lo aprobara. A este punto creo que ya había entendido que esa estupidez machista no funcionaría conmigo, era esa la razón de porqué siempre trataba de anticiparse a mis acciones. A veces lograba detenerme, a veces no, pero nunca se enojaba cuando no lo hacía. De hecho, casi no se enojaba por nada. Supongo que es una característica derivada de tanta lectura, la paciencia, y, al parecer, solo funcionaba con algunos.

—No todo lo que pienso es demasiado malo —me quejé mientras esquivaba en el último momento una raíz de árbol que amenazaba con ponerme sobre mis rodillas—. Al menos no algo que...

—¿No tenga solución? —Terminó por mí. Sonreí ante eso. Siempre completaba esa frase en particular, luego comenzaba el mismo discurso de siempre—. Ya he escuchado eso por un largo tiempo, señorita. ¿Recuerdas la vez que quisiste probar qué pasaba si ponías Facebook en el computador de tu madre?

Siempre me recordaba eso. En mi defensa, era algo ingenua en ese tiempo. Pensé que si ponía la palabra en el buscador de la intranet, aparecería qué era, cómo lucía, e incluso, cómo funcionaba; pero no hubo ningún resultado. Eliel estuvo muy nervioso por algún tiempo, esperaba que La Orden me arreste en cualquier momento. Eso no pasó y ya que transcurrió mucho tiempo de aquello, dudaba que pase.

—Quería ver si aparecía algo, parece ser que era algo que gustaba mucho en ese tiempo. —Me expliqué sin dejar de caminar. Casi pude ver la mueca que solía posarse en su rostro cuando no le agradaban mis respuestas. O cuando intentaba reprimir la frustración de la mejor manera—. Y en mi defensa, tenía quince.

—Eres una mujer de diecisiete ahora y sigues teniendo comportamientos cuestionables. —Su tono adquirió un deje de cansancio. No me molesté en aumentar ese cansancio. No debía ser nada fácil terminar el agotador trabajo en las plantaciones de arroz y luego tener que caminar por un nada regular sendero hacia una habitación llena de libros.

—Mañana es sábado —mencioné en tono casual cuando llegamos al lugar donde guardábamos la cuerda con la descendíamos por el agujero. Eliel no dijo nada mientras apartaba las hojas secas del pequeño hoyo y sacaba el material desgastado que usábamos para taparlo—. Entonces podría ir a la plantación contigo y ayudarte.

—Ahí está —dijo irguiéndose lentamente. Me dio una mirada resignada. Sus oscuras cejas se enmarcaron y su ancha espalada se tensó—. Pensé que dijiste que no estabas pensando en nada irresponsable.

Mordí mi lengua cuando un insulto estuvo a punto de salir. Odiaba que pensara que todo lo que hacía era meterme en problemas. Aunque bueno, tenía una gran reputación de eso, así que razones tenía de sobra para pensar eso de mí.

—Solo quiero ayudarte —dije con toda la paciencia que tenía—. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que me metí en problemas.

—Lo sé. —Puso su mirada sobre la mía y se acercó los pocos pasos que nos separaban para colocarse frente a mí. La brisa de la eminente noche comenzaba a enfriarse, lo que me causaba escalofríos, aún más con el cabello húmedo como lo traía. Era increíble cómo su mirada siempre me hacía sentir la hermana menor descarriada, una a la que Eliel intentaba desesperadamente proteger—. Pero ¿qué crees que pasaría si de repente ven en la plantación a la delicada dos con unas botas altas de caucho y el cabello esponjado por el fuerte sol?




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