Correr y correr lo más lejos y rápido que pudiera sonaba como una buena cosa que hacer. Probablemente era un pésimo plan porque no tendría la mínima oportunidad de escapar de la residencia de La Orden, pero era lo que quería hacer.
Evitaba cerrar mis ojos, si lo hacía, podía ver a Claire claramente. Ahí, tirada en el suelo, con su vestido arruinado y su tacón fuera de lugar. Y su cuello, por primavera, su cuello estaba totalmente roto. La forma anormal en la que yacía me perseguiría por el resto de mi vida.
Se escuchaba una pelea afuera. Seguramente Roth impidiendo el paso a otra persona que trataba de acercarse a la habitación en la que me habían metido los guardias. Escuché peleas toda la noche y ciertamente lo agradecía, de otro modo me hubiese rendido ante el cansancio. No quería que eso pasara, soñar con lo sucedido me haría perder el control de nuevo y bastante me había costado dejar de llorar, temblar y culparme por lo sucedido.
Cuando las autoridades llegaron al lugar, hicieron las cosas tan rápido. Tomaron a Claire, la metieron en una bolsa y luego se la llevaron. Sus padres llegaron medio minuto después de que su cuerpo haya sido retirado. Los señores estaban devastados, escucharon todo de los presentes y luego salieron corriendo a la morgue. Yo estaba en medio de una crisis nerviosa cuando dos personas me tomaron por la espalda e intentaron llevarme. No llegaron muy lejos antes de que Roth los interceptara; no recuerdo muy bien de qué manera, solo recuerdo que ambos terminamos en el suelo y él inmovilizado.
De alguna manera apareció unas horas después de que me encerraran en una de las cómodas habitaciones de la residencia. Lo único que preguntó antes de desaparecer por la puerta fue:
—¿Quieres algo de privacidad?
No pude responder, mi garganta se sentía constantemente oprimida. Solo asentí. Y había tenido más privacidad en las últimas quince horas que en toda mi vida.
En algún momento de la noche cuando fingía estar dormida, Roth entró y se quedó en silencio en la silla que estaba frente a la cama. Cuando se marchó y abrí los ojos, una bandeja con comida suficiente para un día entero yacía en la mesa. No la había tocado hasta ahora.
El escándalo era cada vez mayor allá afuera y podía adivinar por qué. Mi madre debía estar a punto de derribar todo el edificio, la verdad no sabía cómo Roth logró detenerla por tanto tiempo.
Un par de lágrimas salían cada vez que pensaba en Claire. A mi mente venía el día que nos conocimos, estuvo tan asustada de mí que vomitó. No sé cómo logré que sea mi amiga, pero en pocos días ya salíamos juntas en los recesos y así continuó por tres años. Me sentí tan culpable por haberla alejado. Ella debió estar sola todo este tiempo. Dana no era muy buena con Claire, siempre la regañaba por su forma de vestir, por los gorros de lana que le encantaba usar así sea verano o por creerla muy poco femenina.
Debí acompañarla; haber salido junto con ella de ese baño. ¿Qué me costaba?
Me hice bolita y lloré de nuevo.
El ruido proveniente de afuera me hacía sentir peor, porque Roth debía estar pasándola mal; no había dormido en toda la noche y yo tampoco, pero que yo no durmiera no significaba que él tampoco tenía que hacerlo. Logré controlarme muy rápido, tenía experiencia con ello. Mi intención era salir de una vez por todas, pero temía romperme en cuanto viera a mamá, siempre lo hacía. Es algo que hacían las madres, provocaban quererte refugiar en sus brazos y llorar profundamente.
Sin embargo, no pretendía torturar más a Roth.
Me alejé de la ventana y atravesé lentamente la oscura habitación. Cuando estuve frente a la puerta, tomé una respiración y la abrí, un poco primero. El escándalo se detuvo y esa fue mi señal para abrirla completamente. La luz atacó a mis ojos y tuve que cerrarlos para menguar la molestia. Ni siquiera estuvieron cerrados dos segundos, pero la imagen se proyectó en mi mente, algo muy nítido que me hizo temblar.
Claire no merecía terminar así.
Abrí mis ojos lo más rápido que pude y cuando lo hice, lágrimas escaparon de ellos. Mamá, Ian y Roth me miraron con una mezcla de compasión y cautela. Todos sabían lo que había visto. Hasta este punto, seguro todo Primavera lo sabía y no podía darme el lujo de mostrarme lastimada y vulnerable frente a todos ellos. Limpié mis lágrimas y, aunque con cada movimiento de mis manos contra mis mejillas el dolor aumentaba, lo soporté muy bien.
Erguí mi cabeza y aclaré mi garganta. Miré primero a mamá y luego a la persona parada atrás de ella, Ian. A su lado estaba parado Roth, lucía la misma vestimenta con la que lo vi la última vez. Hasta ahora notaba que la camisa que usaba estaba sucia y arrugada.
Sin previo aviso, mamá solo se acercó y me apretó en un abrazo. Eso hizo que mi corazón se encogiera y tomó todo de mí no sucumbir ante su consuelo.
—Lo siento tanto, Lay —susurró en mi oído. Apretó más su abrazo y luego me alejó un poco y examinó cada pedazo de piel visible. Mis piernas estaban un poco raspadas y comenzó a hacer un escándalo por ello.