¿Cómo es que pude olvidar la sensación que producía en mi cuerpo el estar en una sala de la corte? Cosas así no eran fáciles de borrar de tu mente. Al menos no debí permitir que se me olvidara, porque sabía que un día, no muy lejano, volvería al estrado.
No ayudaba a tranquilizarme estar del mismo lado que hace casi diez años, del lado del demandante. Iba a pasar a la historia como la persona que logró expulsar a tres personas de Primavera.
La habitación no podía estar más llena, por lo que me era casi imposible no asemejarla con la primera vez. La mayoría de las personas presentes eran conocidos de mi madre, gente con la que mantenía una relación de amistad o casi. Me eran familiares, pero no había cruzado más de una frase completa con ellos en toda mi vida.
Las personas sentadas a mis espaldas lanzaban abiertamente sus predicciones de cómo terminaría la sesión.
Solo podía esperar y ver qué pasaba.
Cuando mamá regresó a la habitación ayer, trató de explicarse. No me dijo más de lo que Gutiérrez ya me contó, pero logramos entendernos lo suficiente. Aprovechó para abrazarme y besarme; dejé que lo hiciera, aunque seguía enfadada.
La desilusión me mantenía decaída y ausente. Saber que Eliel me había dejado en mi habitación cuando entraron los de afuera, me revolvía el estómago. Si hubiese sido él, yo sí lo habría ayudado. Pero él no lo hizo, me abandonó en medio del dolor. No podía perdonarlo, no importaban sus razones, simplemente no podía.
Reconocía que yo no estaba bien emocionalmente, todo lo que sabía ahora era un golpe duro para mi psique, débil de por sí, y dormir en el complejo de La Orden en lugar de mi casa lo hizo más difícil. Estuve esperando por noticias de los padres de Ian. Quería saber qué pasaría con ellos.
Me enteré de demasiadas cosas durante mi estancia en la residencia de los uno. Tomás, el intemperie de avanzada edad que ayudaba a mi familia, fue herido cuando el ejército de los padres de Ian irrumpió en mi casa y arrasaron con todo a su paso. El pobre hombre, que en un intento por darles tiempo a los demás intemperie para escapar, sufrió de una golpiza. Mamá también estaba en la casa cuando todo sucedió, pero afortunadamente los guardias de los White habían sido suficientes para mantener el intento de ataque a raya mientras llegaba más ayuda.
Después de que Roth se marchara, mamá y los miembros de La Orden se encargaron de hacerme saber todo. Los Lenha habían perdido el sentido por completo cuando supieron del destino que sufrió su hijo menor, tanto que reunieron a los guardias que pudieron e hicieron lo que en ese momento encontraron como lo correcto, ir a mi casa e intentar vengar a Sean, dándome lenta y dolorosa muerte. Marcos, junto a su sobrina Gabriela, aseguró que todo había pasado y que el desorden y caos que creó la familia tres estaba controlado por completo.
Fue un alivio que no mencionaran a Ian como parte del complot. Aun así, por más que pregunté, no supieron decirme qué era de él, dónde estaba y lo que era más importante, cómo lo llevaba.
Una luz parpadeó llamando mi atención. La cámara se movía de un lado a otro capturando cada segundo de lo ocurría en la habitación. No recordaba la última vez que una sesión de la corte fuera televisada. De hecho, no había pasado en todos los años de administración de mi familia. Ni siquiera pensaba que era posible, pero los miembros de la corte pensaron que era lo adecuado para que todos sepan lo que pasaba si alguien desafía las reglas de esa manera. Como siempre, dando lecciones, mandando mensajes para que no se atrevan a cruzar la línea ni una sola vez.
Tal como la marca en las frentes de los milenials, un macabro mensaje.
—No voy a mentir, esto no será breve —confesó Mivla, quien se encontraba sentada a mi lado. Ella llevaría mi defensa—. El defensor asignado para los Lenha luchará por ellos porque es su deber. Tal vez haya dos sesiones, pero tranquila, conseguiremos que los exilien junto con los cuatros que los siguieron.
Palidecí ante la imagen de más de treinta personas exiliadas. Todo por mi culpa.
—Creo que necesito respirar un poco —anuncié poniéndome de pie. Mivla hizo lo mismo y asintió.
—No tardes demasiado. —Pidió poniendo su mano sobre mi hombro—. Empezará en poco tiempo.
Asentí y me abrí paso entre las personas hasta salir del edificio. Cuando el viento golpeó mi cara, sentí un gran alivio. Solo fue momentáneo, porque la asfixia que sentía en el pecho volvió en seguida. Ignoré todas las miradas. Siempre me pareció fácil hacerlo, pero en esta ocasión era diferente, porque me faltaba poco para que mi control se quiebre, demasiado poco.
Alguien me dio vuelta bruscamente. Vi con horror el rostro descompuesto por las lágrimas de una señora de unos cincuenta años. Se aferraba a mí de una forma que dolía.