Capítulo 20.
Al entrar a la casa todos los recuerdos me cayeron encima como un balde de agua fría y es que estando aquí no puedo reprimir las ganas de llorar, así me lo prometa miles de veces jamás podre dejar de llorar estando en esta casa y teniendo el valor que tiene para mí.
Odio ser tan sensible y amaría mostrarme fuerte pero se me es imposible, la sensibilidad forma parte de lo que soy y no puedo mostrar algo que ni por asomo seré.
¿Como ir y hacerme la fuerte cuando claramente me estoy muriendo por dentro?
Todavía no se como aguante todo el camino sin derramar una lágrima y es que creo que mi vida, si no tuviera aunque sea una tragedia no seria mi vida.
Es como costumbre verme sufrir siempre, como si a los demás les llamara la atención solo para hacerme sufrir y luego verme en el peor proceso de la vida.
"Superarlo"
No necesito a alguien para que me ame y me aprecia tal cual soy, eso me toca a mi, porque el amarme es parte primordial de la vida implica valorarte primero a ti antes que a los demás.
Por eso me amo, me valoro y decidí alejarme de aquello que, pese a haber sido doloroso para mi, me ha ayudado a no entregarme siempre sin miramientos.
Necesito cambiar de aires, necesito olvidar todo lo que me ha pasado estos últimos meses, necesito aislarme, por eso decidí cambiar de universidad para Enero.
No creo soportar verlo siempre y no querer abrazarlo o besarlo, tengo que alejarme lo más que pueda de él.
Llevo aproximadamente tres horas aquí y no he podido desempacar nada, he pasado este tiempo acostada en la habitación de mi abuela pensando cada vez que debe estar haciendo Nathan en este mismo momento.
¿A eso se le llamaría tortura? O ¿Estar completamente enamorada de alguien?
En realidad no lo se pero tampoco es algo que me importe, solo hubiese pagado para no verlo salir de ese baño junto a esa arpía.
Pero lo que paso nadie lo puede cambiar, son cosas que pasan porque sí.
Escucho que suena el timbre de la casa y me tensé al pensar que podría ser él ¿Que posibilidad habría de que él viniera a buscarme? Ninguna, lo sé.
Bajo rápidamente a ver quien se atreve a irrumpir en mi momento de "paz", seguro debe ser algún vecino a preguntar alguna cosa.
Abro la puerta y veo al chico del bus, es raro que este frente a mi en este preciso momento pero se que lo conozco de algo, al verlo en el bus sus ojos me dijeron «te conozco».
Y sí, siento que lo conozco de algo pero no recuerdo, bajo la miraba y veo que trae una tarta de chocolate, las que hacia mi abuela con la señora Firsh.
Claro, él es su nieto.
Dios como pude olvidarme de mi amigo de verano.
Él niño mas codiciado del vecindario.
—Hola...—— saluda él con una sonrisa de costado.
—Hola—— pienso en que decirle y no sale nada coherente de mi cerebro.
—¿Cómo éstas? —— pregunta y agradezco a mi amigo de la infancia.
—Bien ¿Y tú?—— le sonrió
—Bien—— miro detrás de él y veo el parque en donde jugábamos siempre——tanto sin verte Esmeralda.
—Lo mismo digo Dominik —— le sonrió y me hago a un lado para que pase.
—Me enteré de lo que paso con tu abuela hace unos meses y cuando vine ya te habías devuelto a la universidad—— seguro su abuela lo llamo—— ¿Muy difícil la vida universitaria?
—Oh, bueno no es tan difícil—— ni te imaginas lo que me ha pasado estos últimos meses—— solo es cuestión de acostumbrarte1— sonrió ampliamente y me pasó la tarta.
—Me imagino ——me quedó viendo muy fijamente y luego bajo la mirada a sus manos las cuales esta moviendo nerviosamente ¿Querrá decirme algo?
—Y bueno Dominik ——le sonrio—— ¿Quieres acompañarme a comprar las cosas para llenar mi nevera?——la pregunta lo toma por sorpresa pero después sonríe asintiendo.
****
Pasé la hora más divertida de mi vida en aquel supermercado comprando comida con Dominik, me di cuenta de que sigue siendo el mismo chico agradable de siempre, sin preocupaciones, sonriendole a la vida sin importar nada ni nadie.
Prácticamente el que hizo las compras fue él ya que yo solo había agarrado dos bolsas de café, azúcar, leche y galletas, como si así fuera alimentarme todo el tiempo que estaré aquí.
Después de eso me llevó a por un helado y no podía estar más encantada, de está manera no pensaría tanto en el porque de mi huida. Mejor aún pasármela con mi amigo de verano, con el que pase las mejores vacaciones de mi vida y sin duda la mejor de las infancias que ha podido tener algún niño.
Regresamos y él se fue a casa de su abuela y yo a la que ahora es mi casa.
Busque mi celular para distraerme un poco mientras me hago un poco de café, lo saque de mi bolso y lo enciendo, tengo unas diez llamadas de Marifer, quince de Esteben y treinta de Nathan más una lluvia de mensajes que no leere son razones obvias.