Intercambie almas con la hija del tirano.

Capitulo 11

Intento liberarme de su agarre, pero él ejerce aún más fuerza sobre mi brazo.

- Me estás lastimando detente.

- Qué diablos sucede contigo Penélope. Por qué no simplemente puedes comportarte como la niña buena que eres.

Niña buena... Así ha sido toda la vida de esta pequeña, pero esta noche no, esta noche conocerán a la verdadera Alisha y de lo loca que estoy. De un solo jalón me libero y le doy la espalda cuando Sebastián toca mi hombro me volteo y le doy un puñetazo rompiéndole la nariz.

Él simplemente se queda paralizado, inmóvil mientras unas gotas se deslizan por su boca hasta llegar a su reluciente camisa blanca.

- No vuelvas a ponerme una mano encima o lo próximo que romperé será tu brazo.

Salgo corriendo pasando por el lado de los otros dos hermanos que observaban todo desde las puertas del pasillo. No se atrevieron a decir nada y tampoco intentaron detenerme mientras yo busco como salir de ese lugar chocando con varios invitados que no me permitían pasar hasta que por fin llegó a un balcón en donde respiró desesperada.

Menos mal el pasillo estaba vacío y tal parece que los únicos que vieron lo sucedido fueron Baltasar y Dayton aun así no me siento tranquila. Digo le rompí la cara al príncipe de la oscuridad eso se considera como pena de muerte o algo así.

- Con que aquí está la pequeña zorra.

Me volteo asustada al escuchar esas voces detrás, genial son las tres locas del centro comercial y una de ella cierra la puerta mientras las otras dos me rodean.

- Te crees muy bonita y todo para intentar robar a mi hombre verdad maldita zorra.

- Espera te estás equivocando.. Yo no soy..

Antes de terminar de hablar una de ellas me agarra de los pelos mientras la otra me golpea en la rodilla haciendo que caiga.

- ¿No eres que? Una put* que se ve vende para poder venir a estas fiestas.

- No sabes quién soy estúpida así que mejor déjame ir ahora.

- La que no sabes con quién se metió eres tú, pero ahora lo sobras.

Siento como vierte todo su trago sobre mi cabeza mientras todas se ríen a carcajadas. Luego me empujan al piso para intentar romperme la ropa.

- Dejémosla desnuda así queda claro que es una zorra barata.

Antes ya estaba en mi límite y ahora estoy fuera de sí, tomó el tobillo de una y cuando cae sujeto a la otra de su escote y le rompo la cara con mi cabeza. La tercera intenta escapar y sus nervios le juegan en contra impidiendo que pueda abrir la puerta.

- Te gustó jalarme el cabello verdad, bien te dejaré ver que se siente ser intimidada y agradece que yo estoy sola no como tu cobarde.

Hago su cabeza para atrás y rompo el vídrio con su asquerosa cara operada. Ya no hay risas ni burlas, ahora solo gritos de dolor. La que cayó primero intenta ayudar a su amiga así que la tengo que volver a someter.

No pasa mucho hasta que todos llegan a ver cuál es el escándalo, es claro quien es el culpable, hay tres chicas sangrando y llorando y, por otro lado, estoy yo mojada y con mi vestido roto, pero para mi sorpresa todos vienen a auxiliarme.

- Que pasó Peny. - Dayton se quita su chaqueta y me cubre con ella.

- Ya sé que pasó. - Baltasar camina amenazante contra las chicas mientras ellas retroceden asustadas.

Pierre se hace presente y manda a todos de regreso quedando solo nosotros en el lugar.

- Hija que pasó.

Las chicas se arrodillan y comienzan a suplicar al escucharlo llamarme hija. Yo desvío la mirada.

- Yo te diré lo que pasó padre, cuando fuimos por el vestido nos encontramos con estas tres sanguijuelas las rechace diciendo que ya tenía mi pareja y como son tan estúpidas debieron de pensar que Peny era mi amante.

Esas palabras parecen endurecerlo más todavía incluso yo comienzo a tener miedo.

- Como se les ocurre pensar de una manera tan desagradable de mi hija y atreverse a lastimarla y humillarla en su propia casa.

- Perdónenos señor, no sabíamos que ella era su hija.

- No es escusa, saben lo que pasará ahora.

- Por favor.. Piedad.

- No volverá a pasar, nos iremos lejos muy lejos.

Pierre con una simple seña hace que aparezcan tres hombres quienes se llevan a rastras a las mujeres y no solo eso lo hace por el medio del salón enfrente de todos los presentes.

Las personas murmuran el cruel destino que les espera y lo peor es ver que sus padres están entre la multitud y ninguno de ellos dice o hace nada para ayudar a sus hijas.

Simplemente, desvían la mirada avergonzados. Eso me revuelve el estómago, nadie aquí tiene corazón.




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