Alexa estaba tumbada sobre su cama, rodeada por el reconfortante desorden de su habitación. Los libros y cuadernos se amontonaban en su escritorio, mientras el techo blanco se convertía en el lienzo perfecto donde proyectar sus pensamientos. Se debatía internamente, entre la tentación de seguir cada jugada de Arkady a través del livestream y el deseo de no saber nada de él.
Sin embargo la emoción del partido que transcurría al otro lado de la ciudad parecía llenar el aire de Járkov. Pero Alexa, fiel a su naturaleza cautelosa, luchaba por no sucumbir a la atracción magnética que Arkady ejercía sobre ella, consciente del dolor emocional que siempre le causaba en la secundaria.
Mientras tanto, Arkady brillaba en la pista de hielo, moviéndose con la gracia y habilidad que tanto admiraban sus compañeros y el público. Cada paso preciso, cada levantamiento de su palo para anotar un gol, arrancaba vítores del público.
El juego avanzaba, cada vez estaban mas cerca del final de la temporada apertura del campeonato de Hockey. Arkady deslizó el disco con una precisión calculada, y el estadio estalló en gritos de emoción cuando el disco cruzó la línea de meta. La victoria estaba asegurada, y Arkady levantó su casco para recibir los elogios de sus admiradores.
Alexa, impulsada por un torrente de emociones, finalmente sin poder resistirlo tomó su teléfono y al abrirlo el rostro de Arkady brillaba con orgullo y felicidad a través desde la pantalla. Una mezcla de tristeza y admiración recorrió su corazón mientras veía al chico que no podía evitar amar, a pesar de todo.
Alexa dejó escapar un suspiro mientras su teléfono vibraba débilmente entre sus manos. Había vuelto a caer en la irresistible tentación de seguir cada movimiento de Arkady.
Mientras el brillo del móvil iluminaba tenuemente su habitación, percibía en el aire la energía rebosante del estadio, como si ella misma estuviera ahí entre la multitud.
A pesar de lo que representaba Arkady en su mundo, no pudo evitar sonreír mientras veía cómo sus compañeros de equipo lo levantaban triunfantes. El nombre de Arkady resonaba por todo el estadio, y cada vez que lo escuchaba, un mar de emociones luchaba dentro de ella. Había algo inexplicablemente atractivo para Alexa, en su sonrisa y en cómo parecía ser el epicentro de todas las miradas.
Alexa se encontró atrapada entre el placer secreto que le producía verlo brillar y el dolor persistente de saber quien era realmente como ser humano.
Mientras sus dedos acariciaban la superficie táctil del móvil al ver su rostro, sentía que su corazón palpitaba con fuerza.
Arkady, con su casco en mano, saludaba a su público con esa mezcla de satisfacción y arrogancia que lo caracterizaba. Y era momento de la entrevista que siempre se le hacía al acabar cada partido. Fue el momento en que Alexa apagó su teléfono, dejando escapar a un pequeño bufido de frustración mientras la entrevista de Arkady continuaba en la pantalla.
Su resistencia había llegado al límite, y la arrogancia que brotaba de cada palabra del Arkady le provocaba tortícolis.
Se levantó de la cama, decidida a sacudir la incomodidad que se había instalado en su pecho.
Se sentó en su escritorio, rodeado de sus libros de texto, y miró por la ventana. La nieve caía suavemente, cubriendo el paisaje con un manto blanco.
—Siempre arrogante — murmuró para sí misma, intentando enfocar sus pensamientos en algo más productivo. Sabía que tenía que prepararse para sus exámenes, pero concentrarse con Arkady todavía en su mente era una batalla imposible.
—Tan idiota —agregó. —Te odio tanto Arkady, no sabes cuánto te odio. Eres el chico más guapo e idiota que he conocido en mi vida.
Repetía mientras escribía en su cuaderno.
Mientras tanto, en la otra parte de la ciudad, Arkady respondía a las preguntas de los reporteros con sonrisas ensayadas y comentarios cuidadosamente calculados.
—Toc toc —Alexa levantó la mirada fijándola en la puerta de su habitación al ver quien ingresaba. Su padre, su amoroso y consentidor padre entraba con un vaso de leche y galletas.
—Mi princesa estudiando como siempre —dijo su padre bajando lo que había traído sobre el mueble y se acercó a dejarle un beso en su frente.
—Hola pá —dijo ella sonriendo ligeramente.
—Qué frío está haciendo afuera, por favor abrígate bien para ir a clases mañana —le aconsejó.
—Sí, descuida papá. Voy bien abrigada, sabes que odio sentir frío.
—Eso es mi niña. Por cierto quería comentarte que pasado mañana voy de viaje a Nueva York, unos días, una semana tal vez —Alexa apretó sus labios entre sí.
Sabía que su padre tenía un cargo importante en las compañías petroleras de los “GOLDSTEIN” quien eran nada más y nada menos que la familia de Arkady Goldstein. Sí, su padre era el jefe de seguridad de Goldstein y Co.
Dimitri Goldstein, el padre de Arkady, lo apreciaba mucho y donde quiera que iba lo llevaba. No movía un pie sin su más leal jefe de seguridad.
Alexa apretó sus labios entre sí, un gesto habitual en ella.
—Trabajo es trabajo —dijo encogiéndose de hombros. Alexa no podía quejarse. Ya que su padre, como ex militar retirado ya de por si ganaba mucho dinero y al ser el jefe de seguridad de uno de los hombres más influyentes y poderosos de Ucrania ganaba más dinero aún. Gracias al trabajo de su padre, Alexa tenía una vida económica alta. Tenía lujosos autos, se iba de vacaciones a otros países y hasta se podía dar el lujo de comprar ropas de marca, pero eso a ella no le interesaba. Prefería vivir una vida sencilla sin aparentar nada y cuanto más invisible para todos, era mejor.
—¿Está todo bien? —su padre le pellizcó sus mejillas gorditas y rosadas.
—Sí señor —respondió ella sonriéndole a su padre.
—Tómate tu leche y tus galletas para dormir.
—Papá, si me sigues dando galletas dentro de poco rodaré para bajar las escaleras —dijo ella.
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Editado: 01.05.2025