Intercambio de Corazones

2. El poder de Arkady

En la secundaria Járkov, todo era alegría al día siguiente, los chicos del equipo de Hockey eran los reyes del instituto y Arkady se posicionaba como el mejor en todos los aspectos de su vida. El eco de la victoria en el partido de anoche aún resonaba entre los pasillos. Arkady llegaba al instituto como un rey regresando a su reino, bajando de su poderososísimo Maserati, un regalo de su padre por su decimoséptimo cumpleaños.

Los alumnos iban y venían, pero todos, sin falta, hicieron una pausa para volverse y aplaudir cuando Arkady salió del coche con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Su magnetismo era innegable, como si la misma esencia del ser popular fluyera naturalmente desde su figura.

Desde la distancia, Alexa observaba la escena con sentimientos encontrados. Las mariposas en su estómago no eran de la variedad romántica, sino aguijones de ansiedad al saberse observada, aunque fuera de forma indirecta. Sus ojos se entrecerraron levemente detrás de sus gafas de montura negra, libros apretados a su pecho mientras avanzaba hacia la entrada del instituto, su refugio y su tormento. Intentaba moverse silenciosamente entre la multitud, como una sombra que no deseaba llamar la atención.

Pero al caminar, de reojo, vio que Arkady giraba la cabeza en su dirección. El contacto visual fue fugaz pero intenso. Fue suficiente para provocar una marea de inseguridad en Alexa, quien no vio su camino y tropezó con la grada de la entrada, sus libros y cuadernos cayeron al suelo llamando la atención de todos.

Las risas no tardaron en aparecer, primero una burla de parte de Arkady que fue como un golpe certero, y luego las risas de otros alumnos, ecos de ese mismo desprecio que siempre la rodeaba.

Alexa se levantó rápidamente, el color escarlata en sus mejillas era inconfundible. Se agachó para recoger sus cosas, sintiendo cómo el mundo se comprimía en torno a ese instante. Su corazón latía tan rápido que parecía querer escapar de su pecho.

La escena terminó tan rápido como había iniciado, y los estudiantes comenzaron a dispersarse a sus clases. Alexa, con todo ya en su sitio, finalmente entró al instituto con pasos apresurados, deseando que la rutina del día borrara esa pequeña tragedia personal.

Mientras avanzaba por los pasillos, sus pensamientos eran interrumpidos por flashes de esa mañana: la mirada de Arkady, el dolor de las risas.

No pudo evitar preguntarse por qué su presencia la afectaba tanto, por qué no podía simplemente odiarlo y mirarlo con indiferencia.

Alexa ya estaba sentada en el salón de clases junto a su amiga Mireya. La charla entre ellas giraba en torno a la tarea de literatura que debían entregar hoy, pero ella no había podido terminarlo.

—No te preocupes, Alexa. Sabes que la profe siempre alarga la fecha límite —comentó Mireya con una sonrisa, sacudiendo su cabello oscuro de modo despreocupado.

Alexa asintió aunque su mente estaba a kilómetros de distancia. —Sí, pero no quiero estar desprevenida sin terminar la tarea —, respondió, tratando de enfocarse en la conversación y no en los murmullos que comenzaban a elevarse.

El estruendo en el aula fue como el repique de una campana de alarma cuando Arkady entró, irradiando confianza y una energía desbordante. A su lado, abrazaba a Ekaterina, la chica más popular y hermosa de la secundaria.

La entrada de Arkady y Ekaterina siempre era sacado de una telenovela. Alexa, a pesar de sus intentos por ignorar la escena, no pudo evitar entrecerrar los ojos hacia el espectáculo que se desarrollaba frente a ella. Su corazón, que había tratado de mantener bajo control, comenzó a latir más rápido, llenando su mente con un mar de pensamientos contradictorios.

—Es como si fuera una pareja sacada de una revista — susurró Mireya a su lado, subrayando lo obvio. Aunque quisiera no darle importancia, un pequeño nudo de inseguridad se formó en el estómago de Alexa. Sabía que Arkady era una figura central en el instituto, pero ver esa conexión entre él y Ekaterina la hizo sentirse más invisible de lo que ya se sentía.

Arkady por breves segundos miró a Alexa directamente a los ojos y ella nerviosa y con las manos temblorosas ajustó sus gafas gruesas. Pasó saliva y se obligó a bajar la mirada.

Arkady se deslizó a su asiento, riendo con Ekaterina, como si el resto del mundo no importara, como si el sol solo brillara para ellos.

—¡No te olvides de lo que me prometiste —exclamó Ekaterina con una sonrisa traviesa, entrelazando su brazo en el de Arkady. Alexa sintió un ligero pinchazo de celos al ver esa imagen.

Más tarde la biblioteca estaba sumergida en un silencio reverente. Alexa se encontraba sentada en una mesa alejada de todos en el fondo con Mireya, concentrada en un libro de literatura. Intentaba reprimir la montaña rusa de emociones que aún sentía tras los últimos eventos.

Mireya, al notar la distracción de su amiga, intentó traerla de vuelta a la conversación. —Alexa, ¿crees que esta cita de Pushkin refleja realmente la sociedad de aquella época? — preguntó con un tono animado, buscando distraer a su amiga.

Alexa avanzando mecánicamente, forzando una débil sonrisa hacia Mireya. —Sí... algo así —respondió, aunque su mente estaba a kilómetros de distancia y Mireya sabia muy bien en donde.

De repente, la figura de Arkady apareció en la entrada de la biblioteca, moviéndose con su característico andar seguro. Mireya levantó la mirada y notó el cambio en el aire, su sonrisa desapareciendo al darse cuenta del motivo de la tensión de Alexa.

Arkady se acercó con pasos decididos a la mesa en donde las dos jóvenes estaban haciendo la tarea y, sin mediar palabra, hizo un gesto con la cabeza indicando a Mireya que se retirara.

—Ella no se irá a ningún lado —lo desafío Alexa poniéndose de pie, Arkady solo dibujó una media sonrisa de lado.

—Te espero afuera, Alexa, no pasa nada —dijo Mireya. Realmente ella no quería problemas y le temía a Arkady.




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