—¿Por qué me dejaste sola con él? —reclamó Alexa llegando junto a Mireya quien la esperaba sentada en uno de los bancos.
—Lo siento, pero Arkady me intimida, me pone nerviosa cuando se acerca, además me ordenó de forma tácita.
Alexa rodó los ojos tirando su mochila sobre la mesa y se sentó al lado de su amiga.
—¿Y qué quería? —Mireya rodeó el hombro de Alexa con uno de sus brazos, tratando de darle consuelo.
Alexa se mordió el labio, su mente ocupada con el recuerdo de cómo Arkady la había seducido nuevamente y, como siempre, ella había caído en su juego de nuevo.
—Que le hiciera la tarea de literatura para el viernes —respondió Alexa, su voz un susurro de frustración mientras miraba sus manos entrelazadas sobre su mochila.
Mireya rodó los ojos, dándole un ligero empujón amistoso. —Me supongo que te negaste.
Alexa, nerviosa, mordió su dedo pulgar y desvió la mirada. —Lo intenté, pero… él es tan persuasivo.
—Deja de ser tan tonta y obedecer siempre sus órdenes. Siempre se burla de ti —exclamó Mireya, levantando una ceja en señal de advertencia.
—Me lo pidió muy amable, de verdad, no fue grosero, esta vez. —Alexa se encogió de hombros, sintiéndose atrapada entre el deseo y los nervios que el chico más popular del instituto le provocaba.
Mireya soltó un suspiro. —No importa cómo lo diga, sigue siendo un manipulador. Tienes que aprender a decir no, Alexa.
Ella miró a su amiga, sintiendo el peso de la verdad en sus palabras. —Lo sé… y estoy tratando, pero es difícil cuando me sonríe y…
Mireya la miró fijamente. —No dejes que sus encantos te engañen una vez más. Eres más fuerte de lo que crees, y lo sabes. Alexa, cuando te lo pide así, recuerda todas las burlas que te ha hecho durante todos estos años.
Alexa sonrió débilmente, reconociendo la verdad en las palabras de su amiga. —Tienes razón, gracias por recordármelo. Para la próxima ya me voy a poner fuerte y decir que no.
—Eso Alexa, no caigas en su trampa otra vez —dijo Mireya con una sonrisa.
Alexa llegó a casa y, sin pensarlo dos veces, se dejó caer en la cama, mirando al techo en un estado de ensueño. El silencio de la habitación contrastaba con el tumulto en su corazón. Recordaba cada detalle de su encuentro con Arkady; su voz tan encantadora, el brillo en sus ojos, y esa forma en la que la miraba que hacía que su estómago se revolviera.
Su corazón latía con fuerza, casi como si tratara de escapar de su pecho. No podía evitarlo, cada vez que él se acercaba, sentía una mezcla de emoción y nerviosismo que la desarmaba. Aunque él siempre se burlaba de ella, encontrando formas ingeniosas de hacerla sentir menos que el polvo del piso, Alexa no podía evitar emocionarse.
El recuerdo de lo que pasó en la mañana, la forma en que había inclinado la cabeza, su voz suave mientras le hablaba… Era como si, por un instante, la burla se desvaneciera y solo existiera el momento entre ellos.
—No debería estar sintiéndome así —murmuró para sí misma, mientras se pasaba una mano por el cabello. A pesar de las advertencias de Mireya, su corazón seguía enviándole señales contradictorias.
¿Qué tenía Arkady que la atraía tanto? Ella sabía que debía mantenerse alejada, que era un juego que la hacía daño, pero en lo más profundo de su ser, no podía dejar de pensar en él. Se preguntó si alguna vez podría ser más que una simple fuente de entretenimiento para él.
—Lo dudo, para Arkady solo soy la chica nerd gorda que lo divierte, su bufón y su secretaria para hacerle sus deberes. Eso es todo lo que soy para ella.
Con un suspiro, Alexa se giró de lado, atrapada entre el deseo y la razón, sabiendo que, en algún momento debía decir basta.
Era viernes y el aire fresco de la mañana envolvía al instituto Járkov. En la entrada de la preparatoria, Arkady estaba con su grupo de amigos, proyectando ese aura de confianza que le era tan inherente. Se encontraba reclinado sobre el capó de su lujoso auto, con Ekaterina abrazada a su lado. La conversación fluía fácilmente, acompañada de risas y alguna que otra broma cómplice que resonaba en el aire.
Entre la multitud de alumnos que iban llegando, Arkady detectó a Alexa. Ella se acercaba con sus pasos inseguros. Algo en la determinación de su andar lo hizo fijar su atención completamente en ella, apagando por un instante el mundo que lo rodeaba.
Ekaterina, siempre atenta a los cambios de comportamiento de Arkady, notó la súbita distracción de su pareja. Miró en la dirección de su mirada y también vio a Alexa, pero optó por no comentar nada, aunque sabía que el nombre de aquella chica llevaba un peso especial en la vida de su chico
Alexa, con su andar habitual, levantó ligeramente la cabeza, y de forma inevitable, sus ojos se encontraron con los de Arkady.
Durante esos breves segundos, las emociones de Arkady se entrelazaron en un complejo torbellino que iban en aumento cada vez que Alexa se acercaba al grupo de amigos que lo rodeaban a él.
Alexa llegó hasta ellos, con una mezcla de nerviosismo y determinación.
—Hola, Arkady — logró decir, su voz temblaba.
Todos los ojos se centraron en ella, quien tomó una respiración profunda antes de continuar.
Alexa, nerviosa, se acercó a Arkady con la hoja de su trabajo en mano. El nudo apretaba su garganta y sus manos temblaban ligeramente.
—A…aquí tienes —dijo, la voz apenas un susurro mientras le extendía el trabajo.
Arkady la miró de reojo, sus labios curvándose en una ligera sonrisa burlona. Al tomar el papel, comenzó a hojearlo, deteniéndose en las observaciones bien elaboradas que ella había hecho sobre el libro. Sin embargo, no podía evitar el impulso de provocar un poco.
—Vaya, así me gusta gordita, que aprendas a obedecer —dijo con un tono sarcástico, mientras su grupo de compañeros soltaba risitas
—Bien hecho, toma te has ganado cinco dólares, para tus galletas, hay que llenar esa panza —le dijo extendiendo un billete de cinco dólares bacía ella con una sonrisa burlona en sus labios.