Intercambio de Corazones

4. Alexa 1 idiota 0

La cálida luz de la tarde de aquel viernes entraba por las ventanas abiertas de la habitación de Mireya, donde Alexa y su amiga compartían risas y secretos. Habían decidido pasar el resto de la tarde juntas, buscando un respiro de la agitación emocional del instituto. De lo que había pasado con Arkady esa mañana.

La casa de Mireya ofrecía el alivio que Alexa necesitaba. En su casa no había nadie, su padre estaba de viaje y no volvería en unos cuantos días. Ella se sentía sola y aunque la señora Annia la cuidaba como su hija así como lo hizo desde que era bebé, ella se sentía sola cuando su padre no estaba en su casa.

Ambas se encontraban sentadas en el suelo, rodeadas de almohadones de colores y con una bandeja de pequeños pastelitos en el centro, que la amable madre de Mireya les había preparado. Mientras comían, el sonido monótono de una película clásica llenaba la habitación, pero apenas prestaban atención a la pantalla, más satisfechas en sus conversaciones de adolescentes que las mantenía unidas.

—Creo que necesito este tipo de días más a menudo —confesó Alexa tras morder su pastelito, disfrutando del dulce sabor que contrastaba con las emociones amargas de los días recientes. Mireya, siempre atenta a sus estados de ánimo, pensando comprensiva.

—A veces, dejar descansar la mente es todo lo que hace falta —respondió Mireya con una sonrisa tranquila.

—Ojalá terminara pronto la escuela —dijo Alexa y Mireya se echó a reír.

—Acaba de empezar —respondió mientras su amiga se encogió de hombros mientras suspiraba dándole otro mordisco a su pastelito de crema.

—No sé cómo voy a soportar a Arkady por un año entero —dijo Alexa bajando la cabeza mientras jugaba con su pastelito.

—Debes dejar de tenerle miedo y decir no —Alexa enarcó una ceja mirándola.

—¿Me habla de miedo la que me dejó sola el otro día y salió huyendo despavorida?

Mireya se mordió la uña. —Bueno, pero a mí no me fastidia.

Alexa rodó los ojos. —Oye, oye, tengo una teoría del porque Arkady te molesta tanto —expresó Mireya moviendo la cabeza varías veces.

—¿Cuál es esa teoría? —Alexa le dio un mordisco a un nuevo pastelito de canela.

—Mmm, esto está de muerte lenta, delicioso —dijo saboreando el delicioso pastelito.

—Le gustas a Arkady —terminó de decir Mireya, logrando que su amiga abriera tan grande los ojos que sus gafas se le cayeron del rostro.

—¡¿Qué?!

Dijo exaltada y luego se echó a reír a carcajadas. —¿Qué? No te rías, estoy hablando en serio —dijo Mireya con una pequeña sonrisa.

—Estás loca, como se te ocurre que un chico como él se va a fijar en mí, en la gorda nerd sin gracia —seguía riéndose.

—Es mi explicación más lógica. ¿Por qué no? Puede que seas su tipo y no quiera aceptarlo.

Alexa se echó en el suelo sin parar de reír.

—No le gusto, más bien a él le gusta burlarse de mí, eso es todo Mireya. Ama sentirse poderoso haciéndole la vida imposible a la gorda del instituto.

—Deja de llamarte así. Alexa no estas gorda, solo estas rellenita.

Alexa suspiró. —No es cierto, estoy gorda. Tú eres delgada, comes y no engordas, yo creo recibí una maldición, apenas huelo un pan y ya engordo.

—Tienes 70 kilos, eso no es mucho.

—Y tú tienes 52 kilos y tenemos la misma edad y la misma estatura. Aunque intentes decir lo contrario, estoy pasada de peso, Mire.

—¿Has pensado hacer dieta?

Preguntó su amiga de forma sincera.

—¿Y perderme de comer lo que quiero? Eso no va a pasar —ambas se echaron a reír.

—Solo será un año más, luego ya nunca lo volveré a ver, cada uno va a crecer y hacer su vida. La gente madura no discrimina. Ese idiota es un inmaduro y no tiene nada en el cerebro.

—Eso si —dijo Mireya y se pusieron a reir.

La tarde fue pasando sin que se dieran cuenta, consumidas por conversaciones y recuerdos. El sol comenzó a ocultarse lentamente y la noche llegaba poco a poco.

—Ya es hora de que me vaya a casa —anunció Alexa finalmente, levantándose para despejar el desorden.

—Ojalá pudieras quedarte a dormir.

Mireya la abrazó. —Debo avisar a Annia, no puedo simplemente quedarme, otro día será, te quiero amiga —declaró Alexa mientras dejaba un beso en la mejilla de Mireya.

Alexa era muy correcta, nunca hacía nada fuera de lugar. Su padre confiaba mucho en ella y no quería perder esa confianza.

La madre de Mireya las despidió en la puerta con una sonrisa cálida.

—Nos vemos el lunes —dijo Mireya con un guiño. Alexa le lanzó un beso y se alejó caminando a pasos lentos. Su casa quedaba muy cerca, solo debía caminar unas cuatro cuadras para llegar a la suya.

Alexa caminaba hacia su casa, una ligera brisa acariciando su rostro mientras tarareaba suavemente una melodía que había escuchado en la tarde.

Sin embargo, su apacible caminata fue interrumpida por un alegre murmullo proveniente de un café al otro lado de la calle. El sonido de risas animadas atrajo su atención, y al ajustar sus gafas para ver mejor, reconoció las siluetas de Arkady y su grupo de amigos reunidos alrededor de una mesa.

El corazón de Alexa dio un vuelo.

Intentó apartar la mirada, pero una fuerza inexplicable la mantenía fija en esa imagen de Arkady, con su sonrisa encantadora y su presencia dominante, parecía el epicentro de la conversación, como si el mundo entero se moviera en torno a él. Alexa se permitió un pequeño suspiro, consciente de lo inalcanzable que él era.

Luego se dio cuenta de que si seguía ahí era probable que Arkady o alguno de los chicos la notara, así que apuró sus pasos, intentando pasar desapercibida. Sus piernas cortas se movían con diligencia, llevándola lejos de la cafetería donde Arkady y sus amigos se reían sin preocupación. Su corazón latía con fuerza mientras caminaba con prisa ajustado su mochila a su espalda.

De repente, el rugido de un motor interrumpió la calma del momento. Giró su rostro y apuró sus paso. Un auto deportivo se detuvo abruptamente frente a ella. Alexa reconoció el inconfundible Maserati de Arkady, su presencia metálica era imposible no reconocer.




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