Llegó el viernes y Alexa sentía que tanta calma y tranquilidad en su vida era extraño. Que Arkady no le hiciera nada después de lo que ella le hizo con el examen, también era extraño. Pero ella estaba en alerta, sabía que en cualquier momento la repercusión sería fatal.
Mientras tanto Alexa se encontraba aun en el interior del auto de su padre, quien ya había regresado de su viaje, en la entrada de la casa de Arthur, uno de los amigos de Arkady en cuya casa se realizaría la fiesta de victoria del equipo de Hockey.
Mireya sentada en el asiento trasero del auto esperaba a que Alexa se decidiera a bajar, dudando, mientras observaba a los grupos de estudiantes que ya habían llegado, todos riendo y hablando con vibrante entusiasmo. Las insistencias de Mireya habían funcionado, y a pesar de su reticencia inicial, Alexa había finalmente decidido asistir. Sin embargo, el nudo de nervios en su estómago la hacía querer darse la vuelta y regresar a la seguridad de su hogar.
Un suave toque en su hombro la sacó de sus pensamientos. Su padre que se encontraba a su lado, le sonrió con ese brillo incansable en sus ojos.
—¿Estás segura que quieres quedarte? Si no quieres podemos regresar —le dijo mientras tanto Mireya rogaba por dentro, ella quería quedarse en la fiesta.
—Nos quedaremos —dijo finalmente Alexa, Mireya por su parte sonrió emocionada.
—Bien, cariño, me llamas para pasar por ti. Recuerda que, el alcohol, le hace ver guapos a los chicos idiotas, las drogas, te dañan las neuronas y te hace cometer errores de las cuales luego te arrepientes, y el sexo sin protección tendrá sus consecuencias en nueve meses o medicamentos toda tu vida y una muerte prematura y no queremos eso.
—¡Sí, Papá! —respondió Alexa sonriendo.
Su padre le guiñó un ojo y le besó la frente.
—Qué disfruten de la fiesta.
Bajaron las dos, Mireya emocionada, Alexa nerviosa y con frío, se ajustó su pequeña chaqueta.
Juntas caminaron hacia la casa. La música resonaba sutilmente, y las voces resonaban por todo el lugar. A medida que avanzaban entre la multitud, Alexa intentaba calmar sus pensamientos recordándose que se trataba de una oportunidad para conocer mejor a sus compañeros, distraerse y compartir.
Cuándo entraron al interior de la casa, las miradas se posaron en ellas, específicamente en Alexa, pero luego ya nadie les prestó atención.
Alexa paseó su vista por todo el lugar. A lo lejos, Arkady se encontraba en el epicentro del evento, rodeado de sus amigos y todo aquel que lo idolatraba, su risa audible entre el bullicio. Su carisma natural brillaba, incluso en medio de la multitud. Por un instante, sus miradas se cruzaron. Arkady le dedicó una mirada fugaz antes de regresar a su conversación.
Mientras Mireya tiraba de su brazo, llevándola hacia un grupo de estudiantes que conocía.
La noche avanzó con rapidez. Alexa, a pesar de su aprehensión inicial, comenzó a disfrutar del ambiente.
Y Mireya consiguió lo que tanto quería esa noche, Luca, el chico que le gustaba, se acercó a ellas.
Les ofreció cervezas, Alexa le dijo que no, recordando las palabras de su padre, mientras Mireya aceptó y comenzó a prestarle toda su atención a ese chico. Alexa comenzó a beber refrescos, se sentó en un sofá y se quedó allí como un pollito asustado y mojado, mientras bebía y bebía de su vaso de refresco, hasta que le entró ganas de ir al baño.
El baño de abajo estaba repleto y una de las chicas estaba allí vomitando sin parar.
—Qué asco —dijo Alexa y miró escalera arriba. Decidió buscar arriba otro baño, porque ya no soportaba las ganas de hacer pis.
A medida que subía los escalones, buscando el baño para despejarse un poco, sentía que su vejiga iba a explorar.
El ruido de la fiesta se tornaba más distante mientras alcanzaba el pasillo casi desierto del segundo piso.
Abriendo una puerta al azar, Alexa entró en una habitación buscando el baño, pero en lugar de encontrarlo, se encontró con lo que parecía un estudio lleno de libros y muebles antiguos. La suave luz de una lámpara iluminaba el espacio de manera tenue, proyectando sombras que danzaban a su alrededor.
—Aquí debe haber un baño —dijo y abrió una puerta, efectivamente era un pequeño sanitario. Con prisa se bajó el pantalón y descargó su vejiga. Cuando terminó se miró al espejo, se lavó las manos y volvió a salir de allí. Y justo cuando se disponía a salir de lo que parecía ser una pequeña biblioteca la figura de uno de los chicos de la fiesta apareció en el umbral, con una pequeña sonrisa. Ella se detuvo abruptamente y retrocedió un paso, sin entender porque el chico cerrada la puerta con ella aun adentro.
—Vaya, vaya, la gordita sexy —dijo con voz cargada de un sarcasmo. Mientras él se acercaba, ella retrocedía instintivamente, el tono de sus palabras despertando un instinto de alerta que había aprendido a no ignorar.
La sospecha de que su vulnerabilidad podía ser un juego para otros reverberaba en su interior.
—Déjame salir… debo irme —intentó decir, su voz más débil de lo que hubiera querido. Pero el chico parecía ignorar sus palabras, acercándose todavía más.
La habitación, aunque llena de mobiliario pesado, parecía de repente claustrofóbica, buscando una forma de escapar sin hacer una escena que atrajera más atención de la que deseaba.
Al sentir la pared tras ella, las opciones parecían escasas, y Alexa cerró los ojos un instante, tratando de recuperar el control sobre su respiración. En ese preciso momento, el sonido inconfundible de un golpe resonó en el aire desde el pasillo.
El chico se detuvo, su atención desviada momentáneamente por el ruido afuera. Fue suficiente para que Alexa encontrara una fracción de determinación, avanzando rápidamente hacia la puerta, aprovechando su momentáneo desconcierto.
Pero no pudo lograr abrir la puerta y salir porque el chico decidido a hacer algo con ella la tomó de la muñeca y la pegó a la pared.