Intercambio de Corazones

8. Tregua

Apenas Alexa cruzó el umbral de la puerta de su casa, su padre, quien estaba sentado en la penumbra en su sillón de cuero en la entrada, se levantó preocupado. La luz tenue del pasillo reveló las líneas de preocupación en su rostro.

—¿Con quién has venido?¿Por qué no me llamaste para ir a buscarte? —preguntó su padre, su voz un susurro cargado de inquietud.

—No quería molestarte, papá. La madre de Mireya nos trajo —respondió Alexa, intentando restarle importancia al asunto mientras se quitaba la chaqueta.

El padre frunció el ceño.

—¿La madre de Mireya ahora conduce un lujoso Maserati? —inquirió, sin poder ocultar una pequeña sonrisa en sus labios.

—¿Qué habíamos dicho sobre mentir, Alex? —su padre preguntó, su voz firme y penetrante.

Alexa se mordió el labio inferior, sintiendo el peso de sus palabras.

—Lo lamento. Me trajo… —vaciló. No quería decirlo, pero ella nunca le mentía a su padre.

—Arkady —su padre elevó una ceja, su tono mezclando sorpresa y reproche.

—¿Ya son amigos? —preguntó, consciente de la enemistad que siempre hubo entre su hija y el hijo de su jefe.

Alexa sintió un escalofrío recorrerle la espalda al recordar todo lo que esa noche había ocurrido. Pero lo que no podía sacar de su mente era el beso de Arkady, sus suaves labios, su primer beso. Ahora en lugar de odiarlo aun más, solo lo amaba con más obsesión que antes.

—No es así, papá. Solo… se me ofreció en traerme, no somos amigos, tampoco enemigos—se defendió, aunque sabía que la verdad era más complicada. Ni ella sabía lo que había entre ese chico y él, un día parecía odiarla, al otro la defendía.

—¿Estás bien? ¿Te divertiste? —volvió a cuestionar su padre, mirándola con duda. Había algo en los ojos de Alexa qué él no podía ignorar, pero tampoco quería invadir todo el espacio de su hija.

—Todo bien, papá. Hace mucho frío —respondió abrazándose a si misma.

—Sube a descansar —aconsejó su padre y ella asintió no sin antes acercarse a su padre y dejarle un beso en su mejilla.

Su mente era un torbellino de emociones contradictorias. Detestaba a Arkady en la misma magnitud en que le gustaba.

«Me besó» susurró tocando sus labios apenas entró a su habitación cerrando la puerta detrás.

—No debería pensar en eso, no debería pensar más en él, es un idiota, un bruto, me iba a dejar sola en medio de la noche, en un lugar desconocido.

—Solo lo hizo por molestarme, ¿o acaso? ¡Ay Dios mío! ¿Acaso Arkady sabe que él me gusta? No, es imposible, nunca le he demostrado ningún interés más que mi profundo odio.

«Solo lo hizo por molestar»

Al día siguiente Alexa seguía pensativa mientras jugaba con su plato de cena. Su padre sabía que algo pasaba, era su platillo favorito de macarrones y ella siempre lo devoraba al instante.

—¿Entonces ese muchacho, no ha vuelto a molestarte? Mira que si sigue molestando hablaré con su padre y…

—No, papá, no lo hagas. Digo, Arkady no me ha vuelto a molestar, sigue siendo un idiota, pero sé lidiar con él —respondió Alexa con prisa. Lo que menos quería era causar molestias a su padre y menos que se lo diga a su jefe. Arkady se lo tomaría muy personal y las burlas y humillaciones serian peores.

—¿Estas segura, hija?

—Ajá, si pá, nada de que preocuparse —dijo Alexa, pero no había tocado su cena.

—Sabes que sea lo que sea puedes contar conmigo, ¿no es así?

Ella asintió. —Lo sé papá, gracias.

—Digo, no es que sea el mejor padre del mundo, pero quisiera que confiaras en mí y…

—Lo estas haciendo genial papá, toda la vida —respondió Alexa mirándolo. Él le sonrió y apoyó una de sus manos sobre la de ella.

—He intentado ser un buen padre para ti.

—Eres el mejor, papá, de eso no tengas dudas.

Alexa y su padre eran solo ellos desde que la madre de Alexa murió en el parto, dejándolo solo con una pequeña bebé recién nacida. Desde ese día él juró dar su vida por su pequeña Alexa si fuera necesario.

El fin de semana había pasado muy rápido y la bruma del lunes por la mañana aún no se había disipado completamente del patio del instituto Járkov cuando Alexa cruzó la entrada.

Alexa se dirigió hacia su casillero. La fiesta era el tema de conversación de todos los alumnos del instituto. Todo lo que ella oía al pasar eran recuerdos del desenfreno del viernes en la noche.

Pero lo que realmente alteraba a Alexa era saber que lo vería y eso le hizo latir el corazón con fuerza.

Al llegar a su casillero, comenzó a organizar sus libros. Mireya llegaba a su lado en ese preciso instante, rompiendo el hilo de sus pensamientos una sonrisa fresca y acogedora. Habían hablado muy poco el fin de semana.

—Ahora si quiero saber todo lo que pasó el viernes, ¿como es que el idiota de Arkady te llevó a tu casa? —preguntó Mireya, dándole un pequeño empujoncito amistoso.

Alexa esbozó una sonrisa, para disimular sus nervios.

—Ya te dije como se dieron las cosas, además solo fue para vengarse de mí, casi me deja tirada sola en medio de la noche —dijo, echando un vistazo al pasillo lleno de estudiantes, buscando inconscientemente una figura específica.

Mireya río. —Bueno, no es de extrañarse. Es un idiota, y eso no se le quita bañándose —dijo su amiga.

—¿Y tú? —Alexa cerró su casillero mirando a Mireya.

—¿Dónde fuiste a parar el viernes? —reclamó curiosa. Mireya haciéndose la desentendida cerró su casillero y dio media vuelta para avanzar hacia su salón de clases e ignorar el cuestionamiento de su amiga.

—Espera, Mireya, no me dejes hablando sola.

—A casa, donde más —respondió Mireya, pero muy poco creíble.

—Sí, ajá, a tu casa. Luego de clases me cuentas todo —declaró Alexa entrando al salón.

Y sentándose en su asiento habitual esperó y esperó, su ansiedad de verlo le provocaba un gran revoltijo en el estómago, pero Arkady no apareció en la clase, Ekaterina tampoco y una punzada de celos la atravesó.




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