Intercambio de Corazones

10. Hermanastro

Sintiendo aún el leve dolor en su frente, Alexa estaba sentada en el cómodo pero impersonal sofá de la oficina del director, sus gafas rotas descansando en su regazo. Las palabras de consuelo de Mireya y la atmósfera tranquilizadora de la enfermería habían hecho poco para calmar la tormenta de emociones que rugía en su interior.

Su corazón comenzó a tamborilear con fuerza al darse cuenta de que su padre llegaría en cualquier momento, presionado por la urgencia de saber que ella estaba bien.

El padre de Alexa, aunque era un hombre de porte y apariencia dura, ruda y fuerte, con una mirada cargada de determinación, cuando se trataba de su única hija, de su tesoro, haría el mundo arder si la lastimaban, él abrió la puerta con una mezcla de preocupación y búsqueda de respuestas. Al ver a su hija sentada en el sofá su expresión se suavizó, dejando entrever un alivio en su mirada.

—Alexa, mi niña —dijo con voz suave acercándose a ella en dos grandes zancadas y arrodillarse junto al sofá. Sus ojos escudriñaron su rostro en busca de cualquier signo de malestar o daño. Enfureció cuando vio el golpe y la hinchazón en su frente, también sus gafas rotas siendo manipulada por sus frágiles manos.

—Estoy bien, papá —susurró Alexa, su voz aún insegura mientras trataba de apaciguar su ansiedad —Fue solo un… accidente.

Alexa fijó su vista en el imponente hombre que entraba en la oficina del director. Era nada más y nada menos que el gran magnate Dimitri Goldstein, el padre de Arkady.

—¿Accidente Alexa? —reclamó su padre.

—Hola, pequeña Alexa —Dimitri se inclinó a mirar la frente de ella. Alexa se puso muy nerviosa al tener a uno de los hombres más importantes de Ucrania frente a ella.

—Hola señor Goldstein —saludó Alexa temblorosa.

—Buenos días director Savchenko —saludó el padre de Arkady.

—Disculpe director, buenos días —dijo luego el padre de Alexa quien no había saludado al entrar porque lo único que quería era ver a su pequeña.

—Descuide señor Janiv —contestó el director, muy amable con ambos.

—¿Qué fue lo que sucedió con mi hijo? Supongo que él tuvo que ver con que esta niña este así, con este golpe.

Declaró Goldstein molesto caminando hacia el escritorio del director, apoyando ambas manos en el respaldar de las dos sillas que permanecían vacías frente a la mesa.

La dinastía que representaba a Arkady en el instituto no estaba por encima de los errores, y su padre no lo ignoraba.

—Sí, señor Goldstein, me temo que así es, por eso es que los mandé llamar. Agradezco que hayan acudido prontamente.

El director comenzó a relatar los hechos. Mientras las discusiones avanzaban, Alexa parecía algo abstraída, incapaz de despegarse de los pensamientos que giraban en torno a Arkady.

El director continuó exponiendo los hechos recopilados, destacando la importancia de la responsabilidad compartida en el entorno escolar.

—Llame a mi hijo inmediatamente aquí en la dirección —ordenó Dimitri.

El director asintió y rápidamente marcó el número de la secretaria para solicitarle la presencia de Arkady en la dirección.

El ambiente en la oficina era tenso. Arkady, al cruzar la puerta, fue recibido por la mirada severa de su padre, cuya expresión reflejaba una amalgama de desilusión y autoridad. Junto a él, el padre de Alexa observaba con ojos llenos de preocupación, detrás de los cuales se reflejaba una incipiente molestia. Su hija, apartada en una esquina de la sala, mantenía la cabeza gacha, impidiendo el contacto visual con todos, especialmente con Arkady.

El joven respiró hondo, tratando de mantener la compostura. Sentía la presión de la mirada de su padre y del padre de la niña con quien tenía una rara fascinación qué no quería aceptar.

Su padre se acercó a él a pasos firmes, se posó delante de él con su autoridad natural.

—Necesito entender exactamente qué es lo que tienes en el cerebro. Necesito una explicación de que es lo que pasa por tu mente cuando haces estas cosas, cuando intentas dañar a una persona inocente que no te hace absolutamente nada y sé que es así, puedo jurarlo —reclamó su padre con total reproche mientras todos en la oficina del director lo miraban a el.

La tensión en el rostro de Arkady se delataba mientras luchaba por encontrar la manera más honesta de articular sus pensamientos.

—Fue un accidente, papá, no quise hacerlo —dijo pausadamente sin levantar la mirada.

—Un accidente —suspiró su padre sin creerle absolutamente nada.

—Esa explicación podría esperar de cualquiera, pero de ti, viniendo de ti, sé que es mentira. Sé que tus intenciones con esta muchacha esta premeditada. No es la primera vez, Arkady. Y necesito entender que es lo que la pequeña Alexa te hace mal para que te tomes con ella —Arkady miró a Alexa quien se había hecho más pequeña aun sentada en el sofá incapaz de levantar la mirada.

—Esto es grave, y yo no puedo tolerar que lastimen a mi hija, ni tú, ni nadie —declaró el padre de Alexa con profunda indignación.

—Nadie va a tolerar esto, bajo ningún término —aseguró Goldstein.

—Me temo que se debe aplicar sanciones a su hijo, señor Goldstein, como sabe, independiente de quien sea, en esta institución no toleramos el acoso y mucho menos la violencia.

Dimitri giró a mirar al director.

—Aplique las sanciones que daba aplicar, director. Si mi hijo debe aprender a las malas a comportarse como un humano pensante así va a ser. De lo contrario su lugar no es estudiar en tan prestigiosa institución, su lugar es en la selva o en un zoológico, como los primates, sin educación.

Arkady miró a su padre por tal ofensa, pero él era así, director y franco, no permitiría que su hijo se comportara de esa manera.

—Pídele una disculpa ahora mismo a Alexa y nos vamos a casa —exigió su padre con absoluta molestia, su voz resonando en el reducido espacio.

Arkady, sintiendo el peso de la reprimenda, miró a Alexa. Ella estaba allí, la mirada fija en el suelo, como si no pudiera soportar el dolor en el que se habían convertido esos momentos.




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