Celebración
◇◆◇
Krysia
El aniversario de bodas de mis padres es esta noche.
Tienen treinta años juntos y siguen amándose como si fuese el primer día.
Esta será una noche llena de amor, el compromiso transmite un aura única, inexplicable e infinitamente especial, esa es la sensación de durabilidad que me hace creer que no todo está perdido.
Treinta años de matrimonio significan muchos recuerdos compartidos, una imagen de pureza que solo la unión de dos personas puede crear.
Mi hermana y yo nos dedicamos a arreglarnos para el evento mientras escuchamos nuestras canciones favoritas, en esta ocasión la lista de invitados se ha reducido el doble, pero lo importante es que la celebración sigue manteniéndose en pie como cada año. Sin darnos cuenta, el tiempo ha trascurrido rápidamente y ya estamos junto a nuestros progenitores en el salón que pudieron rentar, en casa no tendríamos suficiente espacio para las mesas o la decoración.
El sitio es ostentoso, está lleno de esculturas elegantes, buffet y asistentes quienes se encargan de atender a los invitados que van llegando, caminamos hacia nuestra mesa y ambas notamos como mi prometido aparece en el panorama. Se ve más que apuesto con el traje azul que hace juego con mi vestido ajustado.
Recuerdo la escena en el probador y mi mundo colisiona por un segundo.
—Viene directamente para acá, no lo arruines —Lena susurra con disimulo, los ojos del castaño están puestos en nosotras.
Lo veo hacerse paso con elegancia entre los distinguidos invitados, las tías chismosas de la familia no dejan de verlo como si fuese un extraterrestre y sé que pronto harían preguntas al respecto.
—Buenas noches —nos saluda con cariño.
A mi hermana le da un beso en la mejilla mientras que a mí me besa los labios.
Lena le dedica una amplia sonrisa, rezo porque todo salga bien.
—¿Cómo estás, cielo? —me entorcho en su brazo, sintiendo el olor de su perfume varonil.
—Estoy bien amor, logré terminar algunas cosas del trabajo a tiempo.
—Hay que olvidarse un poco de las responsabilidades y descansar —comenta mi gemela, incluyéndose en la conversación—. Nunca sabes cuando será la última vez que puedas hacer algo.
Su respuesta lo toma por sorpresa, no esperaba que ella dijera eso.
—Entiendo tu punto, pero ciertas situaciones no pueden esperar.
—El ser humano está tan acostumbrado a sobrecargarse de tareas y fatigarse al extremo, como resultado obtenemos una mente agotada y un cuerpo enfermo. Todos en algún punto somos reemplazables —continúa.
—Es cierto —admite Izak—, pero hay cosas que hacen falta ser vistos por mi mismos ojos, con la carne en el peligro y mi propia respiración en el aire. Soy un hombre hecho para la acción y el riesgo.
—Suerte con eso —la rubia da unas palmaditas en su hombro y se aleja hasta dejarnos a solas.
—¿Qué mosca le picó? —me pregunta, extrañado por su repentina actitud — ¿Acaso los niños están volviéndola loca que de pronto se ha vuelto tan filosófica?
—Lena tiene razón en lo que dice, a veces simplemente hay que tomarnos la vida con calma.
Puede que no lo entienda, solo yo conozco lo que está sucediendo y como su vida está siendo arrebatada por una enfermedad letal. No sacamos el pie del acelerador hasta que nos pasan cosas como esta.
En ese momento, un camarero pasa repartiendo champaña, me apresuro en tomar una, me urge tomar algo para aliviar el ardor en mi garganta.
Antes de que mi prometido pueda tocarme con su mano extendida, el sonido de una voz fuerte y melodiosa rompe ese instante íntimo, es mi padre el dueño de aquella voz, aunque esta vez no parece cantar como en la mayoría de las ocasiones, sino que más bien habla con calma y sentimiento.
—Gracias por asistir a esta velada, significa mucho para nosotros que personas tan preciadas como ustedes estén aquí compartiendo con mi esposa y conmigo.
Todos los ojos se dirigen hacia el centro del salón donde están reunidos mis parientes más cercanos. Antoni Lange está de pie en un rincón junto a Olga, mi madre.
Mi progenitor empieza a hablar con una cadencia melodiosa, rozando los límites del susurro, pero aún audible para todos como si estuviese compartiendo un secreto especial al revelar lo que ha aprendido durante todos estos años, su mirada busca desafiar a cada invitado individualmente como si pudiesen entender el significado oculto detrás de lo que dice.
—Y aquí están ustedes, nuestra querida Lena y su prometido, pronto estarán celebrando cuando Dios los una en santo matrimonio —dirige su atención directamente hacia los dos—. Quiero proponer un brindis, por todos y cada uno de ustedes.
Finalmente llega el momento de proseguir con el brindis, todos subimos lentamente las copas como si estuviésemos esperando una especie de oración.
—¡Salud! —musitamos al unísono.
Mojo mis labios en la fina bebida, puedo sentir como las burbujas causan un cosquilleo en mi lengua, la mirada de mi prometido es ardiente, misteriosa, como el mar en medio de la noche, más que un acto de seducción se trata más de una advertencia puesto a que me sujeta del brazo para que me tome la champaña lentamente.
Y con esto, se da por iniciada la fiesta.
Los ruidos del salón se vuelven más altos y animados cuando la música se intensifica, creando un ambiente de diversión.