Pánico
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Krysia
—Estoy agradecida de haber coincidido contigo —comento con sinceridad, aunque conozca perfectamente lo que tuvo que suceder para llegar a este punto.
Tomar la identidad de otra persona físicamente idéntica a mí es como haber muerto en cierto aspecto. He arrancado mi rostro y he tomado el suyo para cargar con el peso de sus acciones, olvidarme de que alguna vez disfruté mucho de tocar el piano, o de mi nulo talento para el modelaje a diferencia de mi hermana, por eso le gustaba dirigir una revista de moda.
—Desde el primer momento en el que te vi supe que no podía dejarte ir.
—Me alegra saber que también compartimos los mismos sentimientos —responde él mientras sonríe, esa sonrisa apenas se vislumbra, pero está llena de sinceridad.
—Esta es una unión definitiva.
—El anillo que te di es para confirmar el compromiso y me encanta como se ve en tu dedo.
—Me esforzaré lo suficiente en ser una buena esposa para ti... Por cierto, ¿lograste cerrar tu último caso? Ayer estabas algo tenso.
—Han ocurrido ciertos contratiempos, pero ya estoy en eso, dejaré todo en orden antes de nuestra boda. Sin embargo, hay algo que debo confesar...
Suelta un largo suspiro antes de continuar, su semblante cambia a uno más serio que comienza a helarme los huesos.
Antes de que pudiese hablar y contar lo que se ha guardado a los cuatro vientos, una figura masculina invade nuestro pequeño momento íntimo. La sorpresa es absoluta, pero el castaño parece estar acostumbrado a que ese sea el pan de cada día, la interrupción vino justo cuando estaba expresando su verdadera intención y ahora tendría que ponerlo en pausa por el momento.
Izak mira hacia arriba, se encoge de hombros como si aquello fuera una situación común para él, como si cada día tuviera que tomar decisiones tan complicadas y estoy segura de que así debe ser la vida como detective en el departamento policial.
—Me gustaría disculparme por interrumpir esto en este momento —murmura uno de los asistentes con una voz profunda y ronca mientras avanza hacia donde estamos—. Ya va a comenzar la cena.
—Gracias por avisarnos —comenta sin problemas y toma mi mano—. Vamos antes de que todos comiencen a preguntarse por nosotros.
Su palma está cálida y firme alrededor de la mía, esa sensación se prolonga a medida que avanzamos juntos hasta el salón, al llegar allí sentimos el lugar cargado de expectativas.
Avanzamos hasta tomar posiciones designadas por los anfitriones, justo allí cerca podríamos charlar unos instantes discretamente mientras el menú va siendo entregado y las conversaciones empiezan a fluir nuevamente en el salón.
Después de tomar asiento en la mesa principal junto con los demás invitados, observamos con detenimiento las caras de los conocidos que comparten este momento mientras los camareros sirven los platos, la primera parte del banquete consiste en algunas tapas y pequeños entrantes. La mesa termina cargada con una selección de platos polacos clásicos que han sido parte de mi familia durante años, me gusta cómo las influencias culturales y culinarias se unen en este tipo de celebraciones.
Entre los platos destacados se encuentra la famosa zapiekanka, una pizza sin queso, con champiñones y aguacate que los invitados parecen disfrutar especialmente. También hay unas empanadas tipo pierogi rellenas de verduras, carne o incluso queso y crema que parecían una alternativa más suave entre las demás. Y por supuesto, no podía faltar el famoso bigos, un estofado de huesos de cerdo con carnes secas como colones y morcillas, cuyo sabor viene acompañado con cebolla caramelizada.
Mi gemela se mantiene a un costado de mí, ha estado bastante callada y pocas veces la he visto interactuando con otros en lo que va de la velada.
—Ven, vámonos un rato al baño, solo unos minutos —susurra para que solo Lena me pueda escuchar.
La joven con ojos claros asiente con la cabeza y me sigue para atravesar el sitio lleno de decoración. Al llegar al baño, nos posicionamos las dos en los lavatorios de mármol blanco mientras abrimos los grifos y empapamos nuestras manos en agua fría para luego secarlas.
—¿Te está afectando la tensión de este lugar? —indago al notar su respiración entrecortada.
—Intento mantenerme fuerte —responde—. Siempre he oído historias de gente con tanto en sus hombros que terminan colapsando.
—Hermana, ¿Estás bien? —arrugo el entrecejo al verla tambalearse por unos segundos.
—S-Si... Solo es que...
Intenta aferrarse del lavabo, aunque falla al desplomarse contra el suelo al no poder sujetarla a tiempo. Tengo tanto miedo que me arrodillo junto a ella para hacerla que vuelva.
—¡Abre los ojos, respóndeme por favor! —las lágrimas no dejan de salir de mis ojos al saber que el tiempo está jugando en nuestra contra.
Mi voz es suplicante, casi un jadeo entre dientes debido a la angustia.
—¡Abre los ojos, Lena! —exclamo sacudiéndola— ¡Despierta ahora mismo!
El aire se vuelve más pesado con cada segundo que pasa y la ausencia de su respuesta me deja con el corazón hecho trizas.
Esto es real, mucho más de lo que quiero creer.
No quiero perderla, aunque ya sus días estén contados para siempre.
—Lena —susurro por el dolor mientras coloco una mano en su mejilla para sentir algo de calor.
El silencio reina en ese recinto hasta que la puerta chirríente es abierta por alguien.