De hermana a hermana
◇◆◇
Krysia
Una de nuestras primas es quien entra al baño, encontrandose con nosotras, Laura se queda sorprendida al ver la situación, me mantengo sosteniendo el rostro de Lena al mismo tiempo que doy pequeños toquecitos sobre este para evitar que pierda la consciencia por completo.
Al menos su pecho sube y baja con tranquilidad, esa es una buena señal, está respirando.
Gracias al cielo.
—¡¿Qué le pasó?! —la morena trata de entender lo que está sucediendo— ¿Se golpeó la cabeza?
Yo niego sin apartar los ojos de mi hermana, cada gesto puede causar un cambio significativo en medio de esta incertidumbre, así que debo estar pendiente de lo que pueda suceder en los próximos segundos.
Soy la única que conoce su estado, lo que está afrontando a solas en este momento tan delicado.
Laura se arrodilla a mi lado, chequea ambos pulsos para asegurarse de que su corazón no haya dejado de latir, tenerla aquí me hace sentir en confianza, pues, acaba de recibirse de la escuela de medicina, además, es una de las pocas personas que tienen buen corazón dentro de la familia, ya que otras solo viven del chisme o de causar malos entendidos. De pronto, la rubia comienza a recuperar la consciencia y abre los ojos con lentitud, explorando las caras familiares a su alrededor.
Puedo sentir que mi alma ha regresado a mi cuerpo después de un par de minutos.
—¿Estás bien? —es lo primero que le pregunta Lau.
—Si, solo me mareé, no es nada —se sienta pausadamente para evitar lastimarse—. Debe ser efecto del alcohol, creo que me pasé de copas.
—Tienes suerte de tener una doctora en la familia —revisa entre sus pertenencias y le entrega un caramelo—. Cómetelo, estoy segura de que fue un bajón de azúcar.
—Gracias por ayudarme —esboza una sonrisa débil en sus labios pálidos.
—No es nada.
Finalmente se pone de pie después de comer el caramelo. Se arregla el cabello frente al espejo, retoca su maquillaje y abre la boca para seguir conversando conmigo una vez que estamos a solas de nuevo.
—¿Sabes? Deberías ir a otro médico —le aconsejo de la mejor manera posible para no alterarla.
Esa idea ha estado rondando por mi mente desde que recibí la noticia.
—Me diagnosticaron con cáncer terminal, acéptalo —dice cortante como el filo de una cuchilla—. Debes hacerlo, yo ya entendí de una vez por todas que este es mi destino. Quiero vivir, pero ya no puedo hacerlo, he renunciado.
—No —sacudo la cabeza, encontrando su mirada a través del espejo—. Me niego a aceptar que perderé a mi hermana y también mi propia vida para siempre.
—He estado los últimos cinco meses buscando opiniones diferentes, pero todo apunta al mismo resultado. Es difícil, lo sé y no hay nada para detener este sufrimiento hostil.
—¡¿Por qué me lo ocultaste todo este tiempo?!
—¡Porque quería escuchar de la boca de algún experto que podría salvarme de esta enfermedad! —se quiebra en llanto, trata de contenerse al limpiar las lágrimas que corren por sus mejillas.
—Debe haber algo más que podamos hacer, podría ser tu donante, incluso, si tuviese que darte uno de mis órganos también lo haría... Eres mi hermana, sabes lo que eso significa ¿no?
—No quiero que sufras, al contrario, quiero que seas feliz —se gira en sus talones para verme fijamente con una oscuridad que desconozco.
Es como si le hubiesen succionado el alma, transformándola en un ser sin sentimientos.
Se ve triste, destruida y marginada.
Todo lo que alguna vez yo fui.
Me da impotencia no poder hacer nada, quedarme sentada viendo como cada día se va deteriorando, pronto será evidente y entonces, todo explotará como una bomba.
—Lena, te desconozco por completo.
—¿Por qué te quejas? —se cruza de brazos—. Vas a terminar casada con un multimillonario y jamás tendrás que preocuparte por no tener dinero en el bolsillo a fin de mes.
—¿No sientes celos al respecto? —el tono de mi voz es más como un murmullo.
Por mi mente pasó estar en medio de una conversación como está con mi hermana, yo tampoco he sido la más honesta.
—Te dije que acepté el compromiso por conveniencia. En el mundo laboral debes aprender a escalar, pero también a tomar un atajo de ser necesario. Izak tiene muchos contactos.
—Al principio era divertido —pronuncio con nostalgia—, miranos ahora, discutiendo, viviendo en medio de una mentira.
—Confía en mí, lo vas a lograr, podrás superarlo y finalmente serás feliz. Deberías comenzar a pensar un poquito más en ti, eres una mujer que ha pasado por mucho, te lo digo como hermana mayor.
—Mayor por cinco minutos.
—Exacto —coloca ambas manos sobre mis hombros—. Igual sigo siéndolo, así que escucha lo que te digo hermanita, ¿volvemos a la fiesta?