Emma.
—Tú debes ser Emma.
Asentí, dejando que sus brazos rodearan a Alaia y la sacaran de mis brazos. Alaia no colocó objeción alguna ante la intromisión y sus pequeñas manos fueron al cabello de su tío mientras él repartía besos por todo su rostro.
—Como te extrañé, mi chiquita.
Me hice a un lado, dejando que ingresara en el departamento. Christopher me pasó y sin dar reparos, se sentó en el sofá, colocando a Alaia sobre su regazo. La pequeña estrella intentó llegar a la gorra de su tío, pero él solo sacudió la cabeza, aventándola a un lado donde ella no pudiera alcanzarla.
—¿Quiere algo? —Frunció el ceño ante mis palabras antes de girarse a mí—. ¿Dije algo?
—No tienes que tratarme de usted. —Me sonrió, mostrándome el hoyuelo en su mejilla—. Christopher estará bien.
—Claro.
No supe que más decir, era mi jefe, o bueno, algo como ello.
—Contraria a la creencia del mundo, yo soy su tío favorito —anotó, volviendo su atención a la niña en sus brazos—. ¿Llevas mucho aquí, Emma?
—Un mes —atiné a decir, jugando con mis dedos. ¿Nicholas le habría pedido que me supervisara el día de hoy?
No seas paranoica, Emma.
—Eres la primera que dura siquiera dos días, debes ser un ángel con mucha paciencia si sigues aquí. —Sus palabras me alarmaron un poco, ¿de verdad había sido tan malo con las otras niñeras?—. Nicholas puede llegar a ser algo difícil de manejar.
—Debes conocerlo bien.
Mis palabras parecieron causar efecto no grato en él porque hizo una mueca antes de soltar un suspiro.
—Solía hacerlo, ahora nuestra relación es...complicada.
Decidí dejarlo por la paz de mi cabeza. No iba a hacerme ideas aquí. No era mi trabajo estar husmeando en la vida y relaciones de mi jefe. Alaia comenzó a balbucear algunas silabas que intentaba descifrar cada día, pero nada ocurría. Verónica me había confesado su preocupación con respecto a que la pequeña no hablaba nada aún, pero aún no era tiempo de preocuparse.
Escuché a Nicholas decirle que su hija no necesitaba ningún doctor y solo pude decirle a ella que le diera algo de tiempo. Alaia estaba avanzando poco a poco, era una bebé, pero los niños sabían cuando algo hacía falta. No debió ser fácil solo despertar un día y no sentir el calor de tu madre, mucho más cuando estaba acostumbrada a este.
La siguiente hora se pasó en un borrón, y solo eso bastó para que Christopher Hotch desdibujara todas las barreras que noté en sus ojos al llegar. El hombre había sido parte de los Boston Devils, el equipo del padre de Alaia, pero luego, aceptó el reclutamiento en Chicago. Quería pasar tiempo con Alaia, por ello, venía de visita cada dos fines de semana, a excepción del pasado que tuvo un juego importante.
Al parecer, su vida se resumía a trabajar mucho y a la pequeña estrella. Era exitoso, pero al mismo tiempo, esa mirada de nostalgia estaba allí. Para él tampoco debió ser fácil la perdida de su hermana, pero algo me decía que había más allí que eso.
Sus ojos eran sonrientes, pero tristes. Su sonrisa que no llegaba hasta sus ojos. Pero, aun así, amabilidad emanaba de él. A pesar de que quise dejarle pasar un tiempo con Alaia un tanto a solas conmigo en la cocina observando, él no lo permitió, insistió en que sería mejor si me quedaba y a Alaia no pareció molestarle compartir la atención.
—Entonces, ¿tú y el señor Stevens no se llevan bien?
No sabía si preguntar o no, pero varias habían sido las expresiones que me hacían preguntarme si estos dos algún día habrían tenido algún enfrentamiento. En los ojos de Christopher había resentimiento cuando mencionaba al padre de la pequeña estrella.
—Mi relación con Nicholas es como te dije, complicada. No fue hasta hace muy poco que me enteré que tuvo una relación con mi hermana desde hace un par de años. —La tristeza llenó aún más sus ojos marrones.
Alaia en sus brazos seguía jugando con su Stitch ausente del vacío en el corazón de su tío. Aunque ella con su sonrisa lo llenaba un poco, podía darme cuenta de ello.
—Imagino fue muy duro para ti.
Asintió y sonrió de lado.
—Mi hermana cometió muchos errores. —Su rostro se ensombreció—. Uno de ellos fue subirse enojada a ese auto.
Sí, los accidentes pasaban, mucho más cuando no se tenía el control de la vida en el momento. Recordaba lo que pasó con uno de los amigos de mi hermano hace años, una motocicleta le cambió la vida, un choque y todos sus recuerdos quedaron en el olvido. Siguió adelante, pero era notorio que el vacío estaba.
—Creo que corrimos con suerte a pesar de lo que sucedió. —Lo miré confundida—. Alaia iba con mi hermana y su esposo. Fue un milagro que no le pasara nada.
Un dolor agudo se instaló en mi pecho al imaginarme el mundo sin la pequeña Alaia. Si nunca la hubiera conocido. Esta niña llenaba mis días de alegría y el solo hecho de que las cosas no se hubiesen dado de esa forma, era muy duro de imaginar.
El dio un suave beso en la cabecita de Alaia.
—Cuando Nicholas me dijo que ya había encontrado a la chica perfecta para cuidar de Alaia, no le creí. —Comencé a reír, en parte agradecida por el cambio de tema, no sabía que más decir—. De verdad, cada vez que llamaba había una chica distinta aquí, pero tú te quedaste. Y eso me dice que eres alguien especial, Emma.
—Quiero a Alaia, esto no es sólo un trabajo para mí.
Él me miró fijamente durante un par de segundos y sonrió.
—Verás, Emma. Créeme lo que te digo. Nicholas no es precisamente la persona más abierta que conozca ni da cumplidos muy seguido, pero cuando lo escuche hablar de ti por primera vez, hasta yo pensé que eras la chica correcta para cuidar de mi sobrina y yo no siquiera te conocía. Bastaron solo un par de minutos y ver tu actitud protectora con Alaia para darme cuenta que eres... —Permaneció pensativo durante un par de segundos y la curiosidad picó en mí—. Más.
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Editado: 02.04.2024