Emma.
Sabía que las cosas estaban tensas desde el momento en que me subí en el deportivo de mi hermano. Su rostro era una completa cara de culo que posiblemente tenía nombre y apellidos: Elena Williams, alias mi mejor amiga.
Cuando le pedí detenernos en una farmacia de camino a recoger mis cosas, él no vaciló. Dio vuelta en u y rápidamente se estacionó en la pequeña farmacia que encontramos cerca de la casa de Elena. Ni siquiera lo pensó cuando le pedí que me comprara una caja de tampones. Mi hermano, el jodido imbécil que se alejaba lo más que pudiera de productos de higiene femenina, bajó como alma que lleva al diablo de su auto favorito para comprarme tampones que inventé necesitar.
Supe cuando se tocó los bolsillos en la entrada que no lo hizo porque quisiera, sino porque quería llamar a Elena con el celular que escondí en el borde de su asiento para que no tuviera la oportunidad de mandar un solo mensaje.
A mi no me iban a ocultar estas cosas.
Cuando volvió, con no solo una, sino dos cajas de tampones que lanzó en mi dirección, buscó a tientas su teléfono, suspirando con notorio alivio al momento en que lo halló.
—¿Pasó algo?
Sacudió la cabeza ante mi pregunta, pero no me miró.
—Solo debo llamar a la oficina.
—Puedo hacerlo por ti —hablé suavemente—. Sabes que no me gusta que uses el teléfono mientras conduces.
Eso pareció relajarlo, pero aún así, lo poco que faltaba para llegar a casa de mi amiga fue una completa burbuja llena de tensiones porque E no encontraba la manera de alejarse de la casa de Elena sin tener que decirme la verdad.
¿Tan difícil era para él confesarme que estaba teniendo un rollo con mi mejor amiga?
No, claro que no. Lo difícil para él era admitir que probablemente Elena se estaba involucrando de más y él acabaría rompiendo su corazón.
Cinco minutos antes de llegar, intentó convencerme de pedirle a Elena que enviara mis cosas a mi nuevo lugar, e incluso "recibió una llamada inesperada del trabajo" en la cual terminó tartamudeando al igual que su secretaria al no saber mentir.
Cuando llegamos, no me acerqué a la puerta. Aproveché mi baja estatura y el fornido cuerpo de mi hermano para cubrirme mientras contenía la risa tras de él. Este par estaban muy equivocados si pensaban que su teatro no se les caería. Por Dios, hablé con Elena hace unos días y seguía diciéndome que no estaba cargando a mis sobrinos en un futuro, y la muy mentirosa me había convencido.
En silencio, esperé hasta que mi amiga abrió la puerta. Estaba tan concentrada en la imponente figura de mi hermano que ni siquiera se dio cuenta cuando saqué un poco la cabeza y detallé su rostro cargado de sorpresa y alegría.
—Pensé que estabas con Em —chilló emocionada. Conocía esa voz. Y ella estaba enganchada hasta las trancas—. ¿Qué haces aquí?
Sentí el cuerpo de mi hermano tensarse frente a mí y conociendo a E, podía jurar que le estaba haciendo alguna expresión a Elena con su rostro para que se callara.
—¿Estás bien?
Mi amiga dio un paso adelante y posteriormente, se detuvo, justo cuando escuchó mi voz mientras salía de mi escondite.
—¿Cómo sabías que estaba conmigo, Elena?
Sonreí abiertamente como siempre que tenía la razón. Este era mi día y me iba a cobrar todas y cada una de las que me habían hecho conforme fui creciendo. Sin abandonar la sorpresa, su rostro se contrajo con horror. Pasó saliva, miró a mi hermano y solo consiguió sacudir la cabeza.
—Yo... —Un suspiro evocó de sus labios—. Tú me dijiste que irías con tu hermano —mintió demasiado rápido en un leve murmuro cargado de temor.
Sus ojos azules se detuvieron en el piso sin atreverse a mirarme. Le avisé que vendría por mis cosas, pero no que lo haría con mi hermano. Además, la familiaridad entre estos dos iba mas allá de la que había visto desde que se conocían.
—Claro —me hice la tonta—. Hay que entrar.
Pasando a Elena entré al lugar, había vivido aquí durante un mes y aún no me acostumbraba al olor a vainilla permanente gracias a Sasha, una de sus compañeras, era una aficionada a los inciensos y esas tonterías.
Una gran foto en la sala de las dueñas del departamento me recibió al momento que avancé. Junto a ella, una más pequeña de Sasha, Elena y yo que fue tomada en mis días aquí. Aún tenía mi cabello rubio en esa. Y parecíamos bombón, burbuja y bellota gracias a la peluca roja que Sasha usó esa noche para dramatizar la película que nos estábamos viendo.
—Pudiste haberme avisado —escuché murmurar a Elena en dirección a mí hermano probablemente pensando que estaba un poco más lejos de ellos y no podía escucharlos.
—¿Dónde están las chicas? —pregunté usando un tono más fuerte de lo habitual antes de mirarlos.
Elena puso un par de metros entre mi hermano y ella por la sorpresa.
—¿Están bien ustedes dos? —Me hice la sorprendida mientras veía como mi amiga buscaba en la pared algo para distraerse en tanto mi hermano, aún en la entrada, con las manos en sus bolsillos, sacudía la cabeza. Haciendo caso omiso a su actuar caminé al sofá para sentarme—. ¿Te piensas quedar allí?
Mi tono burlón seguro no le pasó desapercibido a mi muy incómodo hermano, quien sacudiendo nuevamente la cabeza, llegó a mi lado escaneando mi rostro con notoria curiosidad.
—Las chicas están en casa de Owen, al parecer una cita doble o algo así —murmuró Elena sentándose en el mueble más lejano a nosotros.
—Hablando de citas.
Adopté un tono emocionado en tanto sonreía con falsa inocencia. Elena me miró con los ojos sorprendidos y a mi lado sentí el cuerpo de mi hermano tensarse, no es como si hubiese estado muy relajado desde que habíamos llegado, pero igual.
—¿Cómo te fue con James el fin de semana? —pregunté para la sorpresa de ambos.
Elena se giró en otra dirección, incómoda, mientras la mano de mi hermano se aferraba al brazo del sofá. James Davidson, ex compañero de la secundaria de nosotras, un excelente partido con el que pensé que mi amiga se daría una oportunidad hace menos de unas horas. Se encontraron hace poco, él le pidió una cita, ella dijo que si, y sabía que no había cancelado. De hecho, James le había pedido una segunda cita de la cual mi hermano no tenía idea.
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Editado: 02.04.2024