Interception

CAPITULO 28

Emma.

Terminé de arreglarme y poniendo mi bolso sobre mi hombro, caminé rápidamente a la habitación de Alaia. Había despertado hacían dos minutos y era cuestión de otros tres antes de que comenzara a gritar y llorar para que la sacaran de su cuna.

Sus ojitos verdes brillaron de felicidad al verme entrar y mucho más al fijarse en mi blusa blanca.

No, pequeña. Hoy no era tu día de suerte para poner esta blusa de otro color con tu comida.

Poniéndole sus zapatos la dejé con su pijama a sabiendas de que, si la bañaba ahora, luego de que desayunara, Nicholas tendría que volver a ducharla. A veces pensaba que lo hacía para que su padre o yo la pusiéramos en la bañera de nuevo y poder empaparnos de agua a alguno de los dos.

Amaba palmear el agua, llenándonos de agua en el proceso.

—¿Cómo amaneciste, mi pequeña estrellita juguetona? —le hablé dándole un beso en su algo largo cabello castaño y tomándola entre mis brazos.

Sus manos fueron a mi rostro, poniendo cada una a un lado de mis mejillas y apretando, haciendo un puchero con mi boca.

—Te voy a extrañar hoy, hermosa —mi voz salió extraña por la presión de sus manos, haciéndola reír. Lentamente las apartó colocando su cabecita en mi hombro y sus brazos alrededor de mí cuello—. ¿Quieres pasar todo el día con tu papi?

Su sonrisa se amplió a medida que caminábamos a la sala, sus ojos verdes posándose en el hombre de espaldas a nosotras hablando por teléfono.

Escuché sus pasos al despertar hace un par de horas, pero al ver el reloj y notar que apenas amanecía preferí dormir por lo menos dos horas más. Anoche, después de jugar con Alaia hasta las diez, quedé completamente agotada y él lo sabía.

Por lo menos Nicholas estaba entrenado para estos momentos, mi condición física a pesar de ser buena, no podía compararse con la suya, por lo que anoche una vez mi cuerpo tocó la gran cama tamaño King de ese hombre, fue cuestión de minutos antes de que mis ojos cedieran y me durmiera.

—¿En serio quieres hacer eso? —preguntó a quién sea con el que hablara—. Ella te pidió espacio, amigo, deberías tomarte un par de días tú también.

Mis pies se redireccionaron rumbo a la cocina una vez lo vi concentrado en la plática al otro lado de la línea. Sin querer interrumpirlo, seguí mi caminata con Alaia en mis brazos, quien al ver la cocina brincó en mis brazos de alegría. Ella amaba la hora del desayuno y por lo visto mi blusa pagaría las consecuencias hoy.

—¿Qué tal si en vez de puré de plátano y manzana, desayunamos el cereal que tanto te gusta?

Mirándome, recelosa, me detalló al bajar la caja de cereal del estante de arriba con ella en mis brazos. Decidí ponerla en su silla en su lugar cuando vi que aún en la gaveta de abajo, no alcanzaría. De todos los que comprábamos especialmente para ella, era el único que le gustaba.

—¿Por qué tiene que estar tan alto? —bramé furiosa más por mi estatura que por otra razón.

—¿Necesita ayuda, señorita Brown? —La mano de Nicholas pasó la mía llegando al estante antes que yo. Sonriendo, tomó la caja del cereal favorito de Alaia y la puso en mi mano aún estirada. Lo miré con mis ojos entrecerrados en su dirección—. Oh vamos, cariño, no es para tanto.

Sus ojos divertidos se encontraron con los míos haciéndome dar un paso atrás.

—No es justo —anoté, girándome y volviéndome hacia Alaia que había encontrado pequeños pedazos de comida en la mesita de su silla e intentaba llevarlos a su boca—. No, cariño —hablé acercándome rápidamente a ella y quitando su nuevo juguete de su vista.

Furiosa, me observó y luego sus ojos cayeron en su papá.

— Papá —un puchero apareció en su boca haciendo que mi corazón se encogiera. Nicholas la miró con una sonrisa a sabiendas de lo que su pequeña niña pretendía.

—No vas a comer eso, Alaia —advirtió con voz suave. Su cuerpo se dirigió al estante donde guardábamos los platos y volviéndose a la nevera, sacó la leche para verterla en el de Alaia—. Tenemos cereal en su lugar, cariño. Tú favorito.

Agitó la caja frente a su hija, la cual solo bajó su cabeza y comenzó a jugar con sus dedos, un claro indicio de que iba a llorar en unos minutos si no le dábamos algo para distraerse.

—¿Quieres que te lleve? —Miré a Nicholas mientras echaba el cereal en el plato lleno de leche y sacudí la cabeza—. ¿Recuerdas lo que pasó la última vez que denegaste mi oferta?

Sonreí al recordar al hombre de las estampillas, no quería pasar por ello de nuevo.

—Iré a casa de Kyle, puedo llevarte. —Su mano se posó en mi cadera atrayéndome en su dirección—. ¿Entonces?

Mi sonrisa hizo juego con la suya a medida que asentía.

—Pensé que irías donde Erick hoy, ¿Kyle está bien? —cuestioné, alejándome y dirigiéndome al refrigerador. Desayunaría con mi hermano, pero tendría que comer algo antes de salir si quería llegar con vida, mi estómago gruñendo me estaba pidiendo alimentos.

—Acabo de hablar con él, esto con Sam lo está jodiendo aún más.

Curiosa, me giré. De todas las personas yo era una de las que más quería saber que había sucedido, pero Verónica solo dijo que Sam ni siquiera había abierto su boca para hablar y Nick dijo que Kyle solo mencionó que ella le pidió tiempo.

—Ella le pidió que siguiera con su vida, pero Kyle no encuentra su vida antes de Sam. Iré con él para que no tome un avión a Chicago para luego arrepentirse por ello —murmuró dándole la primera cucharada de cereal a Alaia.

Asentí en comprensión. Tomé una manzana, cerrando el refrigerador, mis pies caminando en dirección a una de las sillas en la barra mientras mordía la fruta en mi mano y veía a Nicholas alimentar a Alaia.

—¿Quieres que lo haga yo mientras te cambias? —Asintió mientras me tendía el plato. Alaia sonrió al ver el intercambio—. No voy a dejar que toques esto, hermosa. Emma se arregló y no hay oportunidad de que viertas esto en mí.




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