Emma.
Observé, graciosa, mientras Verónica habla con la empleada de la boutique dónde estábamos. La chica lucía notoriamente frustrada por las preguntas de mi amiga en su dirección. Agradecía no haber venido antes, esta mujer con el paso de los días se ponía cada vez más hormonal, y aunque era un dolor en el culo entonces, también era algo lindo de ver.
Mirando el vestido azul en el mostrador, me rendí y me eché a reír en el sofá junto a la ventana.
De lo que se salvaba Erick por estar en entrenamientos.
—¿Emma?
Me giré, confundida, al escuchar mi nombre siendo susurrado tan bajo que creí por un segundo haberlo imaginado. Sonreí al encontrarme a una pequeña mujer luciendo fuera de lugar nada más entrar. Sus ojos azules opacados por las grandes gafas de montura gruesa que llevaba sobre ellos la hacían lucir muy tierna.
No tenía que ser adivina para reconocerla, esa falda larga hasta las pantorrillas y la blusa de mangas que cubría toda su piel era algo típico en Vanessa Campbell, contrario a lo que usaba su gemela, la super modelo Valentina Campbell.
—¡Ness! —Casi me abalancé directo en sus brazos, pero al ver que se encogió antes de llegar a ella, me alejé, riendo. Esta chica se asustaba por todo—. ¿Cómo estás?
Sus ojos bailaron con diversión al escuchar el apodo que desde pequeña usaba para referirme a ella. Al final del día, era una de las pocas amigas fieles que ella tenía.
—Acabo de terminar la carrera, ¿qué hay de ti?
Pese a su sonrisa, la tristeza era notable en sus ojos. Y sabía el motivo. Administración de empresas no era lo que había soñado toda su vida, pero al tener al señor Campbell como padre, era lo que había obtenido. Su sueño de ser maestra de preescolar quedó en el olvido.
Su hermana, Valentina, al igual que Elijah, se había marchado desde su adolescencia y había hecho su camino en el mundo del modelaje bajo la ira de su padre. Al contrario de ella, Ness estuvo mayor protegida y con el paso de los años le tocó seguir el camino que su padre le impuso.
—Dejé la carrera —anuncié. La sorpresa fue visible en sus ojos—. Papá no fue tan llevadero una vez murió mamá —mascullé dando unas palmadas en el asiento a mí lado e invitándola a sentarse. Su rostro se llenó de empatía y amabilidad a medida que ponía su gran bolso en el suelo y se acomodaba junto a mí—. ¿Cuál será tu camino ahora?
Encogiéndose de hombros me miró sin saber que decir.
—¿Quieres trabajar con tu padre?
Rápidamente sacudió su cabeza con horror. Ese era el efecto Campbell y Brown. Lastimosamente, el Brown se refería solo a mi padre, mientras que el suyo, perduraría por las generaciones siguientes al imbécil de su hermano.
—Estoy buscando alguna pasantía en otro lugar, pensé en pedirle ayuda a Ed, pero tampoco me gustaría trabajar para tu padre. —Llevó las manos a su boca asustada por sus palabras, mirándome con nerviosismo—. Lo siento, Emma. No quise...
Mi risa la detuvo.
—Créeme, sé perfectamente a que te refieres. El único que tolera al hombre es Edward y a veces ha querido romperle la cara por su estúpida manera de tratar a las personas.
Una idea cruzó por mí mente, pero permanecí en silencio. Tendría que hablar con Ed para esto.
—¿Puedes guardar tu teléfono aquí, por favor?
Sacando mi celular del bolso, se lo tendí. Sus manos teclearon rápidamente su número.
—Perdí todos mis contactos con el cambio de vida, tuve que cambiar mi celular.
Me sonrió amablemente, esa era ella. Tan amigable que algunos creían que no era real.
—Me volveré loca, lo sé —el quejido de Verónica tras nosotras hizo que Ness girara la cabeza para verla—. Oh, hola
La sonrisa de Verónica apareció segundos después tendiéndole su mano amablemente a mí amiga. Vanessa miró recelosa la amabilidad de la mujer, no estaba acostumbrada a que las personas la determinaran, una consecuencia de ser el «patito feo» de su familia, o eso decía ella, para mí había sido más ameno conocerla a ella que a su hermana, la mujer era una víbora con dos piernas.
—Soy Verónica.
—Vanessa —su voz fue solo un susurro haciendo reír a Verónica, quién se acercó un poco a ella y tiró de su mano para un abrazo en vez de estrecharla.
Sus ojos me miraron con confusión haciéndome reír y encogerme de hombros.
—¿Y bien? —Verónica se giró hacia mí sin apartarse mucho de Vanessa—. ¿Qué te dijo la señorita? —añadí mirando disimuladamente a la mujer que lucía agradecía de que Verónica se alejara de ella—. ¿La avasallaste lo suficiente como para que pusiera su carta de renuncia sobre la mesa? —me burlé
La castaña puso una mueca en su rostro haciendo reír a Ness.
—Muy graciosa, Emma. De hecho, conseguí que enviaran nuestros vestidos mañana temprano antes de la cena, completamente listos. Agradéceme más tarde con tus deliciosas galletas —habló con una sonrisa.
Me limité a asentir, divertida. La tarde había sido demasiado entretenida con esta mujer acompañándome. Eso y que había sido arrastrada a venir aquí. Nicholas pudo quedarse con Alaia, pero no lo hizo. Me llevó a casa de Verónica con la falsa idea de que tenía que hablar con Erick y Jake quería ver a mi pequeña estrella. Luego, me encerró en su auto y Verónica llegó minutos después subiéndose al asiento del piloto para luego dirigirnos al centro comercial.
—Eh, un gusto volver a verte, Emma. Seguimos en contacto —se disculpó, nerviosa.
Verónica miró confundida a Ness poniendo sus manos a cada lado de sus caderas.
Oh. Oh. Modo mamá activado. Esto sería bueno.
—¿Qué harás hoy, Vanessa?
Amablemente colocó una sonrisa en su cara haciendo sentir cómoda a la pelinegra frente a ella. Mi amiga se encogió de hombros, probablemente no queriendo sonar como una ermitaña, como le decía mi hermano. Su rutina consistía en leer y hacer voluntariados cuando no estaba en la universidad.
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Editado: 02.04.2024