Nicholas.
Me detuve frente a Erick tendiéndole la botella de agua que me aseguré de tomar del refrigerador al pasar por la cocina. Su lucía cansado cuando cerró sus ojos reclinándose en el sofá de mi sala, las bolsas bajo de ellos siendo una muestra evidente de que no la estaba tendido para nada fácil con su esposa embarazada de casi seis meses. Y no era para menos, yo lo había vivido en carne propia.
A pesar de que sus horas laborales habían disminuido, Verónica se había vuelto un dolor en el culo, un dolor demasiado difícil de soportar para todos. Incluso el entrenador le pidió que solo fuese a trabajar dos veces a la semana. Las cosas no habían ido nada bien después de ello, el hombre se escabullía de su pequeña oficina y huía cada que veía el cabello castaño de Verónica revolotear por el lugar.
Últimamente, el único que parecía ser de su agrado era Isak y el pequeño y escuálido hombre parecía estar en el séptimo cielo debido a ello. Lo envidiaba, yo y cada ser humano que tratase con una Verónica muy embarazada.
—Necesito dormir, lo necesito con urgencia o pondré una bala en mi cabeza para poder hacerlo.
Solté una carcajada, sintiendo en parte compasión por mi amigo. Yo no tuve que vivir eso con Maia, pero si las cosas iban en viento tan bien como hasta ahora con Emma, pronto sería mi turno a su lado tal vez. Añoraba eso. Quería que tuviésemos un bebé eventualmente al punto que una vez que pusiera un anillo en su dedo anular, esa sería mi misión en la vida si ella me decía que sí.
—Verónica sigue poniéndotela demasiado difícil por lo que veo.
Erick abrió los ojos tomando la botella de agua y llevándola a su boca tras destaparla. Sus ojos fulminándome al ver el ápice de burla en los míos. El lugar se sentía tranquilo sin Alaia revoleteando por todas partes. Emma la llevó a casa de Verónica para que jugara con Jake mientras ella se hacía cargo de una de las crisis de la mujer cuyo vientre crecía cada día más debido a su nuevo inquilino temporal.
—La amo, en serio —murmuró—. Dios sabe que lo hago, pero me está volviendo loco con sus cambios de humor. Las hormonas van a acabar conmigo antes de que nazca Sofía.
Sonreí al escucharlo hablar de mi futura ahijada. Tras enterarse hace poco de que sería niña luego de las insistentes maneras de Erick para convencer a Verónica de que averiguaran el sexo del bebé, acudieron a Emma y a mí para que ocupáramos el lugar como padrinos de la futura bebé Hamilton, mi chica no cabía de la emoción al punto de que sabía perfectamente que bajo su cama tenía varias bolsas de regalo con el nombre de Sofía en ellos.
—¿Sigues con ganas de colocar otro bebé allí? —hablé ganándome su mirada amenazante mientras me arrojaba la botella medio vacía—. Me lo merecía.
Reí, esquivándola. Un suspiro salió de su boca mientras encendía su teléfono. Una vez la pantalla estuvo encendida, el sonido persistente el aparato con mensajes y notificaciones taladró nuestros oídos. Erick se quejó, lloriqueando, mientras lo apagaba de nuevo. No tenía que decirlo en voz alta para saber qué se trataba de Verónica intentando que regresara a casa y pedir disculpas.
—Anne fue a visitar a su hermana, vendrá para el nacimiento de Sofía, así que estoy por mí cuenta hasta entonces. Lo único que me mantiene cuerdo es el trabajo y de alguna forma la escuela de Jake.
Erick encontró en las tareas de su hijo una forma de escapar de la furia de su esposa para su suerte. Verónica disfrutaba tanto verlos juntos que su furia desaparecía nada más eso sucedía. Sorpresivamente no se había dado cuenta de la forma que tenía Erick de manipularla y de escapar y seguía permitiéndolo.
— Oh vamos, nos tienes a nosotros —dije siendo eso parcialmente cierto. Sus ojos volvieron a los míos mirándome acusatoriamente.
— Son unos jodidos cobardes todos, no pueden escuchar los tacones de mi mujer acercándose porque huyen como unos jodidos niños—se burló. Levanté mis manos en señal de rendición.
— Se llama instinto de supervivencia, hermano. Y tú deberías aprender a mejorarlo, no estarías aquí de ser así. Luces como la mierda. —rodó los ojos claramente consciente de su condición. —¿Crees que mejorará cuando nazca la bebé? —intenté mantener mi seriedad.
—No quiero ni pensar en ello, amo a mi hija pero se que no dormiré en un buen tiempo luego que nazca. Y anhelo que eso suceda, solo que poco más de tres meses es demasiado pronto.
—Jake puede pasar un tiempo aquí de ser necesario. Anne puede ayudarles con Sofía y ustedes podrán dormir o intentar hacerlo.
Algo me decía que Erick no dormiría, pero no por el hecho de una bebé despierta y llorando al otro lado de la habitación, sino por la fascinación y el instinto de protección que lo abrumaría, obligándose a quedarse de pie junto a la cuna de su hija evitando que cualquier cosa llegara a ella.
— Henry vendrá también, será tratar con un niño de seis años con mucha energía, una bebé recién nacida demasiado frágil, una esposa bipolar a la que amo y a veces quiero matar, y dos ex-esposos que se quieren sacar los ojos cada que se ven —suspiró tras escucharse a sí mismo. Sus palabras haciendo mella en su cabeza y trayendolo a la realidad. —Carajo, mi vida será una jodida montaña rusa. —habló encontrando las palabras.
—La oferta sigue en pie y mi sofá siempre será tu cama si lo necesitas.
Un atisbo de sonrisa apareció en su rostro.
—¿Cómo van las cosas con Emma? —su pregunta me tomó por sorpresa teniendo en cuenta el giro de la conversación, pero era consciente de la sonrisa que figuraba en mi rostro nada más las palabras salieron de su boca.
— De maravilla, Hamilton. —enarco una ceja en mi dirección sonriendo. —Ella es todo lo que un día pensé que no tendría. Me había resignado a no tenerlo jamás y de un momento a otro simplemente apareció. —asintió en comprensión. — Lo he estado pensando y quiero pedirle matrimonio —los ojos de Erick se giraron dándome toda su atención, la sorpresa visible en su rostro. —La amo. —abrió la boca intentando hablar y luego volvió a cerrarla sin saber que decir.
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Editado: 02.04.2024