Interception

CAPITULO 42

Emma.

Era muy tarde cuando Edward se estacionó frente al edificio de Nicholas, pasadas las ocho. A esta hora ya Alaia estaría dormida probablemente, pero esperaba que él dejara que la viera siquiera un poco desde la puerta aún si no me aceptaba las disculpas que le pediría.

Tenía mucho miedo, las manos me sudaban a tal punto que creía que la bolsa que traía entre manos iba a deslizarse en cualquier momento, cayendo al suelo.

—Ed...

Mi hermano posó su mano sobre mi hombro ante mi susurro, dándome una sonrisa ladeada llena de comprensión.

—Ya estás aquí, Emma. —Sus manos sostuvieron mis hombros al momento en que me giré completamente hacia él—. Ve y pregunta por él.

Asentí como pude, avanzando hasta el mostrador. Los ojos de Vincent se abrieron conmocionados y en cuestión de segundos estuvo frente a mí, envolviéndome con sus brazos.

—Señorita Emma, yo sabía que iba a regresar —sus palabras calmaron un poco el desespero que corría por mi cuerpo. La ansiedad me estaba consumiendo.

—¿Puedes avisarle que estoy aquí? —pregunté temerosa al alejarme dando un paso atrás.

Su expresión decayó.

—El señor no está —susurró como si le doliera soltar las palabras—. Pero puedo llamarlo, Emma, él seguro...

—¿Puedo subir y esperarlo? —inquirí mucho antes de tener tiempo de asimilar lo que iba a salir de mi boca. No quise tomar las palabras de vuelta y Vincent vaciló—. Por favor —mi voz se quebró—. Me quedaré en el corredor si no quieres que entre para que no tengas problemas, pero realmente necesito esperarlo.

—Emma, claro que puedes entrar. Mi trabajo estará en juego, pero sé que él habría querido que entraras.

—Tendrás un trabajo asegurado si te echan —bromeó un poco mi hermano llegando a mi lado—. Y como sé que a mi no me dejarás subir, te dejaré mi número en caso de que ella necesite un aventón a casa.

Casa.

Mi casa era con él.

Edward se despidió de mí insistiendo en que lo llamara en cualquier momento. Sabía que él marcaría de no tener información por mi parte en unas horas, él era así. Incluso iría por Elijah para tirar este edificio en caso de que yo no apareciera.

Subí por el ascensor, sacando la ecografía de nuestro bebé de la bolsa que traía entre manos. Vacilé observándola a medida que conseguía la llave debajo del tapete que Lauren dejaba en caso de una emergencia, un suspiro de alivio saliendo de mi boca al darme cuenta que seguía allí.

Entré sin hacer ruido pese a que no había nadie en casa. No sabía dónde estaba, pero lo esperaría el tiempo necesario. Llamaría a Elena en unas horas cuando no me estuviese quebrando del miedo y el nerviosismo. Ella debía estar preocupada por mí, pero esperaba que mi hermano cumpliera su promesa y fuese a su casa a informarle sobre mi estado. No sobre el embarazo, ella me mataría si no se lo decía yo, pero por lo menos que me encontraba bien.

Lauren y Alaia no estaban, era sábado y Vincent me dijo que Verónica había venido por ellas y que vendrían en unas horas. Me sentía como una intrusa entrando sin avisar, pero tenía que verlo, no estaba muy segura de cómo lo tomaría, pero haría lo posible por enmendar mis errores.

Me tumbé en el sofá, frustrada. Mis ojos se sentían pesados a medida que mi respiración se ralentizaba. No había dormido bien en días, mi cuerpo cobrándome el haber abusado de el a medida que el sueño me invadía.

No sé cuánto tiempo estuve dormida, pero me desperté de un sobresalto cuando sentí la suave presión en mi mejilla. Mis ojos se abrieron con dificultad, acostumbrándose a la tenue luz que entraba por el ventanal de la sala. Los ojos verdes de Nicholas me observaban con alivio a medida que me enderezaba en mi lugar.

—Estás aquí —susurró con sorpresa como si le fuese difícil creerlo. Sin embargo, sus dedos no abandonaron el movimiento sobre mi mejilla.

—Perdón —la palabra fue como un murmullo en mi boca, pero lo suficientemente audible como para que llegara a sus oídos. Su cálida sonrisa apareció, sorprendiéndome—. Lamento cada cosa que te dije y la forma en que lo hice.

Abrió su boca para replicar, pero lo detuve colocando mis manos entre las suyas y sacudiendo la cabeza para que me permitiera seguir.

—Amo a Alaia y te amo a ti, Nicholas. Lamento si mis palabras pusieron en tela de juicio mi amor hacia ustedes, no era mi intención, jamás quise que eso pasara y lastimarte en el proceso, mucho menos alejarme de Alaia.

Sus ojos se iluminaron con ilusión, esos iris que tanto brillaban me enamoraban cada día más y me hacían sentir agradecida porque me observaban a mí con tanta fascinación.

—No actué del todo bien al huir y debí quedarme y hablar contigo. Lo lamento y no intentaré justificarme porque sé que tienes razón al estar molesto, la forma en que me fui, la manera en que te dejé a ti y a Alaia, yo... —mi voz se quebró.

—Sé por qué lo hiciste —anotó en un susurro guardando silencio por un par de segundos antes de continuar—. Lo que hiciste no es tu culpa y claro que lo entiendo, Emma. Estuve molesto, pero lo comprendí con el tiempo. —Su voz estaba envuelta de sinceridad, calmándome—. Te amo, y lo que dije es verdad, te apoyaré en lo que quieras hacer. No necesito la boda o los bebés, solo te quiero a ti.

—¿Seguro?

—¿Qué es lo que quieres, Emma? —preguntó, ansioso—. ¿Nos quieres a Alaia y a mí de manera permanente? ¿Estás dispuesta a quedarte con nosotros?

—Fui a terapia, Nicholas —me sinceré para su sorpresa—. Llevo un mes tomando sesiones y me di cuenta que estaba llena de tantos miedos que se me hacía difícil vivir con ellos. Por eso salí corriendo, me aterraba lo mucho que los quería a ti y a Alaia porque temía lastimarlos en mi intento por ser lo mejor para ustedes.

—Nos vamos a equivocar mucho en el camino, Emma, si decides quedarte —suspiró con sus manos buscando las mías—. Pero no te dejaré sola.




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