No soy bondadosa ni malévola, pero me aferro a la realidad. No me gusta hacer nuevas amistades ni tampoco ganarme enemistades, aunque sé que en este mundo la maldad se mezcla con el bien.
Soy Verónica Rivera, una chica de secundaria. Tengo dieciséis años y me he criado con mi abuela Renata. Nunca pude conocer bien a mis padres, pero estos últimos días mi hermano Byron me llamó para invitarme a vivir con él, y acepté su propuesta.
Emprendí mi viaje a Texas, directo a la casa de mi hermano. El viaje no fue muy agradable, pero aun así quise conocer un lugar nuevo. ¿Será un nuevo comienzo bueno o malo en mi vida? En realidad, aún no lo sé… así que esperaré.
Por fin llegué a la casa de mi hermano Byron: era algo linda, cómoda, amplia y atractiva.
—¡Byron, ya estoy en casa! —grité.
Podía escuchar los pasos de alguien corriendo por las escaleras, hasta que, al fin, abrieron la puerta.
—Hola, Verónica, ¿cómo te encuentras? Puedes entrar —dijo un joven.
No podía reconocer quién era el chico que me abrió la puerta, pero era muy atractivo. Estaba segura de que nunca lo había visto: alto, con cabello liso como hilos negros brillosos y ojos azules intensos. Aun así, me preguntaba qué hacía en la casa de mi hermano.
—Hola… me pregunto, ¿quién eres y qué haces en la casa de mi hermano? ¿Y por qué sabes mi nombre? —pregunté algo confundida.
—Mm… soy Michael Volkova, el mejor amigo de tu querido hermano Byron. Sé tu nombre porque él me dijo que llegarías y me pidió que te atendiera mientras hacía unas diligencias —respondió Michael.
—Está bien, gracias, Michael. Pero, ¿no sabes cuánto tardará Byron en llegar a casa?
—Tranquila, Verónica, tu hermano solo tardará cinco horas. Parece que fue a comprar unos implementos que necesita. También se retrasará porque esta vez tenía muchos problemas que resolver como abogado —respondió Michael.
—¿En serio, Michael? ¿Mi hermano es abogado? —pregunté sorprendida.
—¿Verónica, acaso no sabías que tu propio hermano es abogado? Es algo extraño… ¿acaso él nunca te lo dijo? —respondió Michael.
—Bueno… Byron y yo no nos vemos desde que tenía cuatro años. No sé mucho sobre él. Después de tanto tiempo, me he criado con mi abuela Renata, la madre de mi papá Noah. Y mi mamá… tuvo un accidente automovilístico con mi papá.
—Mmm… está bien, Verónica, no te preocupes. Ya sabes que esta es tu nueva casa, porque vas a vivir con tu hermano. Te dejo, necesito irme. Puedes sentirte cómoda; si tienes hambre, revisa la nevera. Tu hermano me dijo que tu habitación está arriba, en el pasillo izquierdo.
—Está bien, Michael, muchas gracias por atenderme. Que te vaya bien.
Me sentí un poco tranquila al saber que iba a vivir con mi hermano después de tantos años. Pero aún me angustiaba no haber conocido a mis padres, y mucho menos conformarme solo con la idea de que murieron en un accidente automovilístico. Mi abuela nunca me dio respuestas claras.
Subí a ver mi habitación. Era muy hermosa. Mientras desempacaba mi ropa, encontré en la mesa de noche una foto de mis padres. Después de tanto tiempo, me estaba olvidando de sus rostros. Me sentí muy alegre: así fuera solo verlos en una fotografía, me hacía sentir bien. Aunque me preguntaba por qué mi hermano tenía esa foto y nunca me la mostró. Me parecía extraño, pero decidí no prestarle atención; de todas formas, ellos ya habían fallecido.
Las horas pasaron y mi hermano aún no llegaba. Estuve toda la tarde jugando videojuegos (Counter-Strike: Global Offensive, entre otros), hasta que, de repente, alguien tocó la puerta. Corrí por las escaleras, emocionada; me imaginé que era él.
Y sí, era Byron. No podía creer lo que mis ojos veían: todo este tiempo me había estado preparando una sorpresa. Me encantaban los globos, las flores de fragancia agradable, e incluso la torta tenía mi rostro.
—Hermano, ¿me preparaste toda esta sorpresa? ¿Por eso tardaste tanto en llegar?
—Hola, hermanita Verónica, ¿te gusta? Mandé a hacer la torta de tu sabor favorito. Sé que te encanta la crema de vainilla y el chocolate. Lo de los globos y las flores me lo sugirió mi mejor amigo; dijo que de seguro te gustarían.
—Byron, me encanta mucho. Muchas gracias por darme esta sorpresa.
—Espera, Verónica, aún falta algo —respondió con una sonrisa misteriosa.
Me sentí muy emocionada y feliz con esta bienvenida. Pero me preguntaba por qué no entraba y se quedaba afuera.
—¿Byron, qué esperas? ¿Por qué no entras?
—Verónica, aún falta algo de la sorpresa. Sé que te va a fascinar… lo deseabas mucho.
Me intrigaba no saber cuál era esa otra sorpresa.
—Hola, Verónica, vengo a traerte tu regalo. Puedes verlo en tu habitación —respondió Michael, apareciendo de repente.
—¿Hola, Michael? ¿Qué es?
—Solo lo sabrás si lo abres, Verónica. Está en tu habitación.
—Está bien, muchas gracias, Michael.
—No te preocupes, Verónica. Tu hermano fue el de la idea de esta sorpresa —respondió Michael, sonriendo.
—Parece que se llevan muy bien —respondió Byron.
—Sí, me parece que tu mejor amigo es buena persona.
—Me parece bien, hermana.
—Verónica, necesito hablar contigo —dijo Byron, poniéndose serio.
Me sentí incómoda; su expresión no auguraba nada bueno.
—¿Sí? ¿Qué necesitas decirme, Byron?
—Verónica, irás a estudiar a un internado.
Me quedé sorprendida. No me esperaba que Byron me metiera en una escuela así; yo esperaba vivir con él. Me sentí enojada y triste, pero no soy alguien que expresa fácilmente sus emociones. Aun así, no me gustaba para nada esa propuesta.
—Hermana, tal vez no te guste esta propuesta, pero lo hago por tu bien. Nuestra abuela Renata está enferma; no lo sabías porque lo ocultó, no quería preocuparte. Pero ahora estás acá en Texas conmigo, y yo estoy muy ocupado con mi trabajo. No permanezco mucho en casa, y la idea es que te relaciones, que hagas nuevas amistades. No me gusta que evites los eventos sociales. ¿Qué dices?