Internado

Botella y primer beso

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En el frío despiadado de la noche, escuchando la melodía de Halo de Beyoncé, me asomaba a la ventana presenciando la llegada de Haydy, la nueva chica. Con solo unos días en el internado, ya había acaparado la atención de todos los estudiantes. No es por difamar, pero sé que la he conocido desde hace mucho tiempo; sin embargo, siempre me da un mal agüero.

El crujido del cerrojo interrumpió mis pensamientos. Me levanté de la cama y fui a abrir la puerta: era Dafne.

—Verónica, ¿no quieres salir un rato conmigo? Me gustaría que tomemos un poco de aire libre. Sé que estás mal después del incidente —respondió Dafne con dulzura.

—Gracias, Dafne, aunque no me gustaría salir ahora con tantos estudiantes afuera.

—No importa, Verónica. Quiero salir un rato contigo, así que vístete. Te veo afuera.

No quería ir, pero aun así quise complacerla. Me vestí con un vestido neckline negro clásico y unos tacones Dior, también negros. Admitiré que quería llamar la atención; no pensaba dejarme opacar por Haydy.

Al salir me encontré con Michael. No me dijo nada, solo me cedió el paso con un gesto. Aunque no quería hablar con él, en el fondo sabía que ocultaba algo sobre la verdadera muerte de mis padres, y aun así callaba.

No es por presumir, pero obtuve bastante atención al aparecer en el patio. Pude notar la desilusión en las miradas, la envidia en otras… y, entre todas, la mirada afilada de Haydy.

Se acercó sigilosamente y me susurró al oído:

—¿Querías más atención que yo? Pues ya la obtuviste, pero la próxima vez no será así. Verónica, sé que te hago familiar, sé que me reconoces aunque no lo recuerdes del todo… veremos quién saldrá mejor librada.

La miré con firmeza y respondí con voz baja pero cortante:

—¿Son amenazas, Haydy? Escúchame bien: no eres más que una aparecida de la nada. ¿Acaso te doy inseguridad? ¿Acaso opaco lo poco que tienes? Mejor me ahorro palabras… solo me das lástima.

Me giré y caminé hacia Dafne, sin querer ver más el rostro de esa sombra de mi pasado, aunque su imagen me resultaba perturbadoramente familiar.

Me senté en una banca, intentando distraerme. Dafne se acercó y preguntó:

—¿Pasa algo?

—No, no es nada —respondí mientras me acomodaba el broche del vestido.

—Entonces, ¿por qué no me explicas qué le susurrabas a Haydy?

—Cuando entremos te contaré todo con detalles. Solo sé que habrá una guerra fría con ella. Espera y verás: así como llegó, se irá peor —respondí con un tono cargado de enojo.

Dafne se retiró a hablar con Harry, su amigo de confianza. Mientras ellos conversaban, yo tomé una taza de café. De reojo, vi a Michael acercarse lentamente hacia mí. Interrumpió el silencio incómodo y, con una sonrisa traviesa, murmuró:

—Disculpa por lo sucedido… estás bella.

Lo ignoré y me levanté de inmediato. Dafne me llamó desde la esquina de la cafetería. No sabía qué tramaba, pero aun así fui. Al llegar, vi que estaba reunida con varios compañeros de mi aula. Dafne se acercó, inclinándose hacia mí, y me susurró al oído…

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—Es tu hora —dijo Dafne, con facciones de picardía.

—¿Hora de qué? —pregunté, un poco intrigada.

—Es hora de que esta noche le des un beso a Esteban —dijo Dafne.

—¡¿Qué?! —exclamé, alterada.

—No puedo darle un beso a él —dije yo, alterada—. ¿Quieres que la maestra se entere de esto?

—No te preocupes, Verónica; todo está en mis manos: los maestros están cenando mientras nosotros jugamos. Di que sí —respondió Dafne, tomando mi mano con firmeza.

—¿Jugamos? —murmuré.

—Sí, Verónica. Jugaremos a la botella. Flip.

Dafne me empujó hacia donde estaban los chicos. Me senté al lado de Esteban; Michael quedó frente a mí. Dafne hizo girar la botella. Todos esperamos a que dejara de dar vueltas: apuntó a Dafne y a Harry, y la sala contuvo el aliento mientras ellos se besaban. Esteban intentó tomar mi mano; se la di. Michael no dejaba de observar; sus ojos me seguían como si guardara un secreto.

Dafne giró la botella otra vez. Esta vez apuntó a Michael y a mí. Sentí el latido del corazón en la garganta; los nervios mordían la piel. Empezaba a reconocer que quizás sentía algo por Esteban, pero besar a Michael era otra cosa: una contradicción que me atraía y me asustaba a la vez. Michael se acercó con expresión traviesa; su aliento rozó mi oído y, en voz baja, susurró:

—Espero que disfrutes.

El susurro recorrió mi nuca como un pequeño fuego. Cuando sus labios tocaron los míos, sentí la textura suave y pomposa de sus besos; había en ellos una mezcla de calma y urgencia. No voy a negar que aparecieron mariposas: la temperatura en mi pecho subió y el mundo se volvió un lugar tenue alrededor de ese contacto. Su mano, apenas rozando mi espalda, dejó una sensación electrizante. Me sentí, por un latido, la protagonista de un romance inesperado.

Tras el beso, Michael me tiró de la manga para acercarme; quería susurrarme algo más. Me incliné hacia él, todavía con el pulso agitado.



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En el texto hay: homicidios, venganza, traición de amigos

Editado: 09.10.2025

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