Internado

Nadie vive al oscuro el banquete de horrores

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Sentada en la ventana, aspiré el aroma de las rosas que me había regalado Michael. Al parecer era caballeroso y gentil; estar con él me hacía sentir cómoda y en paz. Me senté a escribir un libro. Aún no sabía cómo llamarlo, pero al ver las rosas que Michael me había dado, me gustó la idea de nombrarlo "Primavera de rosas negras". Sentía que el título encajaba perfecto con el contraste de las flores y con su carácter y personalidad.

Al escuchar el timbre, corrí a empacar mis libros. Cuando tuve todo listo, salí de la habitación, corrí por los pasillos y llegué al salón. Me senté en mi puesto y Michael, que estaba detrás de mí, me pasó papeles con pequeñas notas. Parecía ser muy romántico y atento. Estábamos haciendo actividades de química, pero una vez terminamos nuestros deberes de investigación, me puse a escribir mi propia historia de amor. De repente, las luces parpadearon. Todos nos preocupamos, pero no pasó nada más. Al empezar a escribir, la luz se fue por completo. El salón no estaba muy oscuro, pero los pasillos sí. Esteban no dejaba de mirarme hasta que salió del salón. Todos estábamos preocupados porque necesitábamos internet para terminar nuestros deberes. Dafne se acercó a mí y me dijo:

—Verónica, la maestra Thalía te necesita —dijo Dafne, tomando mis libros—. Llevaré tus libros al dormitorio.

—Está bien, Dafne —le respondí con una sonrisa.

En ese momento, salí del salón. Los pasillos estaban oscuros. Mientras caminaba, sentí los pasos de alguien detrás de mí. No me alarmé ni me asusté; en mi mente, me dije que tal vez era el asesino anónimo, así que no volteé.

De repente, escuché gritos. Corrí escaleras abajo y, al entrar a la sala del comedor, vi varios platos tapados sobre la mesa. Pero si me pareció haber escuchado los gritos acá, me dije. Caminé y me senté en una de las sillas. Me pregunté por qué habrían cocinado sin avisarle a los estudiantes. Al levantar la tapa de uno de los platos, no pude explicarme lo que veían mis ojos. Era un banquete macabro, una pesadilla servida en porcelana fina. Los platos no contenían comida, sino un mosaico de carne y hueso, un jardín de partes cocinadas de mis compañeros. Abrí todos los platos y cada uno revelaba un nuevo horror. Era una cena para el diablo, un festín de sangre. Mi piel se erizó y sentí escalofríos en mis venas. Miré a todos lados y me asusté tanto que mi corazón no dejaba de latir.

Me agaché para mirar debajo de la mesa y encontré una carta. Estaba manchada de sangre, y un enjambre de moscas, como diminutos buitres, ya se posaban sobre los restos de los cadáveres. Cada vez el mal olor empeoraba. Abrí la carta, que decía: "Disfruta los preparativos. Mira a la izquierda y gira la silla. Te tengo una bonita sorpresa."

Leí la carta y vi la silla de espaldas. Me acerqué con cuidado y la giré. Al verla, me asusté. Allí estaba Harry, muerto. Le faltaban sus ojos y alguien le había cortado la lengua. Me sentí decepcionada, porque esperaba que él me dijera más sobre toda la verdad. Mis planes estaban fracasando.

Salí corriendo y subí las escaleras. Vi que varios de mis compañeros estaban tirados, desangrándose en el piso. Busqué a Michael, pero no lo encontré en ningún lugar. En la siniestra oscuridad, vi una figura al fondo del pasillo que se acercaba a mí. Mi corazón latía con fuerza. De repente, vi a la figura vestida de negro. Llevaba una motosierra. Del miedo, corrí lo más rápido posible, pero el asesino era tan veloz que me estaba alcanzando. Volteé a mirar atrás y, al parecer, era un hombre. No sabía dónde estaban los demás, todo estaba solo. No había nadie que me ayudara.

Vi que no podía seguir subiendo escaleras, así que tomé el ascensor. Era demasiado lento para cerrar las puertas. Al ver que el asesino lanzaba la motosierra hacia mí, no pude evitar gritar, pero con suerte, la puerta se cerró justo a tiempo. Vi el número en el ascensor: estaba en el cuarto piso. No había nadie, todo estaba solo y oscuro.

De repente, Dafne se acercó a mí y me abrazó.

—¿Estás bien? Me preocupé mucho por ti, creía que te habían lastimado —dijo Dafne, alterada.

—¿Dónde están los demás? —pregunté, agitada.

—Todos están asustados y encerrados en sus habitaciones por este incidente —respondió Dafne.

Justo en ese momento, la luz regresó. Dafne y yo nos emocionamos y creímos que todo había terminado. De repente, el maestro de matemáticas tomó mi mano y me llevó al salón de otro curso y me dijo:

—Verónica, cosas extrañas están sucediendo aquí. Debes tener más cuidado con lo que haces. Están poniendo tu vida en peligro y la de los demás, así que deja de investigar la muerte de tus padres y huye —respondió el profesor, asustado y mirando a todos lados.

—Profesor, ¿cómo sabe usted de esto? —le pregunté, sorprendida.

—Sé muchas cosas, Verónica. Mañana te contaré. Aquí no es seguro. Te mandaré un mensaje de texto —respondió el maestro, alterado.

Al salir del salón. El dolor me golpeó como una ola helada, pero el frío no venía de afuera. Era un frío que nacía dentro de mí, una punzada que abría un agujero en mi mundo. La sangre, un río rojo, corría por mi piel. Un velo negro comenzó a cubrir mi visión, los rostros se volvieron sombras, y el sonido se desvaneció. Mis rodillas se doblaron y caí. El piso se sintió lejano, como si cayera en un abismo sin fondo toqué mi abdomen y senti como me desangraba lentamente en el suelo hasta perder la noción...



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En el texto hay: homicidios, venganza, traición de amigos

Editado: 18.09.2025

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