Internado

Esclavos de una nueva gobernación

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Desde que usé esa arma, me ha causado una decepción; asimismo, me he sentido una asesina. Tuve suerte de que Michael y Esteban llegaran en el momento indicado, antes de ser interrogada. Tampoco quería ser degollada, pero… ¿por qué Haydy necesitaría a los dos? Aún tengo muchas dudas como para sembrar otras nuevas.

Dafne cocinaba el desayuno mientras yo miraba el reloj y no olvidaba las horas de perdición. Sentía que todo ya se estaba acabando; no encontraba otro rumbo ni ideas para poder tener éxito en estos problemas. Saber que mi enemiga se volvió líder de ese grupo criminal llamado “Corvus Anliantrax” me resultaba inquietante. Ellos se habían extendido por todo el internado; ya no existía una mañana ni un anochecer tranquilos en estos pasillos de tragedia y desesperación. La sangre de los estudiantes abundaba a chispazos en los pasillos de perdición. Todos estaban obligados a seguir las normas y órdenes impuras de Haydy. Ella había conseguido crear esto: su propio infierno.

El profesor Abraham logró escapar, pero esta madrugada me devolvió el arma que me había regalado Thalía. Al revisar las viejas notas que me mandaba el asesino anónimo, observé cuidadosamente que en cada una las letras parecían distintas. Me puse a pensar en cada detalle.
“Si hay varios criminales trabajando con Haydy, también es obvio que existen otros que solo quieren intimidar, pero no asesinar”. Es decir, que puede haber algunos de ellos que no están de acuerdo con Haydy, pero obedecen sus normas por el poder que ejerce.

Mientras pensaba, Dafne me servía mi platillo favorito. Ella se sentó a mi lado y me dijo:
—¿En qué piensas tanto, Verónica? —preguntó Dafne.
—Solo saco planes y algunas conclusiones —respondí mientras comía.
—Verónica, he estado preocupada por ti después de lo que sucedió. Sabes que puedes contarme lo que sea, siempre te escucharé y te apoyaré como una mejor amiga —dijo Dafne mientras tomaba mis manos.

Su preocupación era cada vez más intensa. No tuve más alternativa que contarle toda la verdad. Ella me escuchó en cada detalle, así que decidimos, al final de nuestra charla, armar un plan. Dafne me dijo: «Te puedo ayudar en lo que necesites». No dudé en incluirla. Dafne me propuso unirse al grupo “Corvus” y trabajar junto a Haydy con la finalidad de obtener información confidencial. Estuvimos un rato hablando sobre el plan, y le pedí que averiguara qué criminales estarían dispuestos a traicionarla por dinero. Quería saber más sobre Haydy para después chantajearla y hacerle el peor daño posible por todo lo que me ha hecho.

Cuando me acosté, miré al techo. Alguien había pegado un papel raro con pegamento. Me levanté de la cama y tomé un banquito de madera para alcanzarlo. Al subirme, arranqué la pegatina que estaba en el techo de la habitación; estaba arrugada, así que la abrí. Al parecer, era una nota extraña que decía “Corvus Anliantrax”. No entendía el mensaje, pero observé que no era la misma letra de las demás notas. Además, la persona había subrayado la palabra Anlia. Tampoco comprendía el sello; parecía una especie de logotipo.

En ese momento recordé a la hermana gemela de Thalía: se llama Analía. Probablemente el grupo criminal no pertenece a Haydy, sino que ella tiene una conexión cercana con Analía. Tal vez Haydy solo sea una esclava de la verdadera líder, lo que me deja una señal clara: tengo el camino libre para atacar.

Cuando salí de la habitación, Rosen me atacó. Ambas caímos al piso, pero ella no dejaba de golpearme. Intenté quitármela de encima, pero era muy difícil controlar mi enojo. Todo aquí se ha vuelto un infierno.

De repente, un chico extraño detuvo a Rosen y me ayudó a levantarme del suelo. Nunca lo había visto en todo este tiempo que he estado en el internado. Se acercó a mí con una mirada fija y fría, y dijo:
—¿Estás bien?
—Sí, gracias, estoy bien —respondí mientras lo observaba. Parecía extranjero, pero no quise hacerle preguntas.
—¿Cómo te llamas? —preguntó el chico.
—Verónica Rivera —respondí, mirándolo a los ojos. Algo me decía que ocultaba muchas cosas, pero también percibía vibras negativas en él—. Disculpa, ¿en serio eres de aquí? Pareces extranjero, además es la primera vez que te veo en el internado —dije.
—Soy nuevo aquí, y sí, soy extranjero. Vengo de Chengdu, China. Mucho gusto, me llamo Shuai Quiang. He escuchado sobre ti, Verónica —respondió Quiang.
—Mucho gusto, un placer conocerte —respondí mientras estrechábamos las manos.

Rosen se acercó a mí y me gritó:
—¡Tonta! Por tu culpa sufrimos esto, todo es por tu obsesión con la muerte de tus padres. Además, no quieres a mi hermano Esteban, solo lo usas —dijo intentando empujarme.

No tenía respuestas. No estaba de humor para discutir, solo intenté ignorarla.
—¡Tus padres se merecían una muerte así! Ni siquiera te miras en un espejo: eres un fracaso de hija. No lograrás nada, Verónica. Los muertos no hablan; tus padres no podrán decirte nada —exclamó Rosen, intentando llamar la atención de todos.

No tuve más alternativa que voltear y darle tres cachetadas. Le dije:
—¡No te metas con mis padres, mujerzuela infeliz, recargada de dolor y envidia! Tal vez estás en lo cierto, los muertos no hablan… pero dime, ¿qué pasará si Haydy y tú no llegan a un acuerdo? ¿Qué tal si te digo que ella puede desaparecerte? Dime, ¿hablarás estando muerta? Debería dolerte que no tienes a nadie que te defienda, ni siquiera tu hermano lo hará cuando descubra lo que ocultas —le respondí con firmeza. El enojo corría por mis venas, y la tiré al suelo.

Después de ridiculizar a Rosen, decidí tomar aire libre. Me sentía mal con todos los problemas que estaban ocurriendo. Todo se volvía más difícil, pero recordé que Thalía me había advertido sobre esto. Analía estaba desatando su ira contra mí y los demás.



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En el texto hay: homicidios, venganza, traición de amigos

Editado: 09.10.2025

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