Into You / Español

PRÓLOGO

Habían pasado más de dos horas cuando Kate me convenció en escaparnos de aquel curso de verano para irnos de pinta a una de las discotecas clandestinas que estaba cerca de la ciudad. Una salida en la cual los chicos nos acompañarían, ya que en aquel curso de verano nos habían separado de los dormitorios y ellos habían planeado en ir a ese lugar por lo cual nos habían invitado a ir para pasar el buen rato.

Todas nuestras compañeras de habitación estaban dormidas. Kate abrió la ventana con cuidado para evitar despertarlas. Puso un pie de fuera sobre la rama del árbol y sosteniéndose fuerte para que no cayera. Luego puso el otro y fue bajando del árbol con cuidado. Cuando llegó a tierra firme, la miré por abajo y me hizo una seña de que era mi turno de bajar. Miré primero hacía la habitación oscura asegurándome de que no había nadie despierta, luego miré hacia abajo.

«Venga. Tú puedes.»

Tragué grueso y me repetí varias veces a mí misma que podía bajar. Hice la misma acción que Kate, aunque meneé mi pie para comprobar si ya estaba cerca del suelo. Salté para dejar de sostenerme y caer de pie, pero se escuchó el crujido de las hojas secas de los árboles.

—Chist—me silenció Kate poniendo su dedo índice en sus labios y soltamos una risita.

Me cogió de la mano para llevarme a donde estaban los chicos. Cruzamos la avenida para ir a los dormitorios de quienes nos esperaban para poder darnos a la fuga.

La noche era fría. Que nuestra respiración que salía por la boca se podía ver.

Los chicos estaban en el coche del hermano mayor de uno de ellos, que con prisas vino a por nosotros para poder llevarnos. Estaban por detrás de los dormitorios. Tenían la música en un volumen medio, llevaban latas de cerveza en la mano y uno que otro cigarrillo sobre los labios.

—Ya han llegado—avisó uno de ellos y todos voltearon a mirarnos.

—Venid, chicas. Que se nos hace tarde.

Nos subimos al coche del hermano mayor. Puso música de rap en el reproductor mientras arrancaba. Kate estaba sentada del otro lado mientras que uno de ellos le pasaba el brazo por encima de sus hombros y empezaba a coquetear.

[...]

Habíamos llegado a aquel lugar. Los chicos nos dieron unos carnés con los cual podríamos pasar desapercibidas. Esta vez mi nombre sería: Stella Morgan, mientras que el de Kate decía: Jenni Benson.

—Vaya, se ven tan reales.

—Apurad, chicas. Que la fiesta esta super guay.

Sólo permitían la entrada a jóvenes a partir de los quince años. Aunque los chicos querían prevenir si algo malo pasaba o si no los dejaban entrar.

Era un lugar por reventar de gente. Me sentí extraña, ya que éramos las únicas chicas de quince años en medio de un lugar donde jóvenes de dieciocho y adultos iban. Miré a mi alrededor, y eran las personas más guapas y libres que había conocido. Las chicas con vestidos cortos de seda y los tíos más buenos que pude haber conocido en mi vida.

—Venga, Ann. Que está es vuestra noche para divertirnos.

Kate me dirigió hacía la pista de baile donde comenzamos a bailar con los chicos. Nos reíamos por nada y alzábamos los brazos al ritmo de la música. Fue la primera y última vez que en verdad me había divertido en toda mi vida. Fue la primera y la última vez que estuve en confianza con el contacto de las personas.

—Venga, Anna. Veinte pavos a lo mucho que tomes de un jalón esos cinco chupitos—arqueé las cejas.

—¿Solo veinte? Qué tal cincuenta

—Vale, cincuenta dólares a que te tomes esos chupitos de un tirón y cojas aquel vaso de cerveza y hagas la misma acción.

—Vale tío, pero mi nombre es Annika—remarqué mi nombre y se echó a reír. Eché la cabeza hacía atrás mientras dejaba que el líquido cayera por mi garganta. Raspeé un poco la garganta por el sabor amargo y ardiente.

Volvimos de nuevo hacía la pista. Entre tantos chupitos, risas, música y baile, mi mente se desconectó de mi cuerpo.

Llegó un momento donde los chicos habían desaparecido y me encontraba bailando con gente que desconocía a mi alrededor. Mi mente estaba viajando por otro lado, que dejaba que los chicos me tocaran el cuerpo mientras meneaba las caderas contra ellos.

Las luces de la discoteca cambiaban de color. Combinándolos de distintos colores brillantes. La música resonaba fuerte y sentí que me quedaría sorda para siempre. Tomé un vaso lleno de un líquido fuerte. Me llevé el vaso a los labios para poder refrescarme, luego del horno en el que estaba metida.

Sentía la mirada de todos, pero en especial, sentía la mirada extraña de alguien.

Fui hacía la barra de bebidas y pedí un vaso de agua. Un hombre extraño se acercó a mí, sentándose al otro lado. Lo observaba por el rabillo del ojo y a cada segundo cada vez se acercaba más a mí. Su brazo estaba pegado con el mío.

—Hola, linda.

No pude ver exactamente su rostro. Todo el lugar estaba a oscuras y digamos que las luces de dicho lugar no ayudaban mucho. Ignoré su saludo.

—Oye, nunca te he visto por aquí.

Sentí el olor de alcohol y cerveza salir de sus labios. Me sentí asqueada.



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En el texto hay: adolecentes, amor, odio

Editado: 07.12.2021

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