Daniel
La mañana ya había llegado y me alisté cómo cualquier persona haría para ir directo a su trabajo. Aunque, no en mi caso. Salí de mi apartamento y tomé la moto ya que el auto siempre lo llevaba conmigo cuando iba con mi madre a sus oficinas.
Llegué en menos de treinta minutos que normalmente era el tiempo exacto para llegar al lugar donde yo vivía.
Tener que volver a pisar el instituto era un completo infierno de cualquier persona de veinte años como yo, y más aún que llevaba poco tiempo de graduarme.
Al llegar al aparcamiento una masa de coches que parecían ser de los altos ejecutivos que manejaban dicho instituto estaban estacionados. El ruido del motor de la moto provocó que llamara la atención de todas aquellas personas que rodeaban el lugar. Tenía la pinta de ser un colegio de personas adineradas.
Saqué el móvil para poder contactarme con Kevin, pero no parecía responder a mi llamado. Mi atención se desvió cuando sentí dos miradas. Por todos lados me encontraba con chicas que giraban para verme y para murmurar cosas sobre mi llegada, pero aquella sensación era fuerte. Levanté la vista en busca de aquella sensación que tenía y di con mi objetivo.
La primera una chica a la cual conocía bien, el cabello y las mechas rubias era lo que la identificaba, pero, a su lado estaba acompañada de otra chica la cual no sabía de quien se trataba realmente.
Todo pasó en cuestión de segundos y pude visualizar a la otra chica de manera fugaz. La tez clara y el color de su cabello acaramelado. No pude ver más de ella cuando su mirada cruzó con la mía y se percató de ello, desviando la mirada. Mientras se adentraba en aquel edificio dando la espalda y detrás de ella la perseguía Katherine.
Aquello fue raro.
—Aquí estas, hombre.
Kevin apareció de repente dándome un golpe en el hombro a modo de saludo. Él tenía la faceta de ser una persona intelectual y trabajadora. Su piel albina, el cabello pelirrojo como el de las zanahorias al igual que sus cejas y los lentes de botella que utilizaba.
Me llevó a la recepción donde una señorita de mediana edad se acercó a nosotros con un portátil en la mano izquierda. Nos recibió con una sonrisa cálida y cansada, ya que el primer día de clases suele ser agotador.
—¿Puedo ayudaros, Kevin? —preguntó a ambos, pero desvió su mirada hacía la de Kevin—¿Y este chico? —preguntó examinándome de arriba abajo.
—Soy Daniel Gardner y vengo para…—me interrumpió.
—Oh, sí. Sabemos quién eres y vienes para servir a la comunidad, ¿no es así? —completó mi frase con amabilidad. Era una señora de cuarenta años, pero lucía más joven. Llevaba el cabello castaño y unas gafas enormes que caían en la punta de su nariz—La directora Greco te espera en su oficina, Kevin, serías tan amable de llevarlo por mí.
—Claro. Gracias, Alice.
Kevin se giró sobre sí y le dirigí la mirada a aquella señorita que estaba frente mío. Ella me dedicó una sonrisa y le guiñé el ojo como un cumplido.
—Encantado, Alice.
Dije por último y me alejé de ella junto con Kevin. Creo que ya me sé el caminó a su oficina, era mi lugar favorito.
Beatrice Greco era la misma cabeza de la escuela por los años que estuve allí, pero mi falta de disciplina hizo que me echaran de allí.
Cuando entré, me estudió con aquella mirada salvaje e intimidante que solía tener. Con ese traje rojo con una camisa blanca fina y su peinado de una cola alta relamida de cientos de espray para el cabello y esos labios rojos intensos. Me miró arriba abajo y me ordenó que me sentará, a fin de cuentas, era dura, pero sabía cómo lidiar con ella.
—Me da gusto verlo de nuevo, señor Gardner—dijo en tono serio. Se le notaba la felicidad.
—Lo mismo digo—le sonreí.
Se quitó sus gafas y dejó lo que estuviese haciendo con el monitor de su escritorio para centrarse en mí. Apoyó sus antebrazos sobre la mesa de caoba y se acercó para dirigirse a mí.
—Iremos al grano, señor Gardner. Estás aquí para cumplir tus 200 horas de servicio comunitario, y para ayudarte a que no te encierren, y como bien sabes estás serán tus obligaciones: Te quedarás todas las tardes a vigilar a los alumnos que están castigados, vigilar cada rincón a que no se metan en algún lío. Segundo: ayudarás también a los profesores, si alguno llega a faltar tú lo sustituirás. No dando clases como tal, pero estarás ahí. Tercero: vendrás con todo el instituto a las salidas o actividades escolares que se den.
—¿Quiere que vigile a adolescentes como si fuera un policía en una cárcel? —pregunté sabiendo que no era la persona adecuada para aquel trabajo.
—Exactamente es lo que le estoy pidiendo—dijo dura—Y quiero que cumplas con estas reglas que te mencionaré y que sabes a la perfección. Primero: No quiero nada de alcohol ni de drogas, segundo: no tendrá ninguna relación sentimental con los estudiantes más que alumno y profesor incluyendo a la hija de los Abernathy…
«Kate»
—…y, por último, escuché bien, señor Gardner, sí me entero de que incumplió una de estas reglas yo me encargaré de ponerle patitas en la calle, ¿le ha quedado claro?