IntrÍnseca+

PRÓLOGO

La selva no miente.

Te mira incluso cuando no podés verla. Te evalúa en silencio, esperando el mínimo error.

Y si no respetás su oscuridad, te habla… no con palabras, sino con garras, colmillos o algo que ni siquiera tiene forma.

Nosotros creíamos entenderla. Éramos campistas confiados, casi ingenuos, creyendo que una fogata era suficiente refugio contra lo desconocidoi.

La tarde había sido amable: el río brillante, el arroyo serpenteando, la vegetación vibrando con vida.

Pero cuando la noche cayó

—espesa, negra, absoluta

— esa vida se transformó en algo distinto.

Algo que observaba.

Pero la selva no es un lugar.

Es una presencia.

Lo primero fue el silencio.

Un silencio demasiado brusco para ser natural.

Y después, una sombra: rápida, baja, casi irreal.

Una figura que se movió entre los árboles sin romper ni una rama. Supe que estaba ahí.

Supe que me estaba midiendo.

Pero no supe qué era… o si realmente había algo.

Y cuando el fuego en tus venas deja de ser adrenalina y se vuelve una mordida invisible, entendés la verdad más brutal de todas:en la selva, no necesitás ver al depredador para convertirte en su presa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.