"Haz un bolso con 3 cosas que usarías en el campo, 3 en la selva y 3 en la ciudad." Max
Riendo confusa, empecé a tomar las cosas que me parecían que concordaban con la consigna —y que disponía en la residencia—. Quizás el objetivo era confundirme de a dónde me llevaría, pero aceptaba que era bastante emocionante.
Debían ser cosas pequeñas, así que guardé un encendedor, dinero, una botella de tequila, una chamarra, repelente de insectos, un cuchillo de cocina y un conjunto deportivo algo gastado. Por último, pondría el celular, pero eso recién hasta que estuviera por llegar con Max.
Una vez que terminé con ese punto, le avisé con un mensaje.
"Ahora ve abajo y entra en el taxi que está estacionado en la entrada". Max
Agradecí haber guardado dinero, así que bajé con total confianza encontrándome como había dicho el taxi en la entrada. Entré sentándome en la parte de atrás y dejé el bolso a un costado. En seguida, el coche arrancó tomando la carretera principal, aunque yo no le había dicho aún mi destino —el cual en verdad tampoco sabía—. Estaba por preguntarle al respecto, cuando otro mensaje me aclaró las dudas.
"Ese taxi te llevará a nuestro lugar de encuentro. No preguntes, porque es sorpresa. Revisa el compartimento del asiento trasero izquierdo si quieres tener un adelanto." Max
Me gustaba el halo de misterio que estaba tomando todo y me moría por ver el final, por eso mismo fue que ataqué con prisa el compartimento que decía el mensaje, sin importarme en lo que pudiera pensar el pobre conductor del coche. Lo abrí y saqué para mi sorpresa una película. Era una cosa más que agregar a las listas extrañas de Max, así que solo sonreí por su ingenua torpeza. Aunque no quisiera aceptarlo, me sentía cómoda con todo aquel juego y con el esfuerzo que había puesto en prepararlo, reconociendo que me parecía cada vez más dulce e interesante.
El taxi comenzó a ir por un camino que era totalmente desconocido para mí, pero que me advertía que iba a la ruta, dándome una pista incierta de hacia dónde me estaría llevando Max. El tiempo comenzó a correr y lo que creí que sería un simple paseo en taxi se convirtió en un viaje con destino incierto. Aún era temprano, pero como no había mandado más mensajes y la comunicación con el chofer era nula, la hora que pasé allí encerrada parecía multiplicarse. Mi primera idea en un principio fue que sería algún tipo de campamento en donde pudiéramos usar las cosas que me hizo elegir, así que, tratando de ser fiel a eso, decidí no preocuparme demasiado y disfrutar de la aventura.
Solo una cosa me daba más curiosidad y risa al mismo tiempo:
¿Por qué quería que viéramos "La historia de los tres cerditos"?
Después del largo viaje y de dejar la ciudad atrás por varios kilómetros, finalmente el coche tomó un camino más estrecho con destino a donde nos deberíamos de encontrar con Max —o eso supuse—. No pasó mucho tiempo, cuando una gran casa comenzó a vislumbrarse a la lejanía debido a la falta de árboles y cualquier otra cosa que estorbara a la visión. Sin casas a la redonda y la ruta a varios kilómetros, era de por sí el lugar más remoto en el que había estado.
De a poco la visión fue haciéndose más clara mientras nos acercábamos, permitiéndome apreciar los detalles que no podía en un principio, como sus grandes ventanales de estilo antiguo, la pintura añeja de lo que alguna vez fue blanco en cada rincón -exceptuando por los detalles en madera oscura como el techo y la puerta-, y un pozo de agua abandonado a pocos metros de la entrada. Detalles en marfil incluso parecían decorar los bordes con finura, creando un aspecto sobrio y costoso que hacía tiempo no veía.
Era, sin duda, el recuerdo de lo que alguna vez fue una hermosa casa, solo que ahora lucía un tanto más lúgubre por los años.
Bajé del taxi una vez paró y caminé hechizada aún por el aspecto de la casona, dudosa del motivo por el que Max me traería aquí, siendo que nunca me había contado nada relacionado con esta propiedad, pero con un intenso deseo de entrar e investigar por mí misma.
—Señorita, no olvide su bolso —alertó el chófer estirando la cabeza por la ventanilla.
—Oh, cierto.
Enseguida, corrí a tomar el bolso del taxi antes de que se fuera, ya que parecía que se encontraba con prisa por volver. No dije nada más y él pareció tomarlo como su oportunidad de regresar, por lo que arrancó nuevamente y se fue por donde había venido. Lo observé hasta que se alejó, por alguna razón que desconozco, y una vez que se perdió de vista, solté un largo y sentido suspiro.
En verdad que me veía como una chica botada y humillada en ese instante: Abandonada en el medio del campo, con un bolso lleno de porquerías, una casa de quién sabe quién y una película de los tres cerditos.
Patético.
Decidida a sacarme esa idea de la mente, fue que comencé a acercarme aún más a la casa, esperando el momento en el que Max hiciera acto de aparición para decirme que el juego había terminado por fin y que ahí empezaría nuestra verdadera aventura juntos. Dejaba de ser divertido al pensar que ese día se suponía iba a ser un día de pareja.
Subí los escalones que me separaban del pórtico y llamé a la puerta usando la aldaba, atenta a cualquier sonido que me advirtiese de lo que sucedía dentro. La tristeza se estaba convirtiendo en ira y no ayudaba el que solo se escuchara el barullo de las hojas al viento, junto con varios tipos de cantos de las aves del lugar. En cualquier otro momento hubiera dicho que era hermoso estar rodeada de naturaleza, pero entonces, lo único que me importaba era escuchar la voz ronca de cierto chico de melena castaña.
Pasados unos minutos sin que pasara nada, le mandé un mensaje preguntando dónde diablos estaba que no abría a la puerta donde me había citado. Comenzaba a anochecer y no quería para nada estar sola en un lugar como ese.
“La llave está debajo del felpudo. Entra.” Max