Primero que nada, gracias por la espera. Espero que les guste :)
Entendiendo mi situación y la engañosa protección que había armado, decidí que debía hacer algo más, algo que en verdad pudiera darme más tiempo. Comprendí que las cerraduras parecían nada más servir como un pequeño retraso, por lo que debía trabar las puertas de otra forma para que, por más que lograra evadir las cerraduras, no pudiera avanzar más que eso.
Podía intentar trabarlas desde dentro, pero sería algo difícil debido a la poca mueblería del lugar, siendo fácil la idea de cómo conseguirlo en el caso de la entrada, pero no en la puerta que estaba frente a mí. No había nada en aquel pasillo que pudiera servirme y no era opción el arrastrar la mesa hasta allí, debido a que no pasaría por el pasillo angosto. Pero sí podría atrancar la puerta anterior, o al menos lo intentaría.
Así, me encaminé fuera de los pasillos hacia la sala-comedor, donde se encontraba la mesa en el mismo estado como la había dejado. La rodee hasta tomarla de uno de sus extremos, coloqué el celular sobre esta para darme mejor movilidad y comencé a usar todas mis fuerzas para arrastrarla hacia el recinto de las tres puertas. Los pocos objetos que se hallaban sobre esta se veían como sombras alargadas y sospechosas, los cuales parecían danzar acorde a mis movimientos. La vela estaba a punto de saltar de su cuenco, pero aún así no me detuve hasta finalmente conseguir llegar hasta el pasillo, donde, debido a su ancho, apenas si cabía bloqueando las puertas de ambos extremos, cosa que no importaba si lograba su objetivo.
Una vez terminado esto, tomé de vuelta el celular para corroborar que en efecto hubiera conseguido asegurar aquella entrada. Ni bien lo dirigí hacia ambos costados del recinto, sentí que tendría una cosa menos de la que preocuparme, siendo que a pesar de que él llegara a hacer uso de toda su fuerza no tendría ninguna posibilidad de entrar, ya que la mesa llegaba hasta la otra puerta y no podría correrla de su sitio. Solo faltaba la entrada principal —que dudaba que pudiera hacerlo mejor que lo que había logrado en este caso—, para poder entonces tomar un respiro e intentar encontrar la manera de escapar de él, la casona y todo lo que involucrara a ambos.
Sin apagar el móvil, me dirigí con paso apresurado hacia la puerta que quedaba por bloquear. Cada vez sentía que tenía un mejor reconocimiento de la casa debido a que varias veces había recorrido esos pasillos, incluso en completa oscuridad, por lo que parecía ser más fácil. Agradecía que así fuera, porque lo peor que podría pasarme era lastimarme al tropezar y dejarle las cosas aún más simples a mi perseguidor. Aunque, aún seguía ignorando qué era toda aquella basura, los cuadros y tantas otras cosas que de seguro estaban ocultas por la oscuridad, pero que eran lo que menos importaban en ese momento.
Una vez llegué a la entrada, di un vistazo rápido corroborando que todo se encontrara como lo había dejado, temiendo que hubiera hecho algo durante mi ausencia. Pero todo parecía conservar cierta normalidad.
Sin perder más el tiempo, me acerqué al sillón y lo arrastré hacia la entrada intentando ser lo más silenciosa posible, cosa no muy bien lograda. Era pesado, aunque supuse que no lo suficiente como para detenerlo si es que él se lo proponía. Solo quedaba esperar un milagro para que alguien pudiera salvarme, antes de que llegara a mí.
Mis agitadas respiraciones eran tapadas por diálogos infantiles mientras trataba de pensar en qué era lo que debía hacer a continuación. Parecía que tenía un desvío en el celular por parte del sujeto fuera de la casa, estaba encerrada y sin poder dar una señal de auxilio, cosa que cuanto más lo pensaba más miserable me sentía. Pero no era tiempo para eso —creo que fueron las líneas que más repetitivas y alentadoras me resultaron en aquella noche—, sino que, por más que parecieran de imposibles, tenía que intentarlo.
Teniendo esto en mente, fue que tomé el celular para mandar un mensaje con mi ubicación a todos los contactos que podrían ayudarme, creyendo que quizás así alguno lo recibiría y se contactaría con mis padres hasta llegar a Max. Para esto, abrí primero una de las aplicaciones para saber dónde me encontraba —que en verdad lo ignoraba— y de inmediato un aviso diciendo que no contaba con señal me hizo soltar un bufido cansado. No podía siquiera tener algo en mi favor.
Pero, cuanto más lo pensaba menos lo entendía, porque si es que no tenía señal, entonces ¿por qué había podido comunicarme con Max —aunque solo hubiera sido un mensaje— y con mi perseguidor todo ese tiempo?
No lo entendía y la confusión me desesperaba aún más, cosa que no podía permitirme, por lo que, sopesé que quizás debía intentarlo en otro momento en un sitio más elevado de la casa, donde pudiera encontrar algo de señal para mandar mi ubicación. Para esto era obviado que tendría que subir al primer piso atravesando las lúgubres escaleras, lugar que cuanto más pudiera evitarlo mejor, porque quizás por tontera o un miedo infantil me repetía que no fuera allí, porque nada bueno me esperaría del otro lado. Desde el primer instante había tenido ese presentimiento, incluso antes de haber sabido en la pesadilla que me estaba metiendo.
Sentí la necesidad de dejarme caer en el suelo para descansar las piernas, de permitirme ceder al miedo que me consumía e imploraba que parase. El sillón ya no era una opción, porque menos que menos me atrevería a darle la espalda al pórtico, donde hasta podía imaginarme una escena donde yo ingenuamente estaba sentada en aquel sitio mientras él se acercaba por detrás, viéndome por una de las ventanas con una sonrisa ensombrecida al tiempo que acercaba el arma a la altura de mi cabeza.
Con tan solo pensar en eso me recorrió un escalofrío.
Un lado caprichoso y malcriado me repetía, por otro lado, que bebiese al menos un sorbo de la botella que había llevado conmigo, porque en verdad que necesitaba disipar mis nervios. Me imaginaba las posibles escenas en caso de que lo hiciese, tomando en cuenta cualquier movimiento de parte de ambos que pudieran cobrar realidad en mi mente, como si de un juego de ajedrez de tratara. La parte más racional me recordaba que debía estar en mis plenos cinco sentidos para aferrarme de la mínima posibilidad que tuviera para sobrevivir, mientras que la otra parte, la cual había entrenado por cierto tiempo, minimizaba este detalle diciéndome que solo sería un trago para calmarme, que pararía de inmediato y no tendría mayor efecto.