En ocasiones, todos nos sentimos como Alicia, cayendo por el agujero del conejo. Se nos nota en los ojos, pues el espíritu siempre está llamado al misterio, a la dualidad, a la otra cara de la moneda. Pero mientras el alma alimenta el espíritu, el cuerpo físico se deteriora, el cerebro se desconecta.
Mejor estar en wonderland, y descubrir que tan profundo es el agujero.