“Agustín estudiaba aerostática, que se dedica a los gases que no están en movimiento. Construyó su propio globo aerostático y empezó a viajar por los aires. Vio los grandes edificios de Japón y los imponentes Himalayas de China. Admiró las pirámides de Egipto y la esfinge de Gizeh. Pasó por encima de París y pudo tocar la punta de la torre Eiffel. Una tarde cuando el sol se estaba poniendo, un aire frío y denso chocó contra el globo. Una luz potente iluminó el rostro de Agustín. Era una nave espacial. Lo succionó y lo llevó al espacio. Los seres eran semejantes a los humanos solo que tenían cabellos plateados y lacios, y ojos grises y muy grandes. Llegaron a un planeta habitado por estos humanoides. Querían que el muchacho les enseñe a crear globos voladores como el suyo. Así que Agustín empezó a dar clases de aerostática a los plateados. Así los llamaba él debido al color de sus cabellos. Cuando terminó de enseñarles todo lo que sabía, lo llevaron de regreso a la tierra. Una mañana de Abril, mientras aún amanecía, Agustín puso las noticias en el televisor y en todas partes del mundo el cielo estaba poblado de globos aerostáticos. Los plateados habían invadido los aires del planeta.”