Invasión: Sangre y Guerra

IV La vida en la noche

Dios mata indiscriminadamente, y nosotros también. Porque ninguna criatura de Dios es como nosotros, ninguna se parece tanto a Él como nosotros”. Tom Cruise - Lestat de Lioncourt, Entrevista con el vampiro.

 

La noche pasó inusualmente tranquila. Al llegar la mañana, los pensamientos de todos se enfocan en salir y tratar de avanzar sin ser vistos. Amy y Cat organizan los suministros encontrados en el apartamento a la vez que cambian los vendajes de los heridos mientras que Carlo, Gordon y Ellie recorren el lugar, apartamento por apartamento, buscando algo que les pueda ser de utilidad. Owen ha recuperado la conciencia y su brazo está inmovilizado. Ese sería el punto débil, de ser atacados, no podrá defenderse, de igual forma si la herida se abre, el olor a sangre guiará a las criaturas directo a ellos. Jenkins y Miriam trazan en uno de los mapas sobrevivientes, la mejor ruta de escape. Aunque no lo ha dicho en voz alta, conoce muy bien esa zona, es un tema que prefiere mantener oculto, pero si las cosas no salen bien, sabe que le tocará abrir una puerta en su mente que lleva mucho tiempo cerrada.

Catarina termina de armar los bolsos con lo necesario y con poco disimulo clava su mirada a donde está Owen y Jenkins, percatándose de que a medida que el jefe habla se aprieta el lado derecho del pecho con la mano, hacia las costillas. Ahora que se detiene a pensarlo, no tuvo oportunidad de revisarlo, Amy lo hizo, es cierto que no es doctora, pero estuvo en primeros auxilios, mientras que la otra chica siempre ha estado en combate. Muerde un poco su labio inferior, reza para que no se le haya pasado nada. Se pone en pie porque sabe que no se puede quedar con la duda. Sin darse cuenta está caminando hacia ellos, deteniéndose justo frente al corpulento cuerpo de Jenkins, a escasos centímetros, invadiendo por completo su espacio personal. Lo último que sabe es que sus labios se están moviendo.

—Quítate la camisa —le ordena.

Los ojos de Miriam se abren llenos de rabia, la ceja del mismo Jenkins se alza y le lanza una mirada divertida que dice: “¿Cuál es tu afán de verme sin ropa?”. De nuevo puede sentir la sangre invadiendo sus mejillas y la rabia apoderándose de sus manos. Respira hondo antes de hablar.

»Te está doliendo el pecho cuando hablas —comienza a decir sin apartar la vista de su pecho, porque sabe que, de mirarlo fijamente alrostro, le temblabarán aún más las piernas—, no estás respirando bien. Si tienes sangre en los pulmones morirás ahogado en menos de veinte minutos, necesito revisarte.

—Bueno, Catarina, si lo pones así. —Con dificultad y evidente dolor, se pasa el suéter por encima de la cabeza mientras todos miran con expectativa—. Es la segunda vez que me quitas la ropa —dice en voz alta para desgracia de Catarina, quien ha vuelto a ponerse del color de la sangre.

Se esfuerza por ignorar por completo su comentario y fija su vista en el pecho del hombre, su lado derecho hacia las costillas está tomando una tonalidad morado oscuro, un gran y enorme hematoma. Extiende su mano y lo toca haciendo algo de presión con la punta de los dedos en sus costillas. Puede sentir cómo su cuerpo se tensa y cómo lucha por respirar. No es nada bueno, ojalá se hubiese equivocado.

—Bien, necesito que te acuestes sobre la mesa del comedor, por favor. Busquen los restos del tequila o cualquier otro alcohol, un cuchillo y necesito lo más parecido que tengan a un pitillo.

Jenkins aprieta los labios, es muy consciente del dolor en su pecho y ha estado en suficientes combates como para saber qué tan serio es. Solo espera poder poner a su equipo a salvo antes de colapsar. Dejando escapar un doloroso suspiro, se sube a la mesa. Está muy al tanto de los ojos de Catarina fijos en él. Al menos eso le roba una sonrisa en estos momentos. Con las manos sudadas y la mente sin darle tregua, el único pensamiento claro que Catarina logra tener es que jamás ha realizado el procedimiento que está por llevar a cabo. Solo lo ha observado a los doctores y no hay ninguno en esta habitación. Ahora ella es lo más parecido a un médico. Respira hondo y como de costumbre cuenta hasta diez.

—¡Se está ahogando! —el grito de Miriam la hace correr hasta la mesa y efectivamente ve el cuerpo de Jenkins luchar por algo de aire. Sus labios se están tornando morados muy rápido. “¡Maldita sea!”, repite Catarina una y otra vez en su cabeza. Si Jenkins se muere bajo su cuidado, sabe muy bien que Miriam la matará en seguida y no será una muerte rápida.

—¡Necesito ese cuchillo ahora! —Llega a la mesa y trata de sostener el cuerpo pesado de Jenkins hacia abajo, pero este se mueve y retuerce en la lucha por cada bocanada de aire.

—Ten —dice Amy tendiéndole la botella de Tequila con escasos cuatro dedos de líquido en ella, un cuchillo y lo que parece ser el pitillo de un termo de plástico—, ¿esto servirá? Lo encontré en el cuarto de niños.

—Está bien, desinfecta todo con el tequila, guarda un poco y pásame el cuchillo cuando lo tengas listo, ¡deprisa!

Amy trata de no perder un segundo, corre a mojar el cuchillo y el pitillo plástico en el alcohol y luego los extiende a Catarina. No puede evitar admirar la confianza y seguridad de la chica. A pesar de ser la más joven demuestra habilidades. Se queda en silencio, mientras la ve agarrar las cosas y con gran rapidez humedece el pecho de Jenkins con el tequila. Catarina respira hondo, cuenta recordando las palabras de Arthur, el médico encargado de impartir las clases de primeros auxilios: “Cuenten hasta el sexto espacio intercostal”, busca las costillas, muy suave con la yema de los dedos, ubica el lugar dejando escapar un suspiro e implorando a Dios, los santos o lo que sea que vele por ese mundo destruido, se decide a proceder.

»Esto va a doler — dice casi en susurro.

Sin esperar respuesta alguna, realiza una incisión con el cuchillo, tan grande como su dedo índice. El grito de dolor del hombre se abre paso a través de todo el apartamento. Steve se acerca con algo de nerviosismo e introduce un pedazo de tela en la boca de Jenkins. “Sin duda si hay alguien o algo cerca buscándonos, sabe dónde encontrarnos”, piensa Catarina mientras da el siguiente paso. Mete la punta del dedo en la cortada para corroborar que esté bien y luego con mucho cuidado pasa el pitillo plástico a través de la incisión. Amy y Miriam sujetan el cuerpo del hombre para someterlo a la mesa. Inhala y ve que a través del utensilio comienza a salir el líquido que se estaba acumulando en los pulmones. “¡Gracias al cielo!”, piensa sin evitar lanzarle una mirada a la mujer pelinegra frente a ella. Jenkins toma una gran bocanada de aire. Su respiración recupera el ritmo normal en cuestión de segundos. Abre su ojo gris y mira alrededor, pero por más que Miriam le sostenga la mano, con lágrimas en los ojos, aquella mirada penetrante del hombre solo enfoca a Catarina. La joven puede notar que sus manos comienzan a temblar al igual que sus piernas, se dispone a hacer su mejor esfuerzo por disimular.



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En el texto hay: vampiros, misterios y drama, apocaliptico

Editado: 28.03.2023

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