Invierno Cruel

C A P Í T U L O 5

 

EXPEDIENTES SANGRIENTOS

 

- JOYCE -

 

Esa misma tarde, ya estábamos junto a las grandes escaleras de madera. Garantizamos solo estar los dos alrededor del hombre que vigilaba la entrada a la oficina de instructores. Necesitábamos las llaves del observatorio que guardaban dentro, por ende, debíamos deshacernos del tipo, llevaba mas de una hora cuidando la zona luego que el anterior le cediera su posición; no podíamos perder tiempo.

Sam se dirigió al pasillo que daba vuelta a la izquierda, pegándose a la pared, esperado paciente a ejecutar el plan.

Avancé seguido de él, poniendo la mejor cara de angustia que pude formar, trotando hacia el instructor que vigilaba, llamando su atención apenas estuve a cerca.

—¿Se le ofrece algo, señorita? —preguntó, girando el cuerpo hacia mí, mostrando una ligera sonrisa.

—Necesito su ayuda —solté, fingiendo estar asustada.

—Una de las instructoras esta a la vuelta del pasillo —me indicó, indicando el corredor donde Sam esperaba —. Ella puede apoyarla en cualquier situación que necesite.

—Es muy urgente —insistí —. Llevo buscando a alguien por buen rato y es al único que he encontrado, por favor.

—Lo siento, no puedo moverme pese a ninguna circunstancia —volvió a negarse —. Son órdenes de la subdirectora Barrowman, le pido que vaya…

Al ver que el plan de hacerlo por las buenas no funcionó, tuve que recurrir a mi segunda opción.

—Es la chica frente a mi dormitorio—mentí, recurriendo al plan B—. Estaba llorando en su habitación y vi algo en el suelo —tragué saliva, fingiendo pesadez —. Creo estaba sangrando.

El instructor no necesitó escuchar una palabra más para salir corriendo hacia los dormitorios, alcanzando a quitarle la tarjeta de acceso que colgaba de su cinturón. Lo seguí con la mirada hasta que desapareció en las escaleras, Sam asomó el rostro y le hice una seña para confirmar su oportunidad.

Sam salió del pasillo, entrando a la oficina de los instructores, simultáneamente, yo vigilaba que nadie se acercara. Instantes después, Sam salió disparado por la puerta como un atleta. Eché un último vistazo lo seguí con una sonrisa en el rostro, logrando estar a su lado en cuanto aceleré.

—Me acabo de meter en muchos problemas —le dije y Sam soltó una carcajada.

Estamos en muchos problemas.

Nos detuvimos más adelante, a la vuelta del otro corredor que levaba al ala oeste de la institución.

 

Las escaleras que daban hacia el observatorio estaban justo a un lado de la pared, atravesando una puerta acero. Puesto que todos estaban ocupados con la situación en la oficina, la soledad en esa parte de la institución nos daba ventaja.

Sam introdujo la llave en el cerrojo, permitiéndonos el acceso. Teníamos las escaleras frente a nuestras narices, el mental estaba algo oxidado y los tornillos en el mismo estado daban la impresión de no estar lo suficientemente ajustados como para detener el peso de alguien.

Fui la primera en subir, aferrándome con fuerza a las barras; lo hice lo más rápido que pude, temiendo que la escalera llegara a desprenderse o romperse. Estando arriba, Sam subió después y nos encontramos con otra puerta, casi igual a la que había para entrar, con la diferencia que esta no tenía un cerrojo, sino una pequeña pantalla azul.

Como el observatorio estaba completamente restringido, era obvio que habría más seguridad. Si alguien se atreviera a robar las llaves de la oficina (como nosotros), sólo podría llegar hasta esta puerta. Se necesitaba registrar una de las tarjetas de identificación que portaban los instructores y la subdirectora.

—¿Y ahora qué? —preguntó —. No podemos regresar y quitarle la tarjeta otro de los instructores sin que nos descubran.

—Eso es lo bueno de siempre pensar en otras alternativas, Sam.

Rebusqué en las bolsas del pantalón y saqué la tarjeta del instructor que había estado vigilando la oficina.

—Se la quite cuando echó a correr —expliqué, acercando aquel pedazo de plástico a la pantalla —. Sabía que la necesitaríamos.

—A veces me asusta que tengas la mente en todo.

Un escáner atravesó el cristal y la pantalla cambió a color verde. El metal de la puerta crujió junto a su mecanismo, empezando a  desplazarse a la derecha.

El observatorio abarcaba el tamaño de cuatro dormitorios, era espacioso y de paredes color nuez, haciendo juego con las cúpulas de rosa coral. Había archiveros al fondo, una especie de pelota dorada con marcas sobre un escritorio, telescopios y unos cuantos planos debajo de estos. Junto a uno de los archiveros estaba otra pantalla, donde se debía ingresar el código para abrir la cúpula.

No había cámaras dentro, al igual que en la oficina de la subdirectora, sin embargo, nuestro problema se presentó cuando no vimos ninguna computadora por ningún lado.

—Las cámaras no están aquí.

—Entonces regresemos.

—No, tal vez podamos encontrar algo —añadí —. No le hicimos un show a ese instructor por nada.

Sam asintió, siendo el primero en ir hacia el escritorio que estaba a la izquierda. Yo le seguí, examinando los planos mientras él rebuscaba entre los cajones. Agarré uno y lo desenrollé, después lo dejé de lado al solo ser mejorías en las aulas del ala donde estábamos, así como lo siguientes tres.

—¿Algo? —averigüé, esperando a que Sam respondiera con algún tipo de sarcasmo.

—Nada que sea de ayuda, solo un montón de baratijas—contestó, cerrando la gaveta para revisar la siguiente —. A lo menos deberían tener alguna llave por aquí.

Como si hubiera hecho un truco de magia, un tintineo de metal resonó cuando jaló el cajón, sacando un manojo de llaves plateadas. Probó con algunas hasta conseguir que una abriera el que tenía la etiqueta YR0056. Desplegó el compartimento hasta que este se detuvo, dejando ver un montón de expedientes amarillentos y marrones con una serie de números en la pestaña. Sam me pasó las llaves. Decidí ir por uno de los archiveros que estaban al otro lado de la habitación; sin embargo, al mirar al costado, noté que uno de los gabinetes de la esquina sobresalía entre los demás. Tiré de este y un horrible chirriar me estremeció, seguido de un un fuerte aroma a metal oxidado. Los expedientes estaban en completo desorden, unos encima de otros, con las hojas salidas, marcas de dobleces y cubiertos de tinta negra.



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En el texto hay: misterio, ficcion juvenil, apocalíptica

Editado: 18.03.2024

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