Invierno Cruel

C A P Í T U L O 9

 

DESCONOCIDOS MONSTRUOSOS

 

- LAMBERT -

 

Abandoné el comedor y me dirigí al exterior de la institución, la hélice del helicóptero que había llegado se detuvo y, apenas lo hizo, un grupo de soldados con casco levantaron sus fusiles.

—¡Los dos, manos arriba! —gritó uno de ellos.

<<¿Dos?>> pensé y cuando miré al costado Joyce estaba parada a un paso de mí. <<¡¿Y esta qué hace aquí?!>>

Elevé las manos a la altura de la cabeza y ella me imitó. El corazón comenzó a latirme con fuerza cuando del helicóptero bajó el último de ellos, acercándose a duras zancadas. Cuatro de los que nos apuntaban se hicieron a un lado para dejarlo pasar. Aquella figura se detuvo justo frente a nosotros, elevando el brazo con la palma extendida; los soldados bajaron sus armas.

Dejé caer los brazos entonces. El hombre frente a mí hizo el fusil a un costado y se quitó el casco.

El cabello espeso y salvaje, de un rubio cenizo oscuro, los ojos negros y esa irreconocible larga cicatriz que iba desde el pómulo izquierdo hasta el lado derecho de la mandíbula. Me quedé inmóvil al reconocerlo.

Estuvo a punto de decir algo, pero la voz de Barrowman lo interrumpió.

—Teniente Eamon —habló y él se giró para mirarla —. Su llegada fue más rápida de lo que esperaba.

Detuvo sus pasos a nuestro lado, silenciando el ruido que sus tacones hacían sobre el suelo.

—Amelinne Barrowman —dijo, tendiéndole la mano —. Es un honor contar con usted.

Estrechó la mano de la subdirectora y miró de reojo los hombres que estaban detrás de ellos.

—Lamento este... inconveniente, mis hombres toman muchas precauciones —explicó, deshaciendo el apretón.

—¡Oh! No tiene porqué disculparse, realmente el inconveniente fue mío —corrigió, girando la cabeza y mirando a la chica que estaba a mi lado—. Joyce no debería estar aquí, permítame un segundo.

La subdirectora Barrowman se acercó a ella y la obligó a caminar hacia la institución, dirigiéndola con el brazo en la espalda.

Yo seguía sin moverme, aún no podía creer que Ludwik estuviera parado ahí frente a mí en carne y hueso, no después de lo que pasó.

Él se removió en su lugar y tomó aire.

—Lambert —dijo mi nombre y en un impulso me lancé y lo abracé con fuerza.

Ludwik soltó una risita, dándome unas palmadas en la espalda.

—Es bueno volverte a ver, hermano —susurró.

—Creí que habías muerto —hablé, casi sin aliento —. ¿Cómo sobreviviste?

—Corrí —respondió —. Corrí muchísimo hasta que encontré un grupo cruzando el bosque, las carreras matutinas de Radcliffe si tenían un propósito después de todo.

Fui yo quién río esa vez y deshice el abrazo. Era increíble que siguiera con vida y ese sentimiento que tenía por quienes había perdido se quedó de lado por un momento.

—Así que, ahora eres teniente —continúe, impresionado por ello —. ¿Cuando te ascendieron?

—Hace medio año, después de que la familia del Coronel Williams estuviera atrapada en un incendio en uno de los edificios verdes de Nashville —explicó y después meneo la cabeza —. Fue un tiempo difícil para muchos.

En eso, apareció Barrowman y Ludwik se aclaró la garganta con ronco gruñido.

—Espero su equipo esté tan bien capacitado como me han informado, teniente.

—Le aseguro que así es, señora —puntualizó —. Llegará otro helicóptero en menos de diez minutos con lo necesario para que podamos proceder.

—Excelente, esperamos hacer la inspección lo más rápido posible—avisó y dio media vuelta  cuando otro hombre se acercó a informarle algo.

Miré a Ludwik, inclinándome un poco.

—Te voy a dar un poco de ventaja —murmuré —. Lleva a tus mejores hombres a la zona azul, hay una de esas asquerosas cosas rondando por ahí.

—¿Zona azul? —levantó una ceja, confundido —. Creí que esos lugares únicamente estaban cerca de los búnkers, no en las instituciones.

—Pues está sí que tiene una y nada bonito estar dos años en ese lugar.

—¿Dos años? —repitió, aún más extrañado —. ¡¿Cómo que te quedaste encerrado en la zona azul?!

Suspiré.

—Larga historia, te lo contaré después —aseguré —. Ahora es más importante que vayas y limpies la mierda de ahí.

—Bien, haremos una segunda inspección entonces —afirmó e hizo unas señas a sus hombres.

—¿Qué? —espeté —. ¿Esa no es la inspección primordial?

—No, en la alerta especificaron "encender las luces", este asunto es más serio de lo que crees.

—Quieres decir...

—No lo se, es posible —me interrumpió de golpe —. Tu tía mencionó que han asesinando a unas tres personas en la institución y que la zona azul no se había abierto en mucho tiempo. Pidió revisarlos a todos.

—Pero son solo adolescentes...

—No sabemos hasta donde este problema pueda llegar. En la autopsia que le realizaron a un muchacho se dieron cuenta que le faltaban...

—Los pulmones y el bazo.

Ludwik asintió. Tenía que ser una broma.

El ruido provocado por la hélice del siguiente helicóptero retumbó a lo lejos mientras este descendía. Barrowman se volvió hacia nosotros cuando su subordinado volvió a la institución.

—Abriremos un espacio al fondo de la biblioteca para que puedan instalar lo necesario —anunció la mujer —. Por el momento, les invitamos a qué pasen al comedor, deben estar hambrientos después de un largo viaje desde Montpelier.

 

- JOYCE -

 

Con todo lo que estaba pasando, no me había dado tiempo de buscar el momento adecuado para felicitar a Muriel y darle el regalo que le había hecho. Los instructores nos habían separado en grupos de diez y nos llevaban de un lugar a otro haciendo diferentes actividades. Había visto a lo lejos a Lambert, merodeando también de aquí para allá acompañado del teniente.



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En el texto hay: misterio, ficcion juvenil, apocalíptica

Editado: 18.03.2024

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