Invierno Cruel

C A P Í T U L O 1 2

 

MANERAS CRUELES

 

- JOYCE -

 

Me desperté por una terrible punzada en la cabeza.

Traté de abrir los ojos, pero un destello de luz me cegó, doblé los dedos y sentí que algo rozó contra ellos. Al instante volví a levantar los párpados; lo primero que ví entre los destellos de luz fue hierba amarillenta.

Parpadeé un par de veces sin poder creérmelo. La acaricié antes de apoyar las palmas en la tierra, impulsándome hasta quedar de rodillas.

El exterior.

Me rodeaban árboles con frondosas hojas de un verde casi negro: pinos; había escuchado a un instructor llamarlos así, eran cientos de ellos. Entre la hierba se podían apreciar pequeños montones de nieve. Olía a humedad, probablemente por la nieve derritiéndose ante los rayos del sol, el cual pronto sería cubierto por las espesas nubes grises del cielo.

Solté un suspiro, mi aliento parecía humo. Me cercioré de que todo lo que había cargado estuviera en su sitio y sentí alivio al encontrarlo. Me puse de pie a pesar del terrible dolor que me invadía el cuerpo.

Estando completamente erguida, di media vuelta. A una distancia no muy prolongada, los muros se alzaban frente a mí y un cuerpo sobre la hierba llamó mi atención.

—Lambert... —susurré y corrí hacia él.

Me dejé caer de rodillas a su lado, puse mis manos en su espalda y lo sacudí. De repente, un ruido espeluznante se escuchó a la izquierda. Giré para ver qué era, sin embargo, no había nada en la hierba cercana.

Un cosquilleo se asentó en mi pecho hasta que otro ruido (mucho más fuerte que el anterior) me hizo saltar del susto. Puse a Lambert boca arriba y le di unas palmaditas en la mejilla para ver si despertaba, pero se mantuvo inmóvil incluso ante un chillido que provino del fondo de los pinos.

Intenté ver entre las ramas, las nubes ya habían cubierto el sol y solo vi sombras moverse entre las hojas.

Retuve el aire y tenté la parte inferior de la espalda de Lambert. Levanté un poco su camisa, descubriendo la pistola gris que siempre llevaba. La tomé y estiré por completo el brazo en línea recta apuntando hacia la arboleda, esperando que algo sucediera.

Me temblaban las manos, respiraba demasiado rápido que el oxígeno no me llenaba los pulmones. Ni siquiera sabía si el arma estaba cargada, peor aún, ni siquiera sabía usar una. No estaba segura de lo que pudiera haber ahí afuera y mi cuerpo se encontraba tan consumido por el miedo que lo único que podía pensar era en tratar de defenderme.

Una rama crujió con fuerza, muy cerca de los últimos pinos. Puse el dedo índice sobre el gatillo, lista para jalarlo en cuanto el estruendo regresara.

A mis espaldas, Lambert tomó mi muñeca y me quitó el arma con brusquedad, su movimiento me tomó tan de sorpresa que tuvo que cubrirme la boca con la mano para evitar que gritara.

—Silencio —susurró muy cerca de mi rostro.

Obedecí sin vacilar. Lambert miró hacia donde había estado apuntando, aferrando los dedos al mango del arma. Se mantuvo alerta unos minutos y, en cuanto nada inusual se hizo presente, apartó su mano lentamente.

—No toques esto a menos que yo te lo diga —me advirtió en un suspiro, refiriéndose al arma.

—Perdón —respondí —. Me alteré.

Lambert balbuceó para si. Miré los muros una vez más.

—Tenemos que regresar por Sam —dije, poniéndome de pie.

—¿Y cómo piensas hacerlo? —espetó, observándome desde una posición encorvada —. No sé si olvidaste que hay una enorme barrera de piedra de cien metros bloqueando nuestro paso.

—Son sesenta metros.

—Como sea —soltó, echando los brazos hacia atrás —. Comprendes el punto, ¿no?

—Pero tu entraste —añadí —. Sabes cómo pasarlos.

—No es lo mismo, Joyce —se limitó a decir.

Regrese la vista a los muros y Lambert se levantó del suelo, sacudiéndose el pantalón.

—Tenemos que irnos.

—No —contradije —. Tenemos que volver por Sam.

—Sam está mejor allá dentro que nosotros —aseguró, señalando el lugar —. Aquí afuera es diferente y no podremos regresar por él sí estamos muertos.

Entreabrí los labios pero volví a cerrarlos al instante siguiente.

—Camina —indicó, dándose media vuelta —. Hay que encontrar algún lugar seguro donde podamos quedarnos antes que el sol se oculte.

Avance detrás de Lambert, dando último vistazo a los muros, después, nos introdujimos en la arboleda.

 

***

 

Había pasado bastante tiempo desde que nos alejamos y atravesamos la gran fila de pinos por una vereda pequeña que encontramos a mitad de camino. Lambert iba al frente, sosteniendo el arma con ambas manos, examinando nuestro alrededor cada que cambiábamos de dirección; mientras que yo me aferraba a la chaqueta de Dominic, como si fuera a protegerme del lugar tan desconocido en el que me encontraba.

El camino se había vuelto agotador, probablemente lleváramos horas dando vueltas y vueltas. Ya no tenía muchas esperanzas, pues el sol estaba a cerca de ocultarse por completo.

De repente, llegamos a un claro. Lambert se detuvo de golpe y yo me quede anonada a sus espaldas, estando a punto de hablar hasta que vi hacía donde él lo hacía.

Era un auto grande con el mismo diseño que los pantalones de Lambert. Se veía en mal estado, las ruedas estaban hundidas en la tierra, tenía las ventanas rotas, las puertas abiertas y muchos arañazos.

Bingo —espetó y caminó hacia el auto.

Le seguí, sin saber si era seguro o no dirigirnos ahí.

—¿Qué es? —pregunté, deseando saber que qué tipo de auto era al no reconocerlo.

—Es un camión militar —respondió, acercándose a mirar el interior del vehículo.



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En el texto hay: misterio, ficcion juvenil, apocalíptica

Editado: 18.03.2024

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