Invierno en cenizas

Capitulo 1 | Cabellos de fuego

Recargado y debajo de ese árbol se encontraba, sus cabellos rojizos se movían a la par del viento haciéndolos más alborotados, mientras que los pocos rayos de sol se asomaban se reflejaba en sus ojos el increíble color avellana brillante, ¿y yo? Observando a solo unos cuantos metros de distancia. Ese fue el primer día que lo vi y tenía unos nueve años, ese color pelirrojo me llamaba la atención, nunca había visto a alguien con un cabello de tal color, pero no era o único su piel pálida se mezclaba con la nieve y sus ojos avellana que se perdían en un libro viejo.

Un invierno, un tal día, una tarde nevada común en Alemania.

(...)

 

Era tarde y siempre salía a caminar, me gustaba el invierno ya que podía admirar a los árboles vestidos de blanco, las calles solitarias y cubiertas de nieve, su delicada y fría textura me encantaba, ese frio en mis manos descubiertas, esa ardura y sorprendente sensación. Acostumbraba a jugar con la nieve a unos cuantos metros alejados de la ciudad llamada Himsdell ya que nunca había nada interesante y en el momento en el que iba avanzando lo vi, vi como esos cabellos pelirrojos se asomaban detrás de un árbol seco y vestido de nieve, un árbol casi desnudo, nunca había visto unos cabellos como esos, aquel rojo casi me gritaba por atención y me daba curiosidad al perteneciente de aquellos cabellos alborotados por el viento. Avancé silenciosamente manteniendo mi distancia hasta poder observar a un niño de perfil, con su mirada perdida en un libro, una mirada vacía y unos ojos perdidos de color avellana, que aun con la nublada tarde se asomaba un poco de sol que los hacia más peculiares.

—¡Arne! —Grito mi madre buscándome.

Solo voltee a ver de nuevo al niño de cabellos rojizos y me aleje poco a poco hasta que se perdió completamente de mi vista y solo se admiraba una calle solitaria cubierta de nieve y con huellas encima.

—¿Otra vez en las afueras? —pregunto un poco enojada y señalo el lugar de donde había venido.

—Si—dije encogiéndome un poco de hombros.

—Ándale, entra que hace frio y con esos trapos te vas a enfermar— fue lo último que dijo mientras hacía señas para que entrara.

Al estar dentro de aquella casa me dirigí a la sala que también era comedor, donde se escuchaba cada paso que daba rechinado por el piso que era de madera, al estar junto de la ventana vi como esta estaba empañada por el frio que hacía, miré lo

solitaria que estaba la calle, estaba teñida de blanco y las huellas de nieve se desvanecían por el viento, mientras pensaba en esos cabellos rojizos.

(....)

 

Era temprano y como de costumbre salía a jugar con la nieve, admirando como caía copo por copo mientras sacaba lengua y trataba de alcanzar un poco de nieve, de repente el recuerdo de aquel niño pelirrojo vino a mi mente y fui al mismo lugar donde lo había visto la otra vez, no estaba, busque con mi vista alrededor, pero nada, después de unos segundos escuche voces gritando y un sollozo apenas audible.

—Sabes lo que eres y como te ven, podrás tener ese apellido, pero seguirás con esa mancha en el rostro, me das asco— escuche mientras veía las miradas que tenían dos niños al frente de mí, una mirada de repulsión hacia el otro— Nutzlos —escupió al lado del niño pelirrojo que estaba en el suelo y luego se fue.

Me quede atrás de un arbusto observando todo, sentía impotencia, sentía la tensión y conocía sin duda alguna esa mirada repulsiva en el rostro de alguien, en eso veo como el niño que estaba en el suelo se levanta y se limpia la cara apartando las pocas lagrimas que le salían ¿Lo curioso? Que su rostro reflejaba cansancio.

— Scheisse —fue lo único que dijo antes de dirigirse a el árbol de antes.

Los copos de nieve caían en sus cabellos mientras que el solo veía a la nada, en eso una de las espinas del arbusto donde me encontraba hizo que soltara un quejido llamando automáticamente la atención del niño debajo del árbol.

—Rayos —susurre mientras me escondía más en aquel arbusto, solo agache y baje la vista pensando como si eso me hiciera invisible y no me pudriera ver, en ese momento la sentí, sentí esa mirada encima, maldije en mi mente no podía percibir otro sentimiento que no sea de vergüenza al saber que yo estaba aquí observándolo, así me mantuve un tiempo sin mostrar mi rostro ¿Cómo podría hacerlo? Hasta que ya no lo aguante más y poco a poco levante la mirada que choco con esos ojos color avellana que tanto brillaban con el sol, podía sentir esa mirada pesada y esos copos de nieve que pasaban por detrás de él mientras se desvanecían en la nieve, al reaccionar noto que su mirada muestra confusión y es un poco intensa al ser tan resistente, ¿acaso no parpadea? Me dije en mi mente, pero después se fue, no dijo nada y se fue silenciosamente hacia el lugar donde se encontraba. Me alivio un poco al ver como se iba, sin duda los segundos más largos de mi vida, se sentó en aquel árbol y se quedó observando silenciosamente a la nada.

Los copos de nieve caían lentamente y encima de él, se derretían por su cabello en llamas.

¿Por qué no me dijo nada? Acaso ¿no le pareció extraño? Solo me podía preguntar eso, sin darme cuenta yo ya me encontraba dirigiéndome junto aquel niño que miraba perdidamente las nubes grises donde apenas y se asomaba el sol, me senté junto a él y nadie dijo nada, nadie se miró, ni se escuchó sonido alguno, solo compartimos el silencio de esa tarde nevada.




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