Invierno en cenizas

Capitulo 2 | Marrón en invierno

Aquel día como podría olvidar la forma en la que aquellos ojos avellana me vieron con tanta intensidad, como podría olvidar la vergüenza que sentí en solo pensar lo que él podría imaginar de mí, pero todo eso se fue en un ratito puede sonar muy exagerado de mi parte, pero esos ojos son muy insistentes. Todo ese sentimiento se fue junto aquel árbol y en aquel cómodo silencio.

Él se levantó de repente dándome la espalda, dio unos pasos hacia adelante y se detuvo.

—Werner —me sorprendió lo que dijo, sabía que era su nombre, pero se lo daba a un extraño que por cierto lo estaba observando a escondidas hace unos minutos atrás— Werner Gassion— siguió caminando sin voltear.

—Arne Vandenburg —dije casi gritando entonces él se detuvo, se volteo y me miro hasta darme una sonrisa.

¿Qué paso en ese momento? No lo sé, tal vez el tiempo no quiso avanzar más, tal vez quiso conservar aquella bella e inocente sonrisa, no se la devolví estaba congelado y en un momento cuando me di cuenta ya no estaba, se había ido ¿Cuándo? ¿En qué momento? No pues quien sabe, solo desapareció.

Una sonrisa congelada con la nieve, un color avellana en sus ojos y todo desapareció junto con la brisa de aquella tarde.

 

(...)

El reloj sonaba, el silencio se apoderaba con intensidad en aquella habitación y una mirada clavada encima de mí, atenta a cualquier movimiento, a cualquier error que me daba una sensación de nervios.

—Werner ¿Me estas poniendo atención? —dijo una voz grave junto con un azoteo de la regla contra el pizarrón, solo asentí con la cabeza era la única forma de sobrevivir ahí.

Cinco días a la semana desde las nueve de la mañana hasta las dos de la tarde era de estar sentado en un cuarto, uno silencioso y con una persona merodeando alrededor de ti con una regla mientras veía que escribieras en una libreta como un robot, todo eso mientras un reloj te atormentaba con un tic tac. No entendía por qué habiendo escuelas cerca tenía que venir un profesor privado para la casa, digo ¿No era más fácil que yo fuera a que alguien viniera hasta acá?, aparte este profesor lo único que me enseña son matemáticas, lenguas, geografía e historia, que por cierto su materia preferida era historia, siempre con nuestros antepasados, con que nosotros seremos recordados y judíos y que tanta cosa más como me harta, antes amaba la historia pero desde que empezó a hablar solo de los judíos no me pareció tan divertida, al menos les digo judíos y no escorias, como padre y madre suelen llamarles. Al parecer cada persona de esta ciudad se había obsesionado con la idea de aquellos seres del cual tanto me alejaban, aparte de que cada quien parecía tener su complejo de superioridad que ya no sé quiénes son los insoportables acá.

Después de escuchar aquel glorioso cierre y el golpe de la puerta cerrándose di un gran suspiro y me tire al suelo, ya no podía soportar más con aquella postura de soldado que me hacía nada más que ver mi libreta, había sobrevivido y no sé cómo, pero lo había hecho. Baje a la cocina para ir por unas galletas que había hecho ayer con Gretchen, la criada de la casa, pero la consideraba más como una madre. Al salir de la cocina me dirigí hacia el portón de la casa, tenía una galleta en la boca y otra en la mano, escuchaba los bullicios, los carros pasar, el tranvía arrasar por la calle y mientras más avanzaba estos sonidos se hacían menos notorios.

En sí, acostumbraba a irme de la casa después de clases, era la hora y momento perfecto ya que mi padre estaba trabajando y mi Madre, pues bueno, estaba tomando café y hablando con sus amigas muy lejos de la casa, Gretchen era la única que sabía de esto y era la que me cubría. Me encantaba el invierno, las calles y todo lo que estaba debajo del cielo se vestía de ese color tan frio, tan pálido y cómodo, se teñía de blanco. Aquel árbol que estaba casi a las afueras de la ciudad era mi favorito, se situaba encima de una colina donde se podía apreciar todo y el cielo tenía otra perspectiva.

(...)

—Debemos de hacer algo, ese niño no se puede quedar así ¿Acaso ya viste su cabello? —decía una voz delgada un poco preocupada mientras movía las manos bruscamente.

Yo estaba escuchando enfrente de ellos, lo sabían, pero actuaban como si estuviera ausente, solo me fui y corrí ¿Acaso no soy su hijo? Entonces porque decían cosas tan hirientes frente a mí, solo por un simple defecto.

Al verme Gretchen intento consolarme, pero la evite, no quería llorar frente a ella — ¡Ven aquí Werner!— grito, pero al ver que no le hacía caso grito aún más fuerte alargando exageradamente la e—  ¡Werner!

Corría era lo único que hacía, se escuchaban gritos a lo lejos, el tranvía arraso con más fuerza esta vez y el viento chocaba contra mi cara ferozmente, podía sentir a cada paso la presión con la que pegaba. Cuando me detuve me sentía cansado, jadeaba y no sabía cómo había llegado ahí, había estado corriendo sin rumbo y sin mirar atrás que no me percate hacia donde me dirigía, voltee hacia alrededor y vi un árbol con hojas secas y naranjas con un color rojizo al mismo tiempo. Al parecer estaba arriba de una colina, me senté junto a aquel árbol para descansar un poco, admiré la vista, era preciosa y poco a poco me tranquilizaba haciéndome cerrar los ojos, por un momento olvidé lo que había pasado.

(...)

Estaba a punto de llegar al árbol de la colina, pero escuché unos pasos caminar atrás de mí y antes de que pudiera voltearme sentí como alguien me empujo hacia el suelo chocando con la fría nieve.




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