Invierno Eterno

Capítulo 03. Cuidar de mi Gente

Invierno Eterno

Por
WingzemonX & Denisse-chan

Capítulo 03
Cuidar de mi Gente

Todo jefe vikingo de la Isla de Berk, siempre había tenido una mano derecha; un segundo al mando, un subjefe, o simplemente alguien que siempre debía de estar ahí para él en cualquier momento, para servir de su soporte y su base para bien y para mal. No era precisamente un puesto oficial; no venía acompañado de una ceremonia, un juramento, o un caso especial. Era más algo que todos daban por sentado que debía estar ahí, y así era siempre.

En el momento en el que Hiccup Horrendous Haddock III tomó el puesto de jefe, hace apenas unos cuantos meses atrás, luego de la muerte de su padre, no existió duda alguna para nadie en la isla de quién sería el elegido para tomar dicho puesto no oficial; o más bien en ese caso, la elegida.

Astrid Hofferson, ni siquiera fue consciente de en qué momento había recaído en ella la responsabilidad de ser la mano derecha del nuevo jefe. Nadie se lo indicó, o la señaló, o le preguntó siquiera si quería hacerlo, ni siquiera Hiccup. Simplemente, cuando menos lo pensó, la gente ya la trataba y llamaba de esa forma, y acudía a ella en busca de ayuda y consejo, o para que intercediera por ellos ante Hiccup. Al inicio ni siquiera se dio cuenta de ello, ya que creyó que todo eso se debía sólo a su relación con el joven castaño. Sin embargo, al final le fue más que evidente que se trataba de algo mucho más allá de eso.

Siendo que muchos la consideraban la mejor guerrera de la nueva generación, además de una persona que había demostrado a lo largo de los años bastante inteligencia y sensatez, y en efecto, por su relación tan cercana con Hiccup, la gente sencillamente la consideró la opción perfecta y más viable para el trabajo... Y ella no tuvo siquiera la opción de negarse a ello.

Ahora era su trabajo estar ahí siempre para Hiccup, lista para apoyarlo en todo, para darle su mejor consejo y su guía, y seguirlo hasta a la más loca aventura, como recorrer el mundo congelado en busca de alguna respuesta que podría bien no existir.

Claro, suena bien dicho desde afuera. Todo el respeto y confianza que traía consigo, que la gente dependiera de ti, y poder ayudar a las personas. Pero más pronto que tarde, el glamour del liderazgo se volvía ambiguo y pesado. Y no sólo en ella, ya que si bien eso la podía llegar a afectar irremediablemente, era más que evidente el efecto que estaba teniendo en Hiccup. Todo ese viaje, no era más que una respuesta más a la gran presión que estaba significando el puesto de Jefe para el Amo de Dragones. Ya las cosas eran demasiado tensas desde antes, como para que ahora pasara que el invierno se alargara y empeorara de esa forma.

Todo eso era una bomba a punto de explotar en cualquier momento, y eso lo sabía muy bien. Y al final... explotó irremediablemente.

Pero ahí debía de seguir, cumpliendo su papel de segunda al mando, de apoyo incondicional de su jefe, le gustara o no. Era la responsabilidad que había tomado sin que nadie se lo preguntara, y sin que tuviera que aceptarla. Y no era nada, pero nada sencilla.

Luego de esa pequeña discusión con Hiccup, si es que se le podía llamar así, todos parecían dar por hecho que iría tras él para intentar hablarle, convencerlo y ayudarlo a aclarar sus pensamientos. No lo hizo; de hecho, era lo que menos deseaba hacer en esos momentos. En su lugar, se fue a caminar entre el bosque sin rumbo fijo, sencillamente para estar sola y alejarse lo más posible de los otros. Al final, su caminata la llevó a otro punto de la playa que rodeaba la isla. No creía haber caminado tanto como para que fuera el extremo contrario, pero sí debía de estar bastante alejada.

Se dejó caer de sentón en la nieve, y se abrazó de sus propias piernas mientras miraba hacia el horizonte congelado y neblinoso. En una situación así, habría muchas cosas que podría hacer para despejarse; arrojar piedras al agua sería una buena opción. Sin embargo, en el estado actual, tuvo que optar por la mejor alternativa: arrojar bolas de nieve al hielo. Agarraba nieve con ambas manos, les daba forma de bola, y luego la arrojaba con todas sus fuerzas al frente. La mayoría del tiempo la bola se deshacía en el aire, quizás a causa del viento, pero en otras lograba formar un arco perfecto y hacerse pedazos al chocar contra la superficie dura del hielo.

Estuvo entretenida en esa labor y en sus pensamientos por un largo rato, antes de que la silueta de Stormfly, volando sobre su cabeza, la hiciera distraerse. El dragón azul descendió hacia ella, notándose muy alarmado. Aterrizó con ímpetu, y comenzó a gruñir y a agitar sus alas con violencia.

- Stormfly, tranquilízate, quieta. – Le indicó la vikinga, intentando tomar su rostro entre sus manos para calmarla, pero ella no se dejaba. – ¿Qué ocurre? ¿Pasó algo? ¿Dónde están los otros?




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