Invierno Soleado

3: Sarah

 

— ¿JayJay? —pronuncio su nombre lentamente.

Nunca pensé volver a verlo, jamás, inluso casi deseaba que no se cruzara en mi camino de nuevo. Ver a JayJay era un miedo que había enterrado hace un tiempo, pero ahora está aquí y lo que más temía está ocurriendo.

Respiro profundo y me recuerdo que ya no tengo trece años, ahora tengo diecisiete y mucho a cambado en estos años. Yo he cambiado.

JayJay me mira con una expresión indescifrable, muy seria y plana. Rasca la parte trasera de su cabeza. —Ya nadie me dice así.

Entorno los ojos, su voz es mucho más gruesa que la que tenía. Obviamente la pubertad llegó con él también, ya no es ese chico pequeño y delgado, ahora es mucho más alto que yo y sus hombros son anchos.

Detesto admitirlo pero él se ve bien, ahora que lleva el cabello un poco más largo y ya no tiene frenillos luce como el tipo de chicos que son populares y tienen una cita para todos los fines de semana.

— ¿Ya no? —intento no observarlo demasiado, no quiero elevarle el ego.

Niega dos veces. — ¿Aun te dicen Lenny?

Mi corazón pega un salto, ¿Por qué hizo eso? —No —contesto fríamente—. Allana, me llamo Allana.

Levanta su mentón. —Me llamo Jay.

¿Por qué parece como si nos estuviéramos presentando y no nos conociéramos? Seguramente JayJay… o bueno, Jay, recuerda todo. Estoy segura, es solo que él es bueno mintiendo.

—Genial —giro mi rostro a un costado, necesito huir de aquí, de su presencia.

— ¿Vienes a trabajar o a hablar con máquinas expendedoras? —pregunta.

Golpeteo con mi pie el suelo. —Vengo con mi familia —mi voz es muy suave, siento como si estar a tan poca distancia de él estuviera drenando mi energía.

—Hay un truco —JayJay se acerca y automáticamente me muevo, como si fuéramos imanes de polos iguales, apartándonos el uno del otro—. ¿Te gusta el chocolate, verdad?

¿Por qué pregunta eso? — ¿Qué?

JayJay saca un billete, lo introduce a la máquina y presiona unas teclas. Seguido, una barra de chocolate cae y mi lata también, se inclina y saca ambos productos.

Extiende su mano para que los tome, cuando lo hace noto que lleva varios brazaletes en su muñeca. Uno de ellos tiene la letra J al lado de la letra S. quizás solo es una coincidencia o quizás, él y…

— ¡Aquí estás! —una voz femenina habla, giro para ver quien es pero su gorra no me deja hacerlo, sostiene una tabla de madera y con la otra mano un marcador delgado, está apuntando algo—. ¿Ya terminaste?

La chica sube la mirada y si pensaba que rencontrarme con JayJay ya era suficientemente malo, ver a Sarah Redthon es mucho peor.

De pronto ya no tengo diecisiete años, tengo trece y estoy viviendo el peor campamento de mi vida. Estoy sola y triste, con los ojos rojos y sintiéndome completamente humillada.

—Oh —Sarah se detiene—. Oh, vaya… Lenny.

Aprieto mis puños. —Allana —mi corazón se acelera de nuevo, tomo las cosas de la mano de JayJay—. Me llamo Allana, no Lenny.

Ella le da una mirada a JayJay. —Ah, sí, claro… bueno, no pensé verte por aquí…

Claro, porque nadie esperaría que yo regresara a este lugar luego que me hicieran todo eso.

JayJay aclara su garganta. —Bien, supongo que tenemos que seguir con lo nuestro —se aparta y se acerca a Sarah—. Te vemos por ahí.

Ni siquiera esperé que Sarah dijera algo más, me giré y me aparté rápidamente de ellos.

No pensé que alguna vez los vería de nuevo y mucho menos imaginé que al ocurrir eso, me iba a afectar tanto pero despues de destapar mi lata y darle un sorbo, una lágrima se desliza por mi mejilla.

Creo que comienzo a odiar este lugar.

~

 

—Come zanahoria, Lenny —papá me señala con las pinzas metálicas.

Niego, sosteniendo mi plato para el buffet. Hay variedad e comida, mucha que normalmente me gustaría comerla pero he perdido el apetito. Ni siquiera se me antoja el puré de papá que seguro fue preparado con la receta de mi abuela.

—Lenny —mamá, quien está frente a mí en la fila, me voltea a ver—. No has tomado nada, vamos, come algo. Mira, sándwich de jamón con queso derretido, te gusta esto.

Ella toma las pinzas y coloca dos triángulos en mi plato. Papá también se acerca y deja un recipiente más pequeño con pepino en trocitos.

— ¿Quieres chocolate caliente? —Mamá me pregunta, yo niego—. Entonces, ¿Agua? ¿Jugo de mora?

Suspiro. Sé que mis padres están intentándolo, hacer que mi tiempo aquí no sea tan malo pero después de ver a esas dos personas no creo que nada lo mejore.

—Jugo está bien —digo.

Salimos de la fila, papá mira las mesas disponibles para nosotros al mismo tiempo que las puertas del frente se abren y entran varias personas de mi edad, entre todas puedo reconocer a Cameron.

Mamá se inclina para hablarme. —Lenny, ¿Por qué no vas con ellos? Haz amigos.

Niego automáticamente. —No mamá, no me acercaré con esos extraños.

Papá también se une a esa propuesta. —Son extraños ahora pero si te acercas, todo estará bien —afirma—. Solo ve y deja que las cosas fluyan.

—A veces desearía que dejaras esas frases positivas —admito.

Papá suelta una pequeña risa y luego, procede a hacer algo que lo agregaré a la lista de todo lo malo que me está sucediendo en este lugar. — ¡Diego! —papá eleva la voz, varias personas giran a verlo—. Chico, ven aquí.

Diego estaba también con ellos pero no lo había notado, mi papá tiene mejor vista que yo. — ¿Qué haces? —susurro.

Diego se levanta y camina hacia nosotros con una sonrisa, yo bajo la mirada a mi plato de comida. Me siento como una niña pequeña de nuevo, mis padres buscándome “amiguitos” y escogiendo mi comida. Que patética soy.

—Diego, hola —papá me da una mirada—. ¿Puede sentarse Lenny con ustedes?

—Allana —corrijo de nuevo—. Es Allana… y no, digo, no tengo que sentarme con ustedes si no quieren, está bien.




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