Invierno Soleado

4: Invitaciones

 

Llegamos un miércoles y hoy es sábado.

Después de ese tormentoso primer día en este campamento me las arreglé para hacerle creer a mis padres que no me sentía bien y que prefería quedarme en la cabaña.

Ellos me han estado trayendo comida y papá me ha prestado un par de libros sobre ficción histórica. No he podido pasar del primer capítulo, no es que las historias no sean interesantes sino que mi mente está llena de pensamientos y ya no le caben más palabras a mi cerebro.

Sin embargo, este fin de semana es el ingreso de las familias y el lugar se llenará mucho más. Papá ya no parece estar muy convencido de mi inexistente resfriado y mamá sigue insistiendo en que salga y pase tiempo con los demás chicos de mi edad.

Los chicos que conocí en el comedor fueron agradables, pero ellos parecen estar siempre cerca de Jay o de Sarah. Simplemente no puedo acércame, sería una muy mala idea.

—Lenny, vamos a la fiesta de inauguración esta noche —mamá se asoma, mientras recoge su cabello en una coleta—. ¿Trajiste vestidos verdad? Yo puedo prestarte alguno, mi ropa ya te queda.

Hago una mueca. —Mamá… aun no me siento bien.

Mamá suspira y deja su cabello. —Lenny, sé que no quieres estar aquí y extrañas a tus amigas pero no puedes fingir estar enferma todo el tiempo —sonríe un poco—. Sé reconocer cuando finges para quedarte en cama y cuando realmente estás enferma.

Oh, pensé que estaba actuando mejor.

—Mira, en este campamento hay muchas actividades y están divididas por edades. Los adultos pueden ir al spa, practicar algunos deportes y lo que haremos ahora con tu padre, meditación a orillas del lago —sonríe para sí misma—. Pero también hay actividades para los más pequeños, decorar vasijas y fogatas, ¿no suena divertido?

La verdad, no. —No tengo diez años, mamá.

—Lo sabemos —se acerca y se sienta a mi lado, en la orilla de la cama—. Dale una oportunidad a este lugar, la próxima semana comenzaran las decoraciones navideñas y actividades de la temporada, será divertido.

No me molesta el campamento en sí, es sobre las personas que están aquí. —Lo intentaré —contesto para terminar con esta conversación.

Mamá asiente y se levanta. —Gracias por intentarlo, ahora ve a tomar una ducha y sal de esta habitación, el sol está radiante hoy.

El sol no debería ser tan radiante en invierno, es molesto. —Lo haré.

Mamá sale de mi habitación y se mueve a la que comparte con mi padre. Yo salgo de la cama, cierro la puerta y me muevo hasta la esquina donde dejé las maletas. Me inclino para buscar algún atuendo cómodo y fresco.

Saco unos pantalones de tela oscuros y una blusa suelta, con mangas tres cuartos. Para mis zapatos usaré mis zapatillas deportivas más cómodas, creo que caminar aquí con mis botas de tacón no es una buena idea y mis otras botas son un poco más calientes, mis pies sudarán si uso esas.

La ventana sigue abierta por la mitad, el viento entre hasta mi rostro así que levanto la mirada. Desde este punto puedo ver el cielo azul, las nubes y pájaros que vuelan a muchos metros de aquí.

Cuando era niña me gustaba sentarme en el jardín y ver hacia arriba, me sorprendía saber que básicamente estaba flotando en el universo. Pensaba que las nubes parecían estar más cerca de lo que estaban y estiraba la mano para intentar tocar alguna.

De pronto escucho un sonido, es música. Algunos acordes de guitarra, un poco de batería y sonidos con sintetizador. Me gusta, tiene un ritmo del tipo de canciones que escuchas en un viaje en carretera.

Me reincorporo y me acerco a la ventana para intentar averiguar de dónde proviene esa canción. Se escucha como si alguien estuviera reproduciéndola en su teléfono o algún dispositivo con bocinas.

Mi ventana solo muestra un muro y ramas, nada más. No veo a otra persona, quizás hay algún altoparlante por aquí.

Cierro las cortinas, la habitación se oscurece mientras me cambio de ropa. Durante todo ese tiempo la música continua, otro par de canciones de ese mismo estilo. Cuando terminé de colocarme las zapatillas me senté en la cama y cerré los ojos, dejando que la música  me acompañara unos segundos.

Escucho la puerta de la entrada cerrarse, mis padres acaban de irse y por ellos saldré de aquí. Si en caso me cruzo con Jay o Sarah solo me alejaré, no estoy obligada a hablar con ellos ni siquiera a ser amable después de todo lo que sucedió.

 

Una vez fuera de la cabaña, respiro profundamente. Había salido únicamente para distraerme y cuando escuchaba voces cerca, me escondía como un pequeño conejo asustado. Pero ahora ya no debería actuar de esa manera, intentaré pasar el tiempo por ahí, de alguna forma necesito distraerme para que el tiempo avance más rápido.

Lo primero que veo es a un par de señoras sentadas en una banca de madera. Seguramente vinieron a relajarse por aquí, hablan entre ellas mientras unos niños a pocos metros de distancia corren en círculos como si estuvieran persiguiéndose.

Al fondo veo otras personas más, una familia de cinco integrantes. Dos adultos y tres niños, se ven muy felices. Ojala pudieran compartirme un poco de esa felicidad.

—Hola, Allana —Cameron aparece a un lado de mí.

Se ve bien, esta vez lleva la gorra colocada hacia atrás y me permite ver sus ojos mejor. —Hola —respondo, alisando mi cabello.

Sonríe. —No te vi ayer, ¿Dónde estabas?

Ocultándome de dos personas. —Ah, solo me sentía un poco enferma, pero ya estoy mejor.

Cameron asiente, baja la mirada a su mano izquierda y noto que lleva unos panfletos. —Tengo que repartir estos, ¿me acompañas?

Asiento, después de todo no tengo nada qué hacer. —Claro.

Cameron comienza a caminar en dirección a las señoras sentadas. —Entonces, ¿Vendrás a la fiesta de bienvenida? Supongo que ya te hablaron sobre ella.

Muevo mis ojos a un costado, asegurándome de estar lejos del enemigo. —Ah, sí, me acabo de enterar pero no estoy segura.




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