Invierno Soleado

8: Lo sabes

 

De nuevo, me oculté del mundo en la cabaña.

El domingo no salí, le hice pensar a mis padres que sí lo había hecho pues ellos fueron a jugar bingo y a formar parte de la caminata grupal con el resto de los adultos en el lugar.

Les dije que yo también había salido, que hice algunos amigos y que ya estaba cansada. Ellos me creyeron y lucían felices porque finalmente estaba intentándolo peo la verdad es que, no lo estoy haciendo.

Ver las sonrisas de mis padres me hizo sentir mal, ellos quieren que yo disfrute tanto como lo están haciendo pero no es fácil para mí. Si Jay y Sarah no estuvieran aquí también, quizás lo hubiera logrado. Tal vez hubiera llegado a la fogata y todo estaría bien.

Pero todo está mal.

El lunes fui a la oficina de mis abuelos con la intención de pasar un poco de tiempo a su ladoy ocultarme también, me dejaron estar con ellos. En su oficina tienen televisión y sí hay señal de internet por lo que me distraje mucho más fácil.

Le envié un par de mensaje a Emily y a mis otras amigas, Diana, Jessica, Ava pero ninguna me respondió. No las culpo, ahora mismo deben estar en una cita con algún extranjero.

Fue el martes por la mañana, ósea hoy, que mi abuelo entró con mi abuela. — ¿Planes para hoy? —pregunta ella.

Ocultarme de todos. —Um, no sé, estar aquí con ustedes. No se me da bien estar al aire libre —respondo.

Mi abuela sonríe. —Cariño, sabes que puedes estar con nosotros todo el tiempo que quieras pero allá afuera está haciendo un buen día, ¿no tienes ganas de salir?

—Sí, tú también puedes participar en alguna actividad —mi abuelo afirma—. O si te parece, puedes acompañar a los adultos. Ahora mismo hay un juego de ping pong.

Me hundo en el sofá extremadamente cómodo que tienen. —Ah, sí, quizás más tarde…

Mi abuelo se acerca al escritorio y toma un dulce de canela. —Tengo una idea, ahora mismo necesitamos manos creativas para las decoraciones, ¿quieres ayudarnos?

Tampoco quiero eso si implica salir y exponerme. —Um, bueno…

Llaman a la puerta con tres golpes, mi corazón pega un salto pensando en la posibilidad que sea alguna de las personas que estoy evitando pero cuando mi abuelo se acerca a abrir la puerta, veo que estoy a salvo.

—Hola Diego —saluda.

—Hola, eh, solo quería decirle que ya estoy listo, ¿Qué debo hacer? —Diego está en el marco de la puerta y no puede verme desde ese ángulo.

Mi abuelo me da una mirada. — ¿Necesitas un duende más? —bromea—. ¿Por qué no trabajas junto con mi nieta?

Entorno los ojos, ¿De qué habla?

—Ah, ¿Allana? —Pregunta—. Sí, claro, digo, ¿dónde está? No la he visto…

Oh.

Ahora recuerdo que básicamente lo dejé plantado en la fogata. Cuando me asomé no lucía triste pero sí ocurrió, se suponía que estaría ahí.

Diego se asoma hacia adentro y yo me acomodo en el asiento. —Ah, hola Allana.

Me levanto y me acomodo el cabello. —Eh, hola Diego.

Mi abuelo asiente. —Diego es quien está ayudando también con las decoraciones pero él está trabajando con los niños pequeños —comenta—. Ve con él, Allana, te divertirás.

Diego me mira tranquilamente, no parece molesto y espero que no lo esté. —Um, sí…

Creo que solo acepto por la culpa de no ir a la fogata.

Diego sonríe y junta sus manos. —Entonces, vamos, este lugar es enorme y queremos decorar cada rincón.

Me muevo lentamente hacia la puerta. —Nos vemos después —les digo a mis abuelos.

Diego sostiene la puerta para que yo salga, él la cierra y me guía hasta la salida de la recepción. Casi parezco un vampiro cuando tengo que cerrar los ojos unos segundos por el sol reflejado en el suelo.

—Allana, Allana —Diego tira de su camisa blanca hacia abajo—. Tengo que avisarte que me rompiste el corazón cuando no llegaste a la fogata…

Ah, sí se acuerda.

—Lo siento —digo, bajando la mirada—. Sí quería ir pero, pues… no sé, lo siento.

Diego suelta una carcajada. —No te preocupes, estoy molestándote —señala hacia el lado izquierdo para que continúe por ese camino—. No te pierdes de nada, este viernes habrá otra para inaugurar la temporada navideña.

—Ah, entonces quizás debería ir —aunque no estoy segura.

Diego me da una mirada y levanta la ceja derecha. —Pero esta vez no te invitaré.

Asiento varias veces. —Lo entiendo.

Diego vuelve a reír. —Es una broma, solo bromeo Allana. En realidad, creo que quiero volver a invitarte aun si estoy en riesgo que vuelvas a dejarme plantado.

Coloco mi mano sobre mi frente para cubrirme de los rayos del sol. —Creo que quizás deberías ir con alguien más, no soy buena con todas estas actividades.

Diego se detiene para verme de frente. —Entonces, no tenemos que ir a la fogata a menos que quizás, no quieras pasar tiempo conmigo.

Sonrío levemente. —No es por eso.

Es porque tengo miedo de volver a ver a Jay y Sarah, porque no quiero que la próxima escena que presencie sea de ellos tomados de la mano y besándose. Porque pensé que ya lo había superado pero que he descubierto que es cierto cuando dicen que jamás olvidas a tu primer amor.

—No voy a presionarte —Diego continua caminando y yo también—. Pero, podemos ser amigos, ¿no?

—Sí, podemos ser amigos —temporales, pues después seguramente ya no lo volveré a ver.

— ¿Estás en tu último año de escuela, no? —Asiento—. ¿Sabes que harás después? ¿Universidad?

—Es probable —después de todo, mis padres tienen ahorrado el dinero desde que nací—, pero quisiera saber para qué soy buena exactamente.

—A ver, déjame examinarte —Diego vuelve a detenerse y entorna los ojos mientras mira mi rostro a detalle. Ahora quiero apartarme pues no me maquillé en absoluto y lo único que llevo es bloqueador solar—. Ya veo, tienes el rostro de una científica o de una programadora que trabaja para la NASA.




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