Invierno Soleado

12: Recuerdos

 

Es viernes.

Hoy será la inauguración de la época navideña, pues es el primero de diciembre. Todo está decorado y por la noche, se encenderán todas las luces navideñas.

Por la noche será la fogata y aun no estoy segura si iré. Me llevo mejor con los chicos de por aquí, en el almuerzo me siento con ellos y en ocasiones cuando los veo por ahí, me saludan. Son amables y agradables, en especial Diego.

Pero las cosas con Sarah y Jay siguen igual, es decir, no nos hablamos. Cuando ellos se sientan en la mesa, lo hacen en el otro extremo y hablan entre ellos con susurros.

Aún tengo todo el día para pensar si estaré ahí o no. Ahora mismo salgo de la cabaña cinco minutos después que mis padres fueran a su actividad de zumba al aire libre. Llevo la chaqueta de Jay en mis manos para finalmente dársela, ya no quiero tener nada de él conmigo.

Pero cuando salgo, él está a pocos metros de la cabaña.

Levanta el mentón. —Buenos días.

Esto me toma desapercibida, sin embargo, reacciono elevando la chaqueta y mostrándosela. —Ten, iba a dártela ahora.

Él da unos pasos para acercarse. —Gracias —estira su mano y sigue avanzando—. Ahora ya no la necesitas.

Finalmente llega y la toma. —No, ya no.

Jay asiente. —Qué bueno, ya tienes personas que te presten sus chaquetas, ¿no?

¿Por qué se comporta de esta manera? — ¿Qué quieres decir?

Se encoje de hombros. —Nada, tengo que irme.

Pero no se mueve, sigue de pie frente a mí, por lo que yo continúo con esta indeseada conversación: — ¿Quieres decirme algo más?

Jay levanta sus ojos al cielo al mismo tiempo que una nube se mueve y destapa al sol. — ¿Sabes algo, Allana? —Sigue mirando a esa dirección—. Nunca pensé en volver a verte.

Aprieto mis puños. —Yo tampoco pensé volver a verte.

— ¿No? —Me mira de reojo—. ¿No querías verme de nuevo?

¿Cómo puede pensar que quería eso cuando ocurrió todo eso? —Tu qué crees.

Jay baja el rostro y niega. — ¿Sigues molesta por eso?

Arrugo la frente. — ¿Qué quieres que haga? —Me cruzo de brazos—. Para ti es fácil decirlo porque no te humillaron, en cambio…

—Nadie te humilló —afirma—, además, nadie lo recuerda. ¿Has visto a alguno de nuestros compañeros de campamento de ese año de nuevo? La vida siguió Allana, tu también deberías hacerlo.

Abro mi boca para responderle pero diego me interrumpe.

— ¿Por qué no comenzamos de nuevo? —pregunta, extendiendo su mano para que la estreche—. Ya no somos unos niños, podemos llevarnos bien.

Sabía que Jay era molesto y un tono pero nunca imaginé que así de grande. —No quiero —digo, primero en un susurro y luego subo la voz—. No quiero empezar de nuevo, no quiero llevarme bien contigo.

Entorna los ojos. — ¿Por qué no? Vamos, Allana, éramos amigos y ahora podemos serlo de nuevo.

—Nunca fui tu amiga —le recuerdo—, eras mi amigo pero tú no te comportaste como tal.

Chasquea su lengua. —Hablo enserio, Allana. Eso es el pasado, no deberías seguir pensando en ello, ya cambiamos y admitamos que todo fue inmaduro.

Me siento tan tonta, sobre todo por como he esperado estúpidamente que las cosas entre Jay y yo retornaran a ser como antes, quería pensar que quizás él y yo si estábamos destinados a estar juntos como lo creí cuando teníamos trece años y que ahora, podría volver a retomar nuestra historia.

Pero todo eso era una fantasía, una estúpida ilusión. Para Jay yo nunca fui lo que siempre había pensado. Creí que Jay me recordaba en ocasiones y se arrepentía de todo, de haber tomado la dirección incorrecta pero ahora comprendo que nunca sintió lo que yo por él.

Él suelta una exhalación. —Allana, yo sí era tu amigo y quería que las cosas siguieran de esa forma, no sé qué decirte.

¿Por qué no empiezas explicándome porque hiciste todo eso? ¿Por qué no te disculpas? ¿Por qué no dices todo de una vez?

Trago saliva. —Recuerdas ese día, ¿verdad?

Jay me observa unos segundos pero sé que lo hace, aunque no quiera admitirlo realmente.

—Ese día te pedí que me dijeras algo, cualquier cosa —bajo el rostro—. Quizás para ti es una estupidez que aun piense en algo que ocurrió hace años pero para mí no. Yo, pensé que tú eras especial… yo te consideraba así, especial para mí.

Jay aclara su garganta. —Sé que pude actuar diferente pero, a veces yo… mira, no sé qué decir y ahora yo, solo quiero que todo esté bien entre nosotros.

Aprieto mis dientes, levanto la mirada y la sostengo por varios segundos. — ¿Puedes responderme una cosa? —asiente—. ¿Qué es Sarah para ti ahora?

— ¿Sarah? —repite, mirándome confundido—. ¿Por qué me preguntas?

— ¡Ay, finalmente! —Hannah se asoma del lado derecho, caminando rápido hacia Jay—. ¿Dónde estás? Te necesitamos en el lago, tenemos que colocar las mesas para la noche.

Jay asiente. —Ahora voy.

Hannah mueve sus ojos hacia mí. —Ah, hola Allana, ¿Cómo estás?

Finjo una sonrisa. —Estoy bien.

Jay aclara su garganta y me mira por menos de un segundo. —Hablamos lugar, Allana.

Él camina lejos del lugar pero Hannah permanece de pie, ella lo ve alejarse y seguido, se acerca a mí. —Allana, ¿todo bien? Pareces… no sé, molesta o, ¿interrumpí algo?

Niego. —No te preocupes, solo estaba devolviéndole su chaqueta.

—Ah —sonríe—, entiendo. Um, oye, ¿vendrás esta vez a la fogata, verdad? Será divertido.

Hago una mueca. —No sé, lo siento.

Acomoda un mechón detrás de su oreja. —Um, Allana… no quiero ser molesta pero, ¿es por Jay?

¿Tan obvia soy? Primero Diego me preguntó sobre qué había pasado entre nosotros y ahora ella.

—Jay y yo no nos llevamos bien —puntualizo—, es raro volver a verlo y no quiero pasar tiempo cerca de él.

Asiente. —Ah, no te preocupes por eso —inclina su rostro—, Jay es complicado, pero no dejes que eso te impida divertirte en el campamento. Será divertido, además, Diego estará ahí.




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