Invierno Soleado

14: Atardeceres

 

Besé a Diego.

Besé a Diego, él me besó y yo no me alejé.

Luego de ese beso no ocurrió nada más, él me habló de su vida en la escuela y yo sobre los experimentos en la cocina que mis padres tienen todos los viernes.

Luego, durante el fin de semana, no lo vi. Mis padres sentían que tenían que pasar tiempo conmigo y eso hicieron. Me llevaron a sus clases de relajación, su taller de pintura con las manos y a decorar jarrones de barro que hicieron hace unos días.

Siempre que podía, volteaba a los lados para ver si Diego estaba cerca pero nunca era él. Saludé a Cameron y a Jennifer, pero no a Diego.

Es extraño, estamos en el mismo lugar pero hay tantas personas y bueno, él está ocupado.

Aunque una parte de mí prefería un poco de espacio. No sé qué se supone que ocurra ahora, él sigue siendo alguien temporal en mi vida y bueno, después del beso algo cambiará.

—Si quieres puedes regresar un rato a la cabaña —papá me avisa—, pero vuelve en cuarenta minutos, vamos a preparar ensalada de frutos rojos y tomar un aperitivo frente al lago, viendo el atardecer.

Mis ojos se abren.

El lago…. Ahí está Jay.

—Y trae unas gafas de sol, para que no te moleste el reflejo —pide mamá.

Asiento lentamente, intentando buscar una excusa. —Um, pero, ¿Por qué no vamos a descansar? Hemos hecho muchas cosas hoy, ¿no? Tal vez es mejor ver el atardecer otro día.

Ambos niegan al mismo tiempo. —Es una oportunidad única, ¿Cómo estás tan segura que mañana podrás ver el atardecer? —pregunta mamá.

Me encojo de hombros. —Porque el sol se tiene que ocultar.

—No des por hecho nada, Lenny —papá me da una sonrisa—, aprovecha cada momento, cada uno de ellos.

Suspiro, papá está lleno de frases motivacionales. —Bien, bien, vendré en cuarenta minutos.

—Y no te retrases —pide mamá—, vamos a tomar los mejores lugares, ¿sí? Ah, trae también tu teléfono, tomemos muchas fotografías.

Asiento dos veces. —Como quieras.

Camino arrastrando los pies hasta la cabaña, lo cual no es una buena idea pues mis zapatos oscuros ya se ensuciaron de tierra. Mientras me dirijo hasta allá, tengo la esperanza de ver a Diego pero solo hay algunos trabajadores adultos.

¿Dónde se ha metido?

Tal vez si en este lugar hubiera señal, podría pedirle su número y llamarlo o enviarle algunos mensajes pero no vale la pena agregarlo a mis contactos si mi teléfono sigue mostrando esa “x” en la barra de señal.

Aun no llego ahí cuando noto que Sarah está doblada para ajustarse las agujetas de sus zapatos.

Tomo una larga respiración y sigo con mi camino. No voy a dejar que ella vuelva a intimidarme, estoy tan casada de todo eso.

Cuando voy más cerca de ella, voltea y se levanta. —Ah, hola Allana.

Intento sonreír pero no se forma completamente la sonrisa. —Hola, Sarah —no me detengo, sigo caminando.

—Allana… —me llama.

Muevo mi rostro a su dirección. — ¿Qué?

Acomoda su cabello dos veces, al parecer sigue teniendo ese hábito, como si una sola vez no fuera suficiente. —Oye, ¿Has escuchado sobre la Búsqueda del Tesoro?

Tengo que observarla unos segundos para comprender lo que está intentando decirme. —No, ¿Qué es eso?

Se encoje de hombros. —Desde mañana lunes empieza la Búsqueda del Tesoro, el premio final se anuncia el viernes.

No sé qué responderle, ¿Qué tiene que ver eso conmigo? —Ah, interesante.

Quería seguir caminando pero ella estira su mano. —No, escucha —pide—, mira, la forma en que se hace es por familias pero se les asigna alguien del equipo del campamento, porque sabemos más y todo eso —sigue explicando—, pues, el asunto es que ya nos asignaron familias.

Ay, no.

Por favor, por favor, por favor, que no sea Sarah.

— ¿Ah, sí? —intento mantener la calma.

Ella asiente, mirando a un lado. —Pero, um, quiero preguntarte algo.

Afirmo con el rostro. — ¿Qué pasa?

Parpadea tres veces, muy rápido. —Bueno, ¿Tú aun sientes algo por Jay, no?

Mis ojos y boca se abren al mismo tiempo. — ¿Qué?

Se encoje de hombros. —Pues, se nota, Allana —hace una mueca—, pero tienes que saber que Jay y yo estamos juntos.

Comienzo a negar con mi cabeza. —Eso no… yo, no quiero a Jay… yo, ya…

Me detiene subiendo la mano. —No importa. Hablo enserio, no me importa si te gusta o ya no, sé que él me quiere y es todo lo que importa —suelta las palabras con mucha seguridad, como si pudiera apostar su vida a ese afirmación.

Sospechaba que ellos estaban juntos, de alguna forma siempre lo supe y en mis peores pesadillas, era algo que sucedía como una realidad.

Y de nuevo, estoy encarando algo que tanto temía.

— ¿Qué quieres decirme, Sarah? —estoy arrepentida de no haber huido de ella.

Toma una larga respiración. —Jay fue asignado con tu familia, por lo que durante la próxima semana está obligado a convivir contigo —su tono remarca la palabra “obligado”

Me encojo de hombros. —No importa, tal vez yo ni siquiera participe.

Mira hacia un lado. —De todas formas, es probable que se acerque a ti de una forma u otra —asegura—, pero solo quería que supieras la situación entre él y yo, para evitar que te vuelvas a ilusionar.

Resoplo. No puedo creer que ella siga siendo así, después de cuatro años esperas que las personas maduren un poco, tan solo un poco pero ella no. Parece que quiere seguir molestándome y burlándose de mí, pero de una nueva forma.

—Sarah, ha pasado mucho tiempo, Jay ya no es nadie para mí —digo, aunque no sé qué tan segura estoy de eso.

Aunque parece que mi respuesta, pudo convencerla un poco. —Ya veo, me alegra saber que no te aferraste a algo imposible —sonríe falsamente—, te veo después, Allana. Espero encuentres el tesoro.

Sonrío también. —Gracias.

Ambas nos giramos para caminar en direcciones opuestas. Sarah sigue siendo tan molesta como antes, tal vez un poco más.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.