Invierno Soleado

15: Romper las reglas

 

“Donde está el cartero, hay un pequeño de portero, si Santa no lleva los regalos, es por un amigo travieso”

Ahora empezó la Búsqueda del Tesoro.

Nos llegó una carta en un sobre rojo y blanco con letras doradas, nos explicaba las reglas del juego, quien nos ayudaría (Jay) y la pista para encontrar el primer objeto de hoy.

En todo el bosque estará escondido lo que sea que signifique ese acertijo, la familia que encuentre más se llevará un premio. Hay tres primeros lugares, los demás recibieran un premio de consolación pero ningún premio es descrito.

Mis padres están muy emocionados, lucen como un par de niños listos para la aventura mientras que yo solo pienso en todas las formas en que puedo evitar a Jay.

¿Por qué no nos asignaron a Diego? Hubiera sido mucho más divertido.

—Según esto, tenemos que estar muy alertas todo el tiempo —papá sostiene el sobre.

Entorno los ojos. —No entendí eso, ¿Qué significa?

Mamá sonríe. —Es parte del misterio, tal vez lo entenderemos hasta que lo veamos.

Respiro profundo, estos juegos son tan complicados para mí. Quizás solo soy un poco perezosa y no quiero pensar mucho o tal vez, estoy decepcionada que tendré a Jay más cerca de lo deseado.

—Jay es el chico del lago, ¿verdad? —mamá me pregunta.

Asiento sin ganas. —Sí, ese mismo.

—Es tu amigo, ¿no? —Papá me pregunta—, tal vez él nos ayude a descifrar esto, ve con él y pregúntale.

Junto mis cejas. —Pero si ustedes se pasan todo el tiempo ahí, ¿Por qué no le preguntan?

—Porque ahora mismo, tenemos que hacer otras actividades —papá se coloca su sombrero marrón—, y tu irás a recolectar información para nosotros.

Ruedo los ojos. —Ahora mismo no puedo tengo que ir con alguien —con Diego—, a ayudarle, yo también tengo actividades.

Mamá suelta una pequeña risita. —Está bien, cuando tengas tiempo —dice con un tono divertido—, pero sabes que somos competitivos así que, quiero ganar.

Papá se ríe. —Mi amor siempre quiere lo mejor —se acerca y la toma de la mano—, por eso me escogió a mí.

Arrugo mi nariz. —Ustedes sí que son cursis.

Mamá le da un beso en la mejilla. —Lenny, cuando ames a alguien de esta manera, serás igual de cursi.

Bufo. —No gracias, si soy así, mis futuros hijos sentirán mucha pena ajena.

Papá toma su llave y me mira con los ojos abiertos. —Tus hijos no sentirán pena ajena, crecerán muy felices.

Sonrío. —No puedo decir que no soy feliz.

Mamá se acerca y me acaricia el cabello. —Tus padres se aman y te aman el doble, es todo lo que importa.

—No todos tiene familias como la nuestra, Lenny —papá agrega.

Es cierto.

Pienso en Diego y en su complicada vida familiar. Él se esfuerza para estar bien, mientras tanto yo a veces doy por hecho lo que tengo.

Mis padres salen y me dejan sola en la cabaña. Al comienzo del inverno pensé que no saldría de este lugar, que me quejaría todo el tiempo y que sería las vacaciones más aburridas del mundo pero ahora todo ha cambiado.

Y eso, me da un poco de miedo.

 

Salí para ir a buscar a Diego. Quiero ayudarle con los niños y las decoraciones de las casas comestibles navideñas, es divertido estar con los pequeños y al mismo tiempo, paso tiempo con ese chico.

Lo encontré en el círculo de rocas, con los niños emocionados trabajando en sus casas. Todos están concentrados para que sus creaciones sean las mejores.

Diego me saludó y avisó que hoy también estaría ayudándolos, como siempre, fui bienvenida para trabajar y ayudar.

—Um, Diego —digo mientras estamos a un lado observando a los niños—, ¿Qué es eso de la Búsqueda del Tesoro? Recibimos una carta.

Se acomoda el cabello debajo de la gorra blanca. —En todo el lugar están escondidos algunos objetos relacionados con el acertijo, hay tres cada día y depende que familia obtenga más, gana.

Hago una mueca. — ¿Qué significa el acertijo de hoy?

Diego niega con una gran sonrisa. —Allana, eres la chica más linda de todo este lugar pero no puedo decirte —me da una mirada—, no intentes usar tus encantos conmigo para descubrirlo.

Resoplo. —No hacía eso, solo necesito ayuda.

—Pues yo estoy con la familia de Raiza —señala a la niña que ahora mismo está colocando muchos malvaviscos en el techo—. Necesito trabajar con ellos, no puedo ayudarte.

Hago un puchero. —Que malo.

Diego sonríe y baja el rostro. —Quiero ayudarte pero si lo hago, tu abuelo me enviará lejos de aquí.

—Mi abuelo no haría eso —entorno los ojos—. Aunque… quizás pueda preguntarle a mi abuelo.

—Olvídalo —dice—, eres la princesa de sus ojos pero ese hombre se toma muy enserio estas actividades, desde ahora no tienes aliados, solo enemigos.

Eso me hace reír. —Este juego es demasiado serio para mí —me cruzo de brazos—, ojala tú estuvieras en mi equipo.

Asiente, viendo al frente. —Sí, ojala estuviera con tu familia —aclara su garganta—. Tu ayudante es Jay, ¿verdad?

Asiento primero en silencio, luego le respondo. —Sí, es él.

Suelta una risa muy corta. —Él te ayudara, es bueno en estas cosas.

Suspiro. —No me interesa que sea bueno, yo… como sea —miro hacia un lado—. Espero que mis padres ganen sin mi ayuda.

—Oye —dice—, no digas eso. No dejes que alguien te arruine la diversión, puedes pasarla bien aun si él está en tu equipo.

Afirmo con un gesto. —Sí lo intentaré.

— ¡Diego! —un niño llamado Calvin lo llama.

Diego me sonríe. —Tengo que ir a rescatar esa casa.

Diego se acerca con el mío, yo lo observo. Él le ayuda a decorar, le tranquiliza afirmando que su diseño está quedando muy bien y lo felicita cada vez que coloca un dulce.

Diego es muy bueno, no solo con los niños sino con todas las personas. Siempre tiene una sonrisa amable, una palabra positiva y siempre te hace sentir bienvenida.




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