Invierno Soleado

16: Siempre estuvo ahí

 

Ayer encontré al duende.

Era un pequeño muñeco con relleno, piernas largas y un traje verde. No sabía qué hacer con él así que fui con Jay y le pegunté, él se sorprendió que lo haya encontrado.

Lo que él no sabía, es que sin Diego, no lo hubiera hecho.

Hoy tenemos un nuevo acertijo:

“En la nieve siempre voy, aunque por aquí nunca hay sol, llevo conmigo un sombrero, pero el verano nunca espero”

—Creo que esta es fácil —dijo papá por la mañana—. Es un hombre de nieve.

Mamá y yo estuvimos de acuerdo así que, mientras ellos están ocupados con su clase de zumba, yo estoy buscando por los alrededores. Ayer no vi nada diferente en el lugar, pero hoy si puedo notar como las personas observan más a detalle los rincones, árboles y cualquier parte donde se pueda esconder un  muñeco de menos de treinta centímetros.

—Felicidades —Hannah me dice cuando me acerco al área del comedor, está junto con Cameron.

Voy hacia ellos. — ¿Qué?

Cameron señala con su mentón hacia atrás. —Tu familia está ahí, es un honor.

Giro y veo que ahora hay un rotulo con los apellidos de las familias que encontraron uno de los tres duendes. Raiza y su familia está ahí, “Jerkings”, mi familia y otra que no reconozco.

—La familia de Sarah —Hannah explica—. Diego y Jay, ósea tu familia.

—Ah —es lo único que respondo.

Cameron suelta un suspiro dramático. —Tal vez debería ganar hoy, pero mi familia dice que no le interesa eso, solo quieren divertirse.

Hannah niega. —Yo si quiero ganar pero el acertijo de ayer me confundió.

Los veo. —El de hoy, ¿ya lo descifraron?

Cameron hace una mueca. —Estaba muy fácil, ya dos familias los encontraron.

Junto mis cejas. — ¿Ya? Pero si es temprano.

Hannah se encoje de hombros. —Mi familia, los Yung, están buscando ahora. Yo iré a revisar después en otra parte pero no tengo mucha esperanza por ahora.

— ¿Qué familias ya los encontraron? —pregunto.

Cameron bosteza al mismo tiempo que me responde. —La familia de Jennifer y la de Zeth.

Un señor con bigote, parte de los trabajadores aquí, comienza a llamar a los chicos. Ambos se despiden de mí, pero antes de alejarse mucho, Hannah me dice: —Ve con Jay, quizás ustedes encuentren el último objeto.

Asiento, aunque no estoy muy segura de querer hacer eso.

Coincidentemente, mientras camino, el video que grabé con Jay se aparece en una pantalla. Aunque eso fue hace unas semanas, se siente como mucho tiempo atrás.

Voy hasta el área de lago buscando a Diego, pero veo primero a Jay, ordenando las sillas que colocan para los adultos. Busco a alguien más por aquí pero no están, tal vez las otras actividades ya comenzaron.

—Jay —le hablo.

Deja la última silla recostada con las demás en un árbol. —Hola.

Entorno los ojos hacia el cielo, hoy hay más nubes que ayer, pero entre ellas aún está el cielo azul de fondo. —Dos familias ya encontraron un objeto.

Él bosteza. — ¿Lo has buscado?

Chasqueo la lengua. —Es temprano, no he hecho nada —toco mi estómago—. Tengo que desayunar.

Jay se acomoda la gorra y toca su gafete. —Tal vez hoy no ganará tu familia.

—Que optimista —suelto.

Sonríe de lado. — ¿Acaso no eras tú la que no quería participar ayer?

Ruedo los ojos. —No sé porque me esfuerzo contigo, solo pensé que quizás quisieras ayudar.

Aclara su garganta. —Bien, te ayudaré pero no prometo nada. Vamos a buscar, ¿sí? Ahora tengo unos veinte minutos.

Hago una mueca. — ¿Dónde?

Se encoje de hombros. —Si ya encontraron dos familias seguro que estaban en lugares muy obvios, vamos a buscar en partes más difíciles de acceder.

— ¿Cómo por ejemplo? —pregunto.

Jay mira un momento hacia los lados. —Tal vez, vamos al fondo del campamento.

— ¿El fondo? —Inclino mi cabeza—. Um, ¿Dónde es el fondo?

Mueve su dedo índice hacia la derecha. —Allá, en verano habilitan esa parte, hay una piscina y algunas mesas pero quizás lo escondieron por esa área.

— ¿Quién los esconde? —pregunto.

—Asumo que tu abuelo, pero se supone que es un misterio —responde—. Entonces, ¿vamos?

Asiento. —Sí, vamos.

Iba a comenzar a caminar pero Jay me toma de la muñeca. —Espera, no caminemos por aquí —susurra—. Si nos ven, puede que nos sigan.

—No creo que la gente nos preste atención —digo.

Niega, aun con su mano envolviendo mi muñeca. —Tenemos que ser precavidos —me suelta finalmente.

Suspiro. —Está bien, ¿por dónde?

—Sigamos el camino del lago, la orilla —pide—. Después de unos metros hay árboles que nos ocultaran.

Asiento.

Jay va unos pasos delante de mí, guiándome por el camino. No veo que nadie más esté observándonos, pero él parece estar muy alerta. Luego, justo como él dijo, algunos árboles de troncos gruesos y ramas muy frondosas nos cubren del resto del campamento.

—Entonces —está caminando un poco más lento ahora—, ¿Qué hay de nuevo?

Lo miro confundida, ¿está intentando hacer una charla casual solo para rellenar el silencio o quiere una respuesta real?

Se encoje de hombros. —Me refiero a ti, ¿Aprendiste a montar la bicicleta?

Asiento. Seis meses después de la última vez que te vi.

—Genial, ¿Y pudiste romper tu toque de queda como siempre habías querido?

Vuelvo a asentir. Un año después de la última vez que te vi.

—Y —suelta una risita—, ¿Tu primer beso?

Bajo la mirada. —Sí —en una fiesta aburrida de mí vecina, con el primer chico que me prestó atención, pues pensaba que al hacerlo me olvidaría de ti—. Lo hice, besé a un chico, ¿Y tú?

Al terminar de hacer la pregunta me doy cuenta de lo tonta que es. Su primer beso fue seguramente con Sarah, y si no fue el primero, ha sido el tercero o el quinto o el milésimo.

Pero Sarah ya besó a Jay.

—Sí —contesta sin verme.

El resto del camino fue en completo silencio. Muy lejos de donde estamos, se escuchaba un golpe constante, quizás están jugando algo con un balón o quizás, están golpeando árboles.




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