Invierno Soleado

18: El mejor

 

“Si los regalos te quieres robar, con cuidado deberías andar, fuera de la fábrica de la Navidad, estos adorables amigos están”

Ayer no encontré el objeto, que era un muñeco en forma de hombre de jengibre.

Diego sí lo hizo, me contó que estaba debajo de un arbusto cerca del área donde los niños suelen estar. Me alegré que lo hiciera, a pesar que yo no gané nada ayer.

— ¿Por qué hay tanto viento? —pregunto a Diego, mientras estamos sentados cerca del lago, en nuestro lugar secreto.

Él se encoje de hombros.  —No lo sé, es raro, quizás es el cambio climático —inclina su cabeza a un lado—. El año pasado siempre había sol.

Hoy está un poco más nublado y el aire es frio. Aunque sí, en ciertos momentos el sol ilumina el lugar pero no lo suficiente para que deje de frotarme los brazos por el clima.

—Si quieres podemos regresar —me dice.

Vinimos a este lugar luego del desayuno, de nuevo tiene una hora libre y quería estar con él.

Aún no he definido mis sentimientos por Diego en absoluto, creo que aún no quiero hacerlo. Sería mejor si lo que sintiera fuera algo simple y sin importancia pero no es así.

—No, a menos que tú quieras —digo.

Diego sonríe. —La verdad no, me gusta estar aquí contigo pero tengo una idea —se levanta y extiende su mano hacia mí—. Aquí es más cálido.

— ¿Dónde?

Mueve su cabeza para señala a un lado. Tomo su mano para que me ayude a levantarme, sin soltarme comienza a dirigirme  a la izquierda. Pasamos unas ramas más hasta que el camino deja de ser de tierra y comienza a ser de rocas pequeñas.

—Aquí —susurra.

Es un área con menos espacio para caminar pero veo lo que quería mostrarme, una canoa en la orilla. No parece ser de las que utilizan, esas brillan por la pintura, esta está sobre las rocas.

— ¿Cómo es que has descubierto todo esto? —le pregunto.

Se encoje de hombros. —Me gusta tener un rato conmigo mismo y eso me ha hecho descubrir estos lugares.

—Esta no parece descuidada —me acerco y es cierto, por dentro está limpia y ordenada.

—Es mi lugar de lectura —afirma—, pero es el lugar perfecto para que el sol te de calidez.

Es cierto, el sol se cuela entre las nubes y por alguna razón, llega hasta esa canoa.

— ¿Quieres sentarte aquí? —pregunta.

Sonrío. —Claro.

Diego me ayuda a entrar, me acomodo en la madera sin ningún problema y él permanece unos segundos de pie, como si estuviera considerando entrar conmigo o no.

No es que haya mucho espacio aquí pero creo que sería raro que él se quede afuera. —Entra —le pido.

Diego asiente y con mucho cuidado, se ubica adentro de la canoa, al lado contrario de mí para vernos de frente. Sus pies están a un lado y los míos del suyo, de esta manera sí tenemos espacio.

El sol me cubre la espalda y se siente muy bien, aunque sople el viento ya no me molesta tanto.

—Oye Diego, ¿No sabes qué son los premios por la Búsqueda del Tesoro? —indago.

Recuesta un brazo en el borde de la canoa. —No lo sé, pero sí sé que la familia que gane, su ayudante recibe un bono.

Entorno los ojos. — ¿Un bono?

Asiente. —Es un salario extra.

Abro la boca sorprendida. —Espera, tú ganaste el año pasado ¿verdad?

Sonríe. —Sí, gracias a Dios gané, ayudé un poco con las medicinas de mis abuelos.

Esa respuesta derrite mi corazón. —Vaya, eres muy bueno.

Bufa. —No lo soy, simplemente intento devolverles algo de todo lo que me dieron —contesta—. Crecí con ellos, me hicieron la infancia muy feliz porque si no hubieran estado, mis recuerdos serían malos y solitarios.

Doblo una de mis piernas para colocar mi brazo sobre la rodilla. —Hablo enserio, eres buena persona.

Diego se coloca en la misa posición que yo. —Creo que soy una persona decente, hago lo mínimo que puedo hacer.

Niego. —No Diego, si eso fue el año pasado tu tenías diecisiete y tú no usaste ese dinero para ti, sino para ayudar a tu familia —afirmo—. Y también lo que me dijiste, sobre como intentas que los visitantes no se sientan solos, eso es amble y noble.

Diego entorna sus ojos. —No sigas hablando así de mí Allana o sino…

— ¿O sino? —pregunto, ya que él no continuó.

Con su mano libre, la derecha, la estira y toma mi mano sobre la rodilla. —O sino me enamoraré de ti.

Mi cuerpo se paraliza.

Sé que les he gustado a algunos chicos y sé que le gusto a Diego pero nunca he experimentado eso, que alguien se enamore de mí. Que alguien me escoja solo a mí, para algo más que un beso o un par de citas.

Sonrío nerviosa. —Yo… no digo esto para que pienses algo de mí, solo creo que debes saberlo.

—Allana —baja la voz—, ¿Crees que tú y yo podamos continuar con esto después del campamento?

Mi respiración se corta. — ¿Después?

Asiente, al mismo tiempo, le da un apretón a mi mano. —Puede funcionar, ¿no? Yo sé que aún nos conocemos muy poco pero hemos tenido un buen inicio y ya sabes lo que dicen, si empieza bien, termina bien.

Mi corazón se acelera. —Diego, no creo que debemos hablar de esto ahora.

— ¿Por qué? —pregunta, pero su mano ya no me sostiene con la misma firmeza.

Respiro profundo. —Porque tú y yo no somos, digo, nosotros no…

— ¿Esto es temporal para ti? —Diego me suelta—. ¿De verdad? ¿No quieres ni intentarlo?

Trago saliva con mucha dificultad, mi garganta está más seca que hace un momento. —No creo que podamos, además tú estás ocupado con tu familia y yo…

—Allana —Diego inclina su rostro—. ¿Qué es esto para ti?

Lamo mis labios. —No lo sé —respondo honestamente.

Diego permanece varios segundos en silencio, luego recuesta su espalda en la canoa mientras mira hacia el cielo. —Lo siento.

— ¿Lo sientes? —pregunto juntando las cejas.

No me mira tampoco cuando dice: —Pensé que podías sentir algo por mí, aunque sea un poco.




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